Sobre el desnudo
JOSÉ LUIS MERINOLa Fundación Caja Vital Kutxa presenta actualmente en Vitoria una exposición titulada Secretos del desnudo. Sobre una atrabiliaria barahúnda de óleos, acrílicos, dibujos, técnicas mixtas, esculturas y fotografías en torno al cuerpo humano se ha cimentado la muestra. En conjunto, es una exposición sumamente descompensada y abona no pocos defectos, que se podían resumir del siguiente modo: se palpa una gran desigualdad en el apartado de los formatos; en algunos casos la imagen del desnudo no existe en determinadas obras; una gran parte de las piezas expuestas son de endeblísima calidad plástica; la selección de los artistas parece haberse realizado de manera arbitraria, sin que la hubiera guiado un cuidadoso nexo, sino más bien el hecho de reunir unos nombres, al margen de que se encuentren en esa selección los de mayor crédito dentro del tema propuesto.
Para añadir endeblez -y tal vez mayor confusión- al acontecimiento, en el catálogo de la muestra abundan serios descuidos. Por ejemplo: figuran imágenes de obras que no están colgadas en la exposición; se cita como óleo lo que es una fotografía; sólo se reproducen imágenes de dos fotógrafos, cuando hay ocho más con obras expuestas en la sala; en el estudio introductorio se da algún nombre de artista cuya obra no vimos colgada y no se cita a otros que están representados en la muestra; los textos de las notas biográficas de determinados artistas van en busca del ditirambo elogioso, con intención, al parecer, de obnubilar a los espectadores-lectores.
Lástima que los organizadores no conozcan un libro editado por Daimon hace bastantes años, escrito por I.E. Relouge y Bodo Cichy bajo el título Las obras maestras del desnudo. En ese libro se encuentran las pautas de cómo presentar el desnudo en arte. Ya sólo tomando nota desde Botticelli a Kokoschka, pasando por Rafael, Tiziano, Miguel Ángel, Durero, Rubens, Rembrandt, Poussin, Velázquez, Goya, Ingres, Delacroix, Manet, Renoir, Degas, Gauguin, Picasso, Modigliani y Munch, entre otros, ahí se evidencia un propósito uniformemente coherente y compensatorio de mostrar obras que comportan una enorme variedad entre ellas.
Entiéndase bien que no estamos comparando la calidad de los aquí nombrados con los de la exposición de Vitoria, sino que hacemos hincapié en el modo ejemplar que se desprende de su puesta en página. Lo que enseña esa puesta en página podía haber servido de ayuda y de guía para el proyecto que aquí se comenta.
Después de la visita a los Secretos del desnudo, fuimos a otra muestra, organizada por la misma Fundación. En este caso en la denominada Sala Araba, de la misma capital alavesa. Exponía Inge Mieg, hija del pintor alavés Juan Mieg. Fue un grato encuentro contemplar el progreso de esta artista. En un año, ha crecido como pintora. Si cuando expuso de manera colectiva en la galería Berta Belaza de Bilbao exhibía un mundo disperso y caótico, en mayo pasado, en la muestra que hiciera en la propia capital alavesa junto a Dorleta Ortiz de Elgea, hija del pintor Carmelo Ortiz de Elgea, ese mundo se había contenido.
Llegado este momento, ese mundo no sólo está regido por una acrecida contención, sino que permanece habitado en algunos cuadros -no todos por ahora- por formas y colores de suma atracción. La pasión por pintar le lleva a crear fragmentos repartidos por el lienzo donde se conjugan una fuerte determinación vitalista con un extremado y, al tiempo, refinado lirismo.
En sus cuadros hay una suerte de abstracciones vivas, que se entreveran con fondos espaciales igualmente abstractos. Los atisbos figurativos son de menor valor. Está en el buen camino, porque esa pasión puede ser todo para ella. Para un artista la pintura es un deseo de pintar.
