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La orfandad de las cifras

ALEJANDRO V. GARCÍASupongo que la Expo de Sevilla y los Juegos de Barcelona pusieron en boga la pintoresca costumbre de agregar al nombre de una ciudad el año de su consagración utópica. Todavía recuerdo la terrible decepción que me produjo, a finales de los ochenta, ver el año épico de 1992 como fecha de caducidad en una lata de sardinas.

¿Cómo se pueden pudrir las sardinas en un año utópico? ¿A quién le interesa?, me pregunté, ¿los oscuros procesos que ocurren en el interior de una lata de conserva cuando el mundo está renanciendo? Granada, como otras ciudades que en 1992 adquirieron cierta conciencia marginal respecto a Sevilla o Barcelona, quiso tener su año. Y lo tuvo, por partida doble. La sequía alargó el lema aquel de Sierra Nevada 1995 a Sierra Nevada 1996. Pero en aquellos dos años, como era previsible, también caducaron las latas de calamares, y hubo tipos que se arruinaron o murieron, gentes que se ahogaron o perdieron su sombra en un incendio Fueron, en fin, unos años más entre otros muchos, salvo para aquellos tipos enfundados en trajes estrafalarios que descendían por las pulcras pistas de Sierra Nevada a cambio de medallas y besos de azafatas.

Pero una vez superados los años fastos, y todavía a falta de zanjar algunas deudas, Granada volvió a sentir la orfandad de la cifra, esa horrible castración que deja a las ciudades sumidas en su mero nombre. Manuel Chaves, en campaña electoral, alivió la carencia cuando anunció la candidatura a los Juegos de Invierno de 2010. Sin embargo, pronto quedó patente el disparate de promover tal aspiración, pero los políticos, temerosos del reproche de los votantes, no supieron negarse y dieron su voto a la nueva fecha mítica (fecha mítica en tanto que aún no se han fabricado las latas de conserva que caducarán ese año).

A estas alturas los partidos políticos se encuentran en la fase delicada de apartarse del proyecto mediante la vieja técnica de responsabilizar al contrario. El alcalde de Granada, José Moratalla, ha pedido 2.500 millones de pesetas a Manuel Chaves para darle consistencia real a la candidatura. Chaves ha despejado el balón de su tejado alegando que entregará los millones cuando se organice la oficina olímpica y el Gobierno de la nación comprometa una contribución similar. Moratalla, a su vez, ha puesto en un brete al Partido Andalucista al sostener que es el consejero de Deportes y Turismo, José Hurtado, el que debe aportar los 500 millones para la primera instalación deportiva. Hurtado se ha defendido con rabia y dice que entregará los millones cuando Granada sea la candidata oficial de España. Y, en fin, el PP ha aprovechado esta confusión de oro y ha anunciado que no apoyará los juegos si Chaves no concede los 2.500 millones de inmediato. Una verdadera jerigonza.

En este embrollo los únicos que ganaremos somos los granadinos y, por extensión, los andaluces, que nos vamos a librar de otro año promisorio y de sus terribles consecuencias. Un servidor se libró del año 92, pero en cambio sufre a diario la Autovía del 92 que es como una lata de sardinadas caducada hace ocho años.

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