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El Partido Demócrata acaricia la mayoría en el Congreso de EE UU

Gane o pierda Al Gore la batalla por la Casa Blanca, el Partido Demócrata tiene grandes posibilidades de conquistar el 7 de noviembre la mayoría en una o incluso las dos Cámaras del Congreso de EE UU. El interés de los electores (enseñanza pública, cobertura sanitaria para los niños, control de las armas de fuego, pensiones de jubilación y medicinas para los ancianos) son propicios a los demócratas. Hacerse con la Cámara de Representantes es un objetivo al alcance de la mano. Y no puede descartarse una victoria en el Senado.

Dentro de tres semanas, los estadounidenses no solo elegirán al sucesor de Bill Clinton en la Casa Blanca, sino que renovarán la totalidad de los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio más uno (34) del Senado. El más célebre de los pulsos de estas legislativas es el que opone a Hillary Clinton y Ricky Lazio en Nueva York, pero en todo el país se libran con saña cientos de batallas similares. Los republicanos son conscientes de que les va a resultar difícil mantener la mayoría en las dos Cámaras conseguida con la revolución conservadora de 1994 que lideró Newt Gingrich.Quemado por los excesos republicanos en el caso Lewinsky, Gingrich dimitió en 1998 de su puesto de presidente de la Cámara de Representantes y ha desparecido del primer plano de la escena política. También han sido eclipsados los grandes asuntos de la revolución conservadora: reducción del tamaño y del gasto del Gobierno federal, devolución de poder a los ayuntamientos, condados y Estados; recorte en las ayudas a los pobres y los inmigrantes; dureza en la lucha contra la delincuencia; moralización de la vida estadounidense... Algunos de ellos fueron asumidos por el propio Clinton y otros son secundarios en estos tiempos de paz y prosperidad.

Ni siquiera el recorte general de impuestos que propone Bush despierta ahora entusiasmo entre los votantes. Bush consigue más audiencia cuando se presenta como un centrista alejado del extremismo de Gingrich y aborda cuestiones como la mejora de la enseñanza pública o la salvación del sistema gubernamental de pensiones de jubilación.

En las batallas por los escaños en el Capitolio de Washington, que se libran distrito a distrito, la mayoría de los candidatos republicanos le siguen en esa vía de nueva moderación. Pero al hablar de educación, sanidad o pensiones, los demócratas tienen más credibilidad, lo que les sitúa muy cerca de la reconquista de la mayoría en la Cámara de Representantes. Los candidatos demócratas machacan estos días su experiencia en esos asuntos y, dado que el clima político es favorable a la tolerancia, se presentan también como campeones del mantenimiento del aborto y la expansión de los derechos de los gay, protectores del medio ambiente y enemigos de las tabacaleras y los mercaderes de armas de fuego.

Patrick Kennedy, un joven miembro del clan y que es congresista por Rhode Island, coordina las campañas de los demócratas que aspiran a mantener o conquistar escaños en la Cámara de Representantes. Tras su retroceso en las legislativas de 1998, en pleno caso Lewinsky, los republicanos cuentan con 223 escaños frente a 210 demócratas y dos independientes. Para que cambie la mayoría basta con que los demócratas mantengan sus posiciones y arrebaten siete escaños a sus rivales, un objetivo alcanzable según los analistas.

Estas elecciones no sólo son las más reñidas en el frente presidencial desde las que enfrentaron en 1960 a John Kennedy y Richard Nixon, también pueden concluir con la completa extinción de la histórica victoria legislativa republicana de 1994. Más difícil resultará que el partido de Clinton y Gore arrebate el Senado a los conservadores, que disponen ahí de una mayoría de 54 contra 46. Pero, según un estudio publicado ayer por The New York Times, esa posibilidad no debe ser descartada.

En los 34 escaños en juego, siete senadores republicanos están en serios apuros frente a un solo demócrata. Así que los expertos contemplan tres situaciones posibles: reducción a la mínima de la mayoría republicana, empate a 50 entre los dos partidos o nacimiento de una escasa mayoría demócrata.

El Senado es un poder clave en EE UU, muy en particular en materia de presupuesto nacional y política internacional. En cientos de ocasiones ha convertido en papel mojado iniciativas presidenciales, como cuando rechazó ratificar el Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares que le propuso Clinton.

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