Audiencia escasa para una discusión discreta
Justo cuando Al Gore y George Bush se dieron la mano al inicio del debate, 14 millones de espectadores de EE UU cambiaron de canal para ver en la Fox cómo una joven voluptuosa, ajustada a un traje de cuero, aprovechaba sus virtudes genéticas en la lucha contra un Gobierno del futuro. La Fox no sólo se negó a retransmitir el debate, sino que "contraprogramó" con el estreno de la serie Dark Angel, que era una de las más esperadas porque es la primera que llega con la firma de James Titanic Cameron. La maniobra, desde un punto de vista estrictamente empresarial, funcionó: hacía tiempo que la Fox no lograba tanta audiencia un martes por la noche. Mientras tanto, la ABC y la CBS apenas lograban sumar 32 millones de espectadores en el tedioso enfrentamiento político en el que, teóricamente, podía decidirse el nombre del próximo presidente de Estados Unidos. La otra de las cuatro grandes cadenas, la NBC, cumplió con su promesa de respetar los contratos firmados; tenía comprado desde hace tiempo un partido de la Liga de béisbol. Cuando fue criticada -incluso desde su propia redacción de informativos- por negarse a ofrecer el debate, sus directivos idearon una solución salomónica cuyo resultado final es un espejo de la realidad social: ofrecieron a cada emisora las dos señales -el partido o el debate- para que cada una escogiera en su zona geográfica lo que deseaba emitir.
Aun así, las cifras de audiencia no son del todo malas. Si a los 32 millones de espectadores en ABC y CBS se suman los de algunas emisoras de la NBC y los que optaron por las cadenas informativas de televisión por cable, la cifra final puede estar en torno a los 40 millones. El dato es comparable al resultado de audiencia de los debates entre Bill Clinton y Bob Dole en 1996 (46 millones en el primero y 36 en el segundo), pero palidece al lado de los 80 millones que marcaron el récord en 1980 para ver a Ronald Reagan y Jimmy Carter.
Durante la retransmisión del debate en la CBS, el mítico Dan Rather lo expuso de esta manera: "El padre de Bush perdió un debate con Clinton en 1992 por mirar varias veces su reloj; hoy son los espectadores los que hacen ese gesto".
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