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DEBATE SOBRE EL ESTADO DEL DEPORTE ESPAÑOL

Esplendor y caída del ADO

El plan de ayuda olímpica revolucionó el deporte español en 1988

Carlos Arribas

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Hay deportes y deportes. Hay deportistas y deportistas. Hay futbolistas y tenistas y ciclistas y baloncestistas y balonmanistas que viven millonariamente de practicar su deporte. Deportistas a los que de siempre se les ha llamado profesionales de deportes para los que la cita olímpica de cada cuatro años no es la causa vital de su existencia. Su éxito o su fracaso en unos Juegos Olímpicos apenas son síntoma de la calidad deportiva de un país. Su nivel se mide en otros raseros, en el Tour de Francia, o en Wimbledon, Roland Garros, la Euroliga o la Copa de Europa.Y hay deportistas y deportes olímpicos. Hay muchos atletas, gimnastas, remeros, piragüistas, yudocas, tiradores, practicantes de esgrima, nadadores, levantadores de peso... Deportistas de deportes que no existirían o no practicarían si no fuera porque cada cuatro años se celebran unos Juegos Olímpicos. Deportistas que necesitan una subvención para vivir de su deporte.

En el depauperado y desatendido mundo del deporte olímpico español de 1988, el Plan ADO fue una idea genial, una realidad de riqueza.

Fue la prueba virtual del compromiso entre la sociedad civil española, pujante, en busca de su autoestima, y el deporte. Fue, sobre todo, dinero, dinero, dinero. 22 empresas, cada una asociada a un deporte olímpico de cuya imagen se beneficiaron en sus campañas de publicidad, financiando a deportistas, generando millones de pesetas (casi 11.500 el primer cuatrienio).

Fue una revolución. Por primera vez, los practicantes de deportes que no generaban ingesos apenas (atletismo, gimnasia, ciclismo en pista, natación, piragüismo o remo, por ejemplo) podían permitirse el lujo de recibir un sueldo mensual simplemente por dedicarse al cien por cien a practicar su deporte, a entrenarse, a preparar su cita olímpica sin más preocupación que su dedicación cotidiana. Nacía una nueva clase social dentro del deporte español. Nacía el becado. Más de 300 deportistas viviendo de su deporte durante cuatro años. Y sin costarles un duro al Estado. A su lado, el Plan ADO financiaba también la contratación de técnicos de prestigio, la participación en competiciones internacionales, la apertura hacia el futuro del deporte español.

Coincidió con el primer Plan ADO, el plan socialista de construcción de instalaciones deportivas, la popularización de los polideportivos cubiertos, la construcción de los Centros de Alto Rendimiento. La primavera del deporte español floreció en los Juegos de Barcelona 92. El mayor éxito deportivo de la historia. La primera vez que la sociedad española se sentía orgullosa de sus deportistas.

Tan bien funcionó la cuestión que para Atlanta 96 se quiso repetir. Se jugaba fuera de casa, con lo que el entusiasmo empresarial descendió. Se borraron 16 compañías, otras ocho se integraron nuevas, pero el montante de subvención descendió a menos de la mitad, a 5.200 millones de pesetas. Y como había deportes huérfanos, especialidades minoritarias a las que ninguna empresa quería cobijar, se dispuso que todas serían patrocinadoras de todos los deportes. Un fondo común y el mismo dinero para todos. Que no el ciclismo por tener al mejor reclamo publicitario, Induráin, por ejemplo, iba a sacar más beneficios que otros deportes sin caras conocidas. De ese fondo común de 5.200 millones vivieron entre 1993 y 1996 una media de 350 deportistas por año. También pudieron pagar a sus técnicos personales. También hubo medallas en Atlanta. Cinco menos que en Barcelona, pero 17 no está mal.La nueva clase de deportistas olímpicos se consolidó definitivamente. Becados. Alojados en residencias de deportistas situadas cerca de sus centros de entrenamiento. Centros de Alto Rendimiento a su disposición y la de sus técnicos. En Barcelona, Madrid, Sierra Nevada, Murcia, Santander, Sevilla y Getxo. No hay Comunidad que se precie que no invierta en las mejores instalaciones posibles, en el mejor material, en los mejores técnicos. Deportistas que se ganan la beca, y luchan por ella, en campeonatos mundiales y europeos. Es la nueva realidad del deporte español. La realidad que sufrió el duro choque con Sydney 2000.

El Plan ADO para Sydney recaudó más dinero que el de Atlanta, casi 2.000 millones de pesetas más. Atendió a menos deportistas (unos 250), pero tampoco fue un cupo escaso. Sueldos anuales que varían entre 5.250.000 pesetas, los más altos, y 2.500.000. El CSD subvencionó a las federaciones con más dinero que nunca. Todos esperaban más medallas que nunca. Llegó la competición y se comprobó, 12 años después de su invención, que el Plan ADO a secas ya no garantiza el éxito. Se constató, además, se está viendo llegado el momento de mirar las barreduras escondidas debajo de la alfombra, que una vez garantizado un mínimo de subsistencia, buscar el máximo queda a expensas sólo de la voluntad de deportistas y técnicos. El voluntarismo, el amor, la pasión por su especialidad son el único motor que mueve al deporte español de élite.

Y a partir de este punto se abre el debate sobre la gestión del deporte español en el siglo XXI.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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