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Un hombre asesta 23 puñaladas a su esposa tras ser denunciado por amenazas

La víctima, que se recupera en un hospital de Sevilla, pretendía divorciarse de su agresor

La Guardia Civil detuvo en la noche del jueves a Juan Rodríguez Heblás, jubilado de 62 años, vecino de San José de La Rinconada (Sevilla), como presunto autor de un delito de homicidio en grado de tentativa después de apuñalar 23 veces con un cuchillo de cocina a su esposa, Josefa Ortega Martos, de 59 años. Rodríguez le causó heridas en el cuello, tórax, abdomen y manos. Ortega había denunciado en julio a su marido por malos tratos psíquicos y amenazas y había iniciado los trámites para el divorcio. El juez estableció la fecha de la vista para el mes que viene.

Una patrulla de seguridad ciudadana de la Guardia Civil se presentó a las 21.30 del jueves en el domicilio de la pareja tras el aviso de un vecino, que había oído gritos. Cuando los agentes llamaron al timbre, salió a abrirles el presunto agresor que aseguró que en su casa no ocurría nada, aunque un charco de sangre a sus pies alertó a los guardias que, al oír gritos de auxilio, entraron en la casa y descubrieron a Josefa Ortega en el suelo, herida. "Que me muero", gritaba ella, según una vecina.La mujer recibió 23 puñaladas, según fuentes del Ayuntamiento de La Rinconada. Las manchas de sangre aún eran apreciables ayer en la entrada de la casa y en el balcón del primer piso. El marido fue detenido por la Guardia Civil en cuanto los agentes entraron en la casa y auxiliaron a la víctima. Juan Rodríguez pasó ayer a disposición judicial.

Media hora después, y ante la tardanza de la UVI móvil del servicio de urgencias 061, la ambulancia del pueblo trasladó a Josefa Ortega al hospital Virgen Macarena, en Sevilla, donde ingresó a las 22.15. Fue operada a las 0.15 y a última hora de ayer permanecía en la unidad de recuperación postoperatoria del centro en estado estable y consciente.

Al mediodía de ayer se concentraron en señal de protesta en la plaza del Ayuntamiento de La Rinconada unas 100 personas que asistían en el pueblo a un encuentro de asociaciones de mujeres de la comarca. La concejal delegada de la Mujer, Pilar Escudero, calificó ayer lo sucedido como un episodio de "terrorismo doméstico".

Fuentes municipales confirmaron que Josefa Ortega acudió antes del verano al centro municipal de información a la mujer de La Rinconada, en principio para solicitar empleo, aunque luego contó que su marido la maltrataba psicológicamente e inició los trámites para solicitar el divorcio. La vista en el juzgado de familia estaba prevista para el mes próximo.

El 17 de julio de este año, Josefa Ortega denunció a su marido ante la Guardia Civil por malos tratos psíquicos, insultos y amenazas. La vista por esta denuncia está fijada para diciembre. Entonces, se le ofreció ingresar en una casa de acogida, pero ella, que había sufrido una mala experiencia en un centro extranjero, prefirió declinar la oferta de los servicios municipales y dijo que, en caso de apuro, podría ir a vivir con alguna de sus cuatro hermanas, que viven en el pueblo.

La pareja se fue hace décadas a trabajar a Alemania. Josefa ya denució allí a su marido por malos tratos. Entonces pidió el divorcio y pasó algún tiempo en una casa de acogida, pero la experiencia no fue buena.

Josefa Ortega volvió a España en 1993, olvidó los trámites de separación iniciados y se instaló en una casa de dos plantas en una barriada nueva de San José. En Alemania dejó a su marido y a los dos hijos varones de la pareja. Juan Rodríguez vino a vivir con ella hace tres años, tras jubilarse. Antes, Josefa intentó vender la casa y volvió a Alemania, donde pasó varios meses con su marido pero, según las fuentes consultadas, al poco tiempo se arrepintió y volvió a España.

Los vecinos cuentan que, tras la llegada de Rodríguez a la casa, la mujer cambió. Pasó de cantar y poner la radio en voz alta a no dar señales de vida y dejar de saludar en el vecindario. Según el vecindario, el marido es un hombre de aspecto cansado y pacífico, educado y cortés.

Los mismos vecinos apuntan que los hijos no vienen mucho a verlos. El mayor, de unos treinta años, una vez al año a lo sumo. El más pequeño hace más de dos años que no aparece por Sevilla.

Lo más chocante de la historia para los vecinos es que, en estos años, jamás habían oído gritos ni peleas en la vivienda. "Si discutían, lo debían hacer en voz baja. Sólo anoche (por el jueves), se oyeron los gritos de auxilio de ella".

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