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La televisión decide la batalla en la recta final hacia la Casa Blanca

El estilo será el mensaje de Al Gore y George Bush en el debate televisado que esta noche (la próxima madrugada para los españoles) librarán en Boston, el primero de los tres de la campaña estadounidense. Su batalla por la Casa Blanca, la más disputada en décadas, puede decidirse en función de quién dé mejor ante las cámaras. Moderado por Jim Lehrer, un periodista veterano de estos combates de gladiadores, el debate tiene una audiencia potencial de 75 millones de personas. Para muchas será su primer y único encuentro con la campaña.

Con empate entre los candidatos o ligera ventaja del demócrata Gore en las encuestas, es de lo más natural en EE UU que la telegenia zanje el nombre del próximo inquilino de la Casa Blanca. Ésta es, de hecho, la campaña más influida por la televisión. Gore remontó cuando millones de telespectadores le vieron besar a su esposa, Tipper, en la convención de Los Ángeles. Bush le igualó al mostrarse de lo más agradable en el programa femenino de Oprah Winfrey.Gore y Bush se han preparado con intensidad en estudios que reproducen por completo el instalado para esta noche en la Universidad de Massachusetts: Bush, en su rancho de Tejas, y Gore, en un almacén de Florida. El vicepresidente hasta se ha llevado a 13 "americanos corrientes" para ensayar ante ellos. Los dos han negociado ferozmente hasta el más mínimo detalle del debate, incluida la temperatura del estudio, que será de 18 grados centígrados. Y se han enzarzado en una polémica por un oscuro episodio: el envío al cuartel general de Gore de un paquete con un vídeo y documentos sobre los preparativos de Bush. El FBI investiga la cosa, que, según Bush, prueba que Gore tiene "un topo" en su equipo. Una ayudante latina de Bush, Yvette Lozano, es número uno en la lista de sospechosos.

La política norteamericana es un deporte televisado. Los candidatos llegan a los electores a través de la pequeña pantalla, y no sólo en los debates, sino mediante su participación en programas de todo tipo y a fuerza de millones de dólares gastados en anuncios. Gore y Bush intentarán atenerse en Boston a los guiones y estilos que llevan meses ensayando, pero los telespectadores buscarán la sorpresa, la reacción ante lo imprevisto.

De las cuatro décadas de tradición norteamericana de debates presidenciales, lo que queda son frases y gestos. El padre de Bush perdió en 1992 frente a Clinton al ser sorprendido por las cámaras mirando el reloj. Eso reforzó su imagen negativa de patricio ajeno a los intereses populares. Reagan le ganó a Walter Mondale en 1984 cuando el moderador le preguntó si no consideraba que era demasiado mayor para el cargo, y respondió: "No pienso hacer de la edad un tema de campaña; no voy a explotar políticamente la juventud e inexperiencia de mi rival". EE UU estalló en una carcajada.

Autenticidad

Gore y Bush deben evitar decir una tontería, como Gerald Ford en su debate de 1976 con Jimmy Carter al afirmar que Polonia no estaba sometida a la opresión soviética. Pero, sobre todo, deben evitar dar una mala imagen. Eso le costó a Nixon la presidencia en 1960. En el primer debate televisado de la historia, seguido por 60 millones de espectadores, Nixon apareció pálido, sudoroso y malencarado frente a un Kennedy joven, bronceado y atractivo. Kennedy ganó por su telegenia. "Lo más importante es dar sensación de autenticidad", dice Mark Burnett, el productor de Survivor, el equivalente norteamericano de Gran Hermano. Esta noche, Gore evitará abrumar con su dominio de las cifras y su larga experiencia, y Bush luchará contra su tendencia a trabucar palabras, que, según Vanity Fair, procede de una dislexia infantil. Los dos prestarán mucha atención a sus movimientos. Para aplacar los nervios, Gore hará hoy largas horas de ejercicio físico. Victorioso en los noventa frente a Ross Perot y Jack Kemp, el candidato demócrata es un experto en debates y el favorito en Boston. Pero en 1994, el republicano Bush ganó el debate a la entonces gobernadora demócrata de Tejas porque utilizó un eficaz estilo de hombre corriente. En este país que adora el espectáculo, la sencillez y el humor son esenciales.

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