Una mirada errónea, nueve días en la cárcel
Ángel Rodríguez Ibañez, de 36 años, empleado de un supermercado de Oropesa (Castellón), ha pasado nueve días encarcelado en la prisión de Soto del Real (Madrid) por una fatal equivocación. Cuando caminaba el jueves 28 de septiembre por la calle del General Ricardos, dos empleadas de una tienda creyeron, por su aspecto físico, que era el hombre que, pistola en mano, las había atracado en la tarde del sábado 9 de septiembre y había huido con un botín de 40.000 pesetas.El día del asalto, Ángel se encontraba trabajando en el supermercado de Oropesa del Mar, a 450 kilómetros de Madrid. Pese a proclamar su inocencia, la policía le detuvo y el juez le mandó el 30 de septiembre a la prisión de Soto del Real. El pasado 6 de octubre, viernes, Ángel, que contó su incidente al programa de televisión Sucedió en Madrid al salir de la cárcel, recuperó la libertad por orden judicial al quedar probada su coartada.
La pesadilla de Ángel comenzó cuando pasaba sus últimos días de vacaciones en Madrid con su padres y cuatro hermanos. En la tarde del jueves 28 de septiembre quedó con una amiga que trabajaba en el número 128 de la calle del General Ricardos, en Carabanchel. Llegó pronto a la cita y se entretuvo mirando escaparates. En uno de ellos, de ropa vaquera, situado en el número 136 del General Ricardos, se paró. Ángel clavó su mirada en una empleada. Y se fue sin saber que la dependienta de la tienda telefoneaba al 092 para avisar de que fuera se hallaba el hombre que les atracó. Eso creía por su aspecto físico. La denunciante añadió que el supuesto ladrón amenazaba con entrar de nuevo. Los policías se dirigieron a por el sospechoso y le apresaron. "Vinieron a por mí de malas maneras y me empujaron hacia la pared con una porra", recordaba Ángel. "Yo les decía que era imposible porque ese día estaba a 450 kilómetros", agregó. En ese instante, una de las empleadas recordó que el atracador llevaba un tatuaje en el pecho y se lo dijo a los agentes. Uno de los policías comprobó que no tenía ningún tatuaje y le dejó marchar.
Ángel y su amiga se dirigieron al metro "con un susto tremendo en el cuerpo". Pero lo peor estaba por llegar: "Cuando estaba a punto de montar en el vagón me detuvieron otra vez", cuenta. "Les dije que se equivocaban y que lo podían comprobar llamando a mi trabajo. Pero no lo hicieron. Pese a que me indicaron que lo habían hecho, estoy seguro de que nadie comprobó lo que yo les repetía".
En la posterior rueda de reconocimiento de los juzgados, la empleada volvió a ratificar su denuncia y, ante esos indicios, el juez decretó su ingreso en prisión el pasado 30 de septiembre.
José Luis Navascués, el abogado que asistió al detenido, se movilizó para obtener las pruebas exculpatorias. En dos días consiguió las declaraciones juradas de sus compañeros de trabajo, donde reconocían que el día del robo en Madrid había estado trabajando en el supermercado de Oropesa. Además, aportaron otro testimonio más, el de la responsable de la pensión donde durmió el sospechoso entre el 6 y el 12 de septiembre. Por fin, el viernes 6 de octubre Ángel Rodríguez salía de la prisión de Soto del Real al quedar demostrada su inocencia.
El letrado José Luis Navascués mantiene que se ha producido un mal funcionamiento del sistema judicial y del Estado de derecho: "No critico la decisión judicial, sólo censuramos que los datos objetivos que conseguimos por nuestra cuenta no fueron investigados ni por el juzgado ni por la policía. Por eso vamos a pedir una reclamación por error al Ministerio de Justicia", explica Navascués.
Ángel regresó el pasado lunes a Oropesa y se topó con otra desagradable sopresa. Había perdido su puesto de trabajo en el supermercado.
Indignado, sentencia: "Es muy díficil creer en la justicia. Yo creía que todo el mundo es inocente hasta que no se demuestre lo contrario, y después de esto ha quedado claro que todos somos culpables hasta que conseguimos demostrar nuestra inocencia".
"La celda es una jaula de fieras"
"Las celdas son una jaula de fieras. Hay asesinos, violadores, atracadores, ladrones, cada uno con sus cosas definidas, pero hay que convivir con ellos y tratar de pasar lo mejor posible las largas y largas horas del día y la noche", dice Ángel Rodríguez cuando recuerda sus nueve días entre rejas por un delito que no cometió.Ingresó en el módulo séptimo junto a otros internos preventivos por un atraco a mano armada. Enseguida hizo amigos. "Vi a un chico con chándal que pensé que era el monitor de gimnasia, me hice su colega y pronto conecté con el resto de la gente", comenta. En siete días entre rejas casi no comió. "La comida era dura y mala", asegura.
Una de las personas a las que conoció en Soto del Real fue José Antonio C., un bombero municipal detenido por matar a su mujer de una cuchillada en Valdebernardo. "Cuando pasas tanto tiempo cara a cara con un preso, te confiesas. El bombero era muy legal y su relato escalofriante. Me dijo que su mujer se había liado con un millonario de Telefónica y que quería dejarle sin nada, incluso sin su hija. Como esas historias oyes cosas tremendas, son recuerdos imborrables", dice.
"En la cárcel", prosigue, "hay que evadir la mente y yo lo hacía con pasatiempos y jugando al dominó y las cartas. Si te lías la cabeza es peor. Entre cuatro paredes la vida es dura. No hay horizonte, no hay mañana, sólo hay presente y se pasa muy mal, muy mal, sobre todo si piensas que encima estás allí de forma injusta y errónea. Ahora tengo claro que es mejor estar arruinado y libre que rico y preso".
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