Las otras energías
Más allá de sus efectos inmediatos, la subida del precio del crudo nos enfrenta al problema de la enorme dependencia de nuestras sociedades respecto de los combustibles fósiles, la falta de alternativas energéticas viables, incluso a medio plazo, y la inconsistencia del deseo de abaratar el precio de los carburantes, facilitando así su consumo, con las proclamas para reducirlo ante el peligro de provocar graves trastornos climáticos como consecuencia del vertido de gases a la atmósfera.Es indudable que el consumo energético per cápita es uno de los indicadores fundamentales de la calidad de vida de las sociedades, lo que no obsta para pensar que en los países desarrollados se despilfarra energía y que su calidad de vida no se vería comprometida con una mayor austeridad en su uso. Lo cierto es que sólo nos sentimos concernidos por el problema cuando surgen dificultades, normalmente en relación con el precio del petróleo, para volver luego a una actitud de despreocupación. El impulso generado en 1973 para transformar los procesos productivos y reducir así el gasto energético, para diseñar viviendas, materiales y automóviles de bajo consumo y para investigar fuentes alternativas, se detuvo en cuanto bajó el precio del barril. La subida actual ha hecho que las miradas se vuelvan de nuevo hacia las energías renovables. El Consejo de Ministros aprobó ayer medidas para facilitar la conexión de las instalaciones particulares de energía solar a la red eléctrica de baja tensión.
Los problemas generados en sectores como la agricultura, la pesca, el transporte o las industrias intensivas en energía requieren medidas que amortigüen sus efectos. Sin olvidar los perjuicios que están sufriendo los países más pobres, sin reservas energéticas propias, que deben comprar el crudo en el mercado internacional. Pero los Gobiernos de los países desarrollados no pueden seguir eludiendo su responsabilidad ante la previsión de un aumento paulatino del precio de los carburantes. Aunque sólo sea porque las reservas, incluso si no son tan escasas como llegó a pensarse en otro tiempo, se irán reduciendo y las dificultades de extracción irán aumentando.
Pero es que, además de una hipotética escasez en el largo plazo, los problemas medioambientales son reales y están, en muchos casos, relacionados directamente con el consumo de combustibles fósiles, cuya disminución es el acuerdo básico de la Cumbre del Clima celebrada en Kioto en 1997. Como la experiencia está demostrando, esa reducción no resulta sencilla, por más que se esté de acuerdo con su necesidad en el plano teórico. Y aun siendo conscientes de que no es posible un cambio drástico en nuestros hábitos de vida ni en las formas de producción, y que no hay fuentes de energía totalmente limpias ni milagrosamente eficientes, todo avance en el campo del ahorro energético y en la investigación y desarrollo de nuevas fuentes viables, tanto desde el punto de vista de su rendimiento como en su impacto sobre el medio ambiente, es de una importancia capital para el futuro.
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