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Mundial lo del Cabanyal

Manuel Tarancón es uno de los profesionales de la política que aspira a la sucesión orgánica de Eduardo Zaplana, en el supuesto de que cumpla su promesa de retirarse de la contienda electoral tras haber agotado dos legislaturas al frente de la Generalitat Valenciana.No sé por qué, pero a Zaplana nunca le ha acabado de gustar Tarancón. Primero lo desplazó de la Diputación, auténtico foco de clientelismo político desde el siglo XIX, perpetuado por el franquismo, por el PSOE y por el PP, donde, pueblo a pueblo, se han nutrido todas las fidelidades partidistas.

Antes de quitarle el control sobre los reyezuelos locales, Zaplana parachutó a Tarancón para la presidencia de la non nata Academia Valenciana de la Lengua. Algo que si llega a consumarse, será un auténtico cementerio de elefantes amaestrados. Mientras tanto le mantiene al frente de media consejería, la ideológicamente más conflictiva, Educación. De la otra media, cuarta y mitad está secuestrada por una Consuelo Ciscar que, sí sé por qué, tiene bula política y presupuestaria para campar a sus anchas en la llamada gestión cultural. Y los restos de lo que queda del departamento, la parcela de la ciencia, está prisionera de un aparato político de pomposo nombre, que aunque no haga nada aparte de machacar a Pedreño, controla directamente Presidencia, tal vez por esa fijación percutora de Zaplana con quien un día se atrevió a plantarle cara.

Ahora, a Manuel Tarancón, como consejero de Cultura, Educación y Ciencia, le va a corresponder evacuar el informe sobre el plan de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, para abrir en canal El Cabanyal, mediante una prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez que permita ofrecer las despanzurradas tripas del barrio como nueva carnaza para los especuladores de la construcción.

Sin embargo, la cosa se complica porque los técnicos de la consejería aseguran en sus informes que el plan incumple la legislación sobre patrimonio. Lo que ha provocado que a Rita Barberá le saliera la fallera mayor del franquismo que lleva dentro y poco menos que propusiera buscar otros técnicos que no fueran desafectos al régimen. La solución, se han dicho, buscar corsarios con una pátina de "técnicos de prestigio internacional".

Pero, lo que son las cosas, el domingo, en medio de los fastos del 9 d'Octubre, en uno de los saraos que organiza Consuelo Ciscar, la situación se les escapa de las manos: los arquitectos reunidos por la propia Generalitat en el Encuentro Mundial de las Artes afirman que hay que salvar El Cabanyal y piden que no se destruya el barrio. Genial, ¿no querías caldo?, pues dos tazas. A ver, ahora, a quién diablos solicitan los informes.

De momento, el consejero lo lleva con política resignación y asegura que "la mejor garantía para la conservación de El Cabanyal es la Ley de Patrimonio", una forma como otra cualquiera de marear la perdiz a la espera de encontrar algún conejo en la chistera burocrática que le permita salir del embrollo.

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¿Y los vecinos? Bien gracias, su barrio sigue degradándose mientras se mantiene sobre sus casas la amenaza del desalojo. Valencia no será capital mundial de nada, pero El Cabanyal, gracias al encuentro organizado por la Generalitat, ya es capital mundial de la infamia urbanística.

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