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Arafat ordena a sus milicias evitar los combates y alentar movilizaciones pacíficas

La nueva Intifada se prepara para un cambio de estrategia. El presidente Yasir Arafat ha ordenado a las milicias de Al Fatah (Tanzim), el principal motor de la revuelta, moderar sus combates armados, evitar la confrontación y favorecer en su lugar las movilizaciones civiles y pacíficas. Las consignas coinciden con un informe del alto mando militar israelí que ayer aseguraba, esperanzado, haber constatado por primera vez desde hace 13 días un descenso de las actividades bélicas y una disminución de los tiroteos. El informe interpreta este hecho como el principio de un "alto el fuego".

"Arafat me ha ordenado evitar las confrontaciones con los israelíes, proteger la vida de la población y en su lugar favorecer las movilizaciones pacíficas", confirmaba ayer en su cuartel general de Ramala Marwan Barghouti, jefe de las milicias paramilitares de los Tanzim (La Organización), el brazo armado de Al Fatah, convertido en uno de los principales protagonistas de esta nueva Intifada, que se ha cobrado más de un centenar de víctimas. Ayer mismo, murieron un chico de 17 años, otro de 18 y otro de 22. Ya suman 102. El jefe de los Tanzim tuvo especial cuidado en recalcar y resaltar que ello no significaba ni "un alto el fuego" ni "el fin de la Intifada", sino la recuperación de la "verdadera naturaleza de un movimiento que desde un principio trató de ser pacífico".Las órdenes de moderación transmitidas oficialmente y de manera pública por Arafat han provocado, sin embargo, la crispación de los sectores disidentes de los Tanzim, que, cobijados en una antigua organización terrorista, Los Halcones de Al Fatah, se manifestaron ayer con el rostro cubierto y empuñando sus armas, Kaláshnikov y M-16, por las calles principales de Gaza, mientras gritaban consignas en las que propugnaban "la lucha armada contra Israel". Una manifestación similar se registró el martes pasado al mediodía en otro de los puntos más conflictivos de los territorios autónomos, Nablús, donde las milicias radicales, con armas en la mano, pidieron también la continuación de la lucha armada.

La movilización de estos sectores radicales palestinos, oponiéndose a la orden de "moderar los combates armados", podría provocar la sensación de que existe una seria confrontación en el seno del brazo armado de Al Fatah y que estaría en marcha una rebelión contra el propio presidente palestino y sus consignas. Pero los propios protagonistas de las movilizaciones aseguran que se trata de un falso espejismo y que en definitiva ellos constituyen la garantía de la segunda parte del discurso de Yasir Arafat, siempre tan lleno de ambigüedades, que propugna al mismo tiempo la movilización pacífica, pero sin dejar de empuñar las armas.

"Todos somos leales a Arafat. No nos escuchará nunca dar un grito de rebelión contra él", aseguraba uno de estos jóvenes rebeldes palestinos, y rechazaba así la hipótesis de disensiones y confrontaciones en un intento de socavar el poder del presidente palestino.

El cambio de estrategia que Arafat pretende dar a la Intifada, retomando sus raíces pacíficas, podría, sin embargo, fracasar como consecuencia de la ofensiva desencadenada por las organizaciones de los paramilitares colonos y ultraortodoxos judíos, que en los últimos días han convertido los barrios árabes del Este de Jerusalén y los territorios autónomos de Cisjordania en el campo de batalla de su guerra clandestina, similar a la efectuada por la antigua OAS en favor del Ejército colonial francés durante la guerra de liberación en Argelia.

Ayer por la mañana, después de que numerosas casas de residentes árabes fueran atacadas y sus coches incendiados, la Autoridad Nacional Palestina alzó la voz contra el Gobierno de Israel y le acusó abiertamente de "permitir a los colonos judíos que continúen sus ataques contra las poblaciones palestinas" y recalcó que estas fuerzas paramilitares están protegidas por el Ejército israelí.

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Los vecinos de los barrios de Jerusalén Este y de las poblaciones árabes cercanas a la capital han empezado ya a formar "comités de defensa populares", dispuestos a rechazar los eventuales ataques de las milicias de los colonos.

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