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El rey de Marruecos se divierte

La nueva generación de monarcas de los países árabes tiene un gusto decidido por el incógnito. El rey Abdallah de Jordania lo ha utilizado para ponerse en las colas de los hospitales de su país o de la Administración pública, y comprobar personalmente el funcionamiento de los servicios. El uso del incógnito por Mohamed VI de Marruecos, que por otra parte también ha dado muestras de unas preocupaciones sociales sin precedentes en su reino, es distinto. El pasado lunes, por ejemplo, cenaba en una terraza de Roma con otros tres jóvenes de su edad, sin que ningún otro cliente ni trabajador del restaurante pudiera sospechar la identidad del ilustre comensal anónimo. Y lo que es más curioso, sin que casi nadie en Rabat, ni siquiera algunos ministros, tuviera conocimiento de que el Rey estaba en el extranjero.Con media barba, unos vaqueros, una camisa y una chaquetilla sin mangas, Sidi Mohamed, de 36 años cumplidos el pasado mes de agosto, y sus acompañantes parecían todo menos la corte de un monarca de las Mil y una Noches. Probablemente, alguno de los comensales más estirados del lujoso local en el que estaban cenando se habría cambiado de acera, si hubiera encontrado al grupo en una de las callejuelas oscuras que circundan el vecino Campo di Fiori. El restaurante donde cenaba el rey se encuentra en la piazza Farnese, una de las más bellas de Roma y de las que mejor expresa esa mezcla histórica y característica de aristocracia y populacho confundidos, un laberinto que, entre otras cosas, facilita extraordinariamente el camuflaje de los famosos.

De hecho, justo encima del restaurante en cuestión, en una casa de apariencia sencilla y antigua de casi dos siglos, vivía Cesare Previti, riquísimo abogado y ex ministro de Defensa de Silvio Berlusconi que, cuando hubo de dimitir, porque fue acusado de sobornar a jueces, y la prensa reveló que tenía una magnífica piscina en su ático, respondió despechado: "Pero qué piscina, si es sólo un jacuzzi". Muy cerca también tiene su apartamento romano Carlo De Benedetti, el hasta hace pocos años gran patrón de la Olivetti. Justo enfrente, y para que no falte ninguno de los tipismos locales, las brígidas, monjas fieles de la aristócrata sueca homónima que, tras participar en las Cruzadas, logró la santidad en la ciudad del Tíber, alquilan las habitaciones de su convento a precios de hotel de lujo. Pero lo que da carácter a la plaza es el magnífico palacio que Sangallo empezó para Alejandro Farnesio y Miguel Ángel terminó cuando el impulsivo aristócrata era ya el Papa Paulo III. De los dos o tres mejores edificios históricos de la ciudad, hoy es sede de la Embajada de Francia y da seguridad al entorno con sus gendarmes y carabineros en guardia permanente.

Mohamed VI ni siquiera se enteró, se encontraba a pocos metros. Estaba de espaldas, protegido por el toldo de plástico que cierra lateralmente la terraza del restaurante. Había tomado ya el postre y la cuenta tuvo que ser jugosa, porque se trata de un local que no factura por cliente menos de cinco dígitos. Pasadas las doce y cuarto, el maitre despejó una silla, se asomó a la puerta, alzó el brazo, y tres coches aparcados junto al restaurante, con dos ocupantes cada uno, se pusieron en movimiento. Mohamed VI y sus tres amigos montaron y se fueron. El dueño del restaurante seguía sin tener ni idea de quién era cliente. "¿El rey de Marruecos?", decía, moviendo la cabeza con gesto de haberlo visto ya todo. "Y cómo lo iba a saber. Nadie nos había advertido".

La Embajada marroquí en Roma confirmó el martes que el monarca estaba en la ciudad "en un viaje muy privado". No es el primer viaje de este tipo que Mohamed VI hace desde que subió al trono.

Hace pocos meses, fue fotografiado en París mientras paseaba, siempre con su grupo de amigos, embutido en una chupa de cuero digna del mejor rockero. Se recordará también que, tras su visita oficial a Estados Unidos, el pasado mes de junio, se quedó unos días en plan privado, y de entonces data la anécdota que dice que cogió un taxi y que cuando, antes de pagar, le dijo al taxista: "Yo soy el Rey de Marruecos", aquél le echó una mirada y le respondió incrédulo: "Y yo el sátrapa de Brooklin". Durante el presente año, hay también noticia de que estuvo esquiando en enero y de que hizo otra escapada de unos 10 días en agosto.

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