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Gore, a la defensiva en su segundo debate presidencial con Bush

George Bush iba a participar en la madrugada de hoy, hora española, en el segundo debate de las elecciones presidenciales de EE UU habiendo encontrado el talón de Aquiles de su rival: la tendencia de Al Gore a exagerar hechos. El gobernador de Tejas aventajaba ayer en tres o cuatro puntos en los sondeos a su rival, gracias a su hábil explotación de la combinación de datos incorrectos y el tono profesoral exhibido por Gore en el primer debate.

A menos de cuatro semanas de la cita con las urnas, la batalla por la Casa Blanca sigue sin un claro favorito. En otro sorprendente giro de lo que ya se consideran las elecciones presidenciales más reñidas desde 1960, Gore acudió ayer al enfrentamiento de Wiston-Salem (Carolina del Norte) a la defensiva. El momento mágico del que disfrutó a finales de agosto y comienzos de septiembre, tras el célebre beso a su esposa, se ha evaporado. Ahora el viento sopla ligeramente a favor de Bush y éste pensaba aprovecharlo esta madrugada, en el segundo de los tres cara a cara televisados. Como el celebrado en Boston la pasada semana y el que tendrá lugar la próxima en Saint-Louis (Misuri), el segundo debate iba a ser moderado por el periodista de la televisión pública Jim Lehrer. Pero su formato era más favorable a Bush. En vez de estar severamente de pie tras sus atriles, los candidatos iban a sostener una charla sentados en torno a una mesa. En principio, eso favorecía el estilo más sencillo y próximo al común de los mortales del gobernador de Tejas.

Gore aceptó ayer que algunas de sus declaraciones en el primer debate "no fueron precisas" y las calificó de "errores que no alteran la esencia" de sus posiciones. Prometió que en Wiston-Salem haría un esfuerzo para "ser exacto en todos los detalles" y evitar el abuso de suspiros y muecas para interrumpir a su rival. El candidato demócrata pensaba poner en cuestión el historial de Bush como gobernador de Tejas, en particular su benevolencia con las petroleras, que ha convertido a Houston en la ciudad más contaminada del país, y con los mercaderes de armas de fuego para particulares.

El campo de Bush seguía machacando la credibilidad de Gore. "El vicepresidente maquilla de modo reiterado las cosas", declaró Karen Hughes, portavoz republicana. Bush tenía en sus manos dos indiscutibles errores de Gore en el primer debate. Uno, su afirmación de que visitó en 1998 unos incendios forestales de Tejas en compañía del director de la Agencia Federal de Emergencias. Como Gore reconoce ahora, jamás efectuó esa visita sobre el terreno, sino que participó en una reunión en Houston y no con el director del mencionado organismo. El segundo desliz de Gore, en Boston, fue citar por su nombre a una estudiante de Florida, un Estado gobernado por el hermano del candidato republicano, cuya clase estaba tan sobrecargada de alumnos que ella debía estar de pie. El equipo de Bush probó enseguida que esa situación se limitó a unos minutos y estuvo motivada porque el aula había recibido muchas cajas de flamante material escolar.

Los republicanos vinculan esas dos anécdotas con otras exageraciones de Gore, como cuando se proclamó "inventor de Internet", aseguró que su relación juvenil con Tipper inspiró la novela y la película Love Story o, durante esta campaña, afirmó que la medicina para la artritis de su suegra costaba tres veces más que la de su perro. Y le añaden sus actuaciones al borde de la ilegalidad en 1996 al recaudar fondos electorales en un templo budista y solicitar cheques desde los teléfonos de la Casa Blanca.

Uno a uno, estos deslices son anecdóticos, pero los republicanos han conseguido hacer con ellos un paquete peligroso para Gore. Un paquete que resucita la imagen de la que Gore había conseguido desembarazarse en la segunda mitad del verano: la de un profesional de la política de Washington dispuesto a todo para ganar. Frente a esto, Bush encarna el papel de un hombre que no brilla por su oratoria, su dominio de las cifras y sus conocimientos internacionales, pero conecta con los valores y sentimientos del estadounidense medio. Ese papel le permitió no ser aplastado en Boston por el mucho más experimentado Gore.

El paso de los días fue incluso dejando en la conciencia popular estadounidense la sensación de que Bush estuvo mejor que el muy maquillado, agresivo y profesoral Gore. Ese impulso fue reforzado por la victoria del candidato republicano a la vicepresidencia, Dick Cheney, frente al demócrata Joseph Lieberman en el cortés y magnífico debate que sostuvieron el viernes ante las cámaras de la televisión.

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