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El primer debate entre Bush y Gore no despeja la incertidumbre de la batalla por la Casa Blanca

George Bush aguantó el tipo mejor de lo esperado en su primer debate televisado con Al Gore, celebrado en la madrugada de ayer, hora española, en Boston. Gracias a su experiencia en debates, su mayor talla de estadista y su mejor manejo de las cifras, Gore, según las primeras encuestas difundidas ayer, ganó por pocos puntos el cara a cara. Pero el demócrata no logró abrumar a su rival republicano y despejar su camino hacia la Casa Blanca. Eso ya fue un buen resultado para Bush, que utilizó el recurso de presentarse como un hombre de la América profunda enfrentado a un político profesional de Washington.

Gore era considerado unánimemente el favorito en Boston. La principal incógnita estribaba en saber si lograría machacar a su contrincante en el primero de los tres debates presidenciales televisados. Y no fue así. Bush jugó bastante bien la carta del honesto gobernador provinciano enfrentado a un astuto miembro privilegiado de la clase política de Washington. Cuando Gore le asaltaba con datos, Bush, mucho menos fuerte en ese terreno, recurría a un viejo truco reaganiano y denunciaba que su rival estaba utilizando las "falsas matemáticas de Washington". "Bush resistió sorprendentemente bien frente a un rival que lleva ocho años en la vicepresidencia de EE UU", dijo ayer en Boston Stu Rothenberg, un especialista en debates. "El gobernador de Tejas no metió la pata de modo evidente", reconoció Neil Oxman, asesor del Partido Demócrata. "Me sorprendió agradablemente el que Bush no se dejara abrumar por la ofensiva de Gore", señaló el republicano Drew Lewis, que fue miembro del Gobierno de Ronald Reagan. Esas ideas se tradujeron en que los sondeos dieron una ventaja a Gore de escasos puntos.

El debate de Boston, el más trascendental desde el que celebraron en 1960 John Kennedy y Richard Nixon, no despejó la batalla por la Casa Blanca, que sigue siendo la más reñida en décadas. En contra de las expectativas, Bush no sólo no se derrumbó, sino que alcanzó el cuerpo de su rival en varias ocasiones. Una fue cuando, rechazando uno de los numerosos ataques estadísticos de Gore, replicó con humor: "Estoy empezando a creer que usted no solo inventó Internet, sino también la calculadora". Otras fueron cuando atajó las propuestas del actual vicepresidente sobre pensiones con la fórmula: "Usted ya propuso eso en 1992 y 1996; ha estado ocho años en el Gobierno y no lo ha hecho".

Hubo numerosos momentos en el debate en que los candidatos parecieron caricaturas de sí mismos. Momentos en los que Bush evidenció su escaso bagaje político e intelectual y Gore abusó de un tono profesoral y arrogante. Sobre fondo azul y moqueta roja, los dos se instalaron detrás de los podios vestidos de forma casi idéntica: traje oscuro, camisa blanca y corbata roja. Gore iba excesivamente maquillado y abusó más que Bush de los rictus faciales y los aspavientos de manos. Aunque el discurso de Gore sonó mecánico en ocasiones, también estuvo más cargado de contenido que el de su rival. Su argumento fue que la propuesta de Bush de recortar los impuestos en 1,3 billones de dólares en los próximos nueve años sólo beneficia "al 1% más rico de los norteamericanos". Gore levantó su bandera de defensor de "las familias trabajadoras" e identificó al republicano con industrias poderosas como la petrolera y la farmacéutica.

Bush proclamó su disposición a trabajar codo con codo con el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y aseguró que "la economía ha hecho más por Clinton y Gore que Clinton y Gore han hecho por la economía". Quiso así atajar el argumento del éxito económico del Gobierno demócrata. Pero Gore marcó un tanto evidente al afirmar: "Va a resultarle difícil convencer a la gente de que no estamos mejor que hace ocho años". Como al principio de esta campaña, la paz y prosperidad de la era Clinton sigue siendo el principal cartucho de Gore.

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