El toro que se le fue
Se le fue el toro... A Rafael de Julia se le fue el toro y los aficionados lo comentaban con consternación.No era toro sino novillo pero decían toro. La frase, clásica en la tauromaquia, así lo exige. "Se le va el toro", es una de sus formas. Y todo el mundo queda al cabo de la calle de que el toro se le está yendo al torero, y ya no volverá nunca más. "Pasarán años y se seguirá acordando del toro que ha dejado ir".
A los no aficionados (quiere decirse, a los no conspicuos) estas expresiones les llenan de zozobra. Es difícil de entender que a un torero se le ha ido el toro, y resulta que el toro está ahí, vivito y coleando, y embistiendo.
Claro que esa es la cuestión. El toro, vivito y coleando, embiste, mas con una nobleza clamorosa y una casta excepcional. Y el torero -el caso se daba en Rafael de Julia- no acierta a interpretarle el toreo exigible en semejantes circunstancias. El toreo puro que requiere el arte cuando la embestida clama al cielo.
Vázquez / Vilches, Fernández, Julia
Tres novillos de José Vázquez (dos fueron rechazados en el reconocimiento, uno devuelto por inválido), bien presentados, encastados; 3º de excepcional nobleza. 5º y 6º de Félix Hernández, con trapío, inválidos, manejables. 2º, sobrero, de Alejandro Vázquez, grande con gran presencia, manso.Luis Vilches: estocada atravesada muy tendida y trasera, rueda de peones y dos descabellos (silencio); pinchazo y media estocada caída perdiendo la muleta (aplausos y saluda). Fernández Pineda: pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo, estocada caída perdiendo la muleta -aviso- y dobla el novillo (silencio); pinchazo, estocada corta baja, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Rafael de Julia: media estocada baja, rueda de peones -aviso- y descabello (palmas y algunos pitos); pinchazo bajo, estocada corta y tres descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 29 de septiembre. 1ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Los grandes fracasos no vienen de los toros pregonaos sino de los toros dotados de una embestida excepcional. Tiene su lógica: un toro pregonao está concebido (mal parido, podríamos decir) para llevar por la calle de la amargura al más pintado y, perpetrada, suscita sentimientos de piedad hacia quien padece sus intemperancias. En cambio un toro de excepcional embestida ha sido criado para recrear las más excelsas suertes de la tauromaquia y dotar al recreador a la categoría de genio, al tiempo que se le concede el título de propiedad de un cortijo en Linares.
Los taurinos a estos toros o novillos los llaman "de vacas". Y se refieren a que son los que deben echarse a las vacas para el gozoso himeneo y consecuente concepción del recental que, en virtud de la genética, habrá de ser toro de vacas también, símbolo de la fortuna que conduce a ganarse un cortijo en Linares.
Todo eso perdió Rafael de Julia y se teme que le será recordado por los aficionados conspicuos y por los taurinos que manejan el cotarro. Le salió el sexto novillo, de Félix Hernández, que ya no era noble y desarrollaba genio agresivo, y aunque le intentaba con pundonorosa entrega el toreo al natural, la afición le estaba recordando el excepcional novillo de José Vázquez que una hora antes se había dejado ir.
Los naturales que intentó y no pudo cuajar Rafael de Julia fueron emotivos. Uno sostiene que fueron extraordinariamente emotivos. Allí estaba el torero, citando con la mano de la verdad e intentando embarcar y conducir la embestida más violenta de cuantas hubo en la tarde, en busca del éxito que le brindó el toro de vacas y había dejado escapar lastimosamente.
La novillada entera poseyó unas características radicalmente distintas a las que ofrecen los toros de las ferias que exigen las figuras. Trapío, para empezar. Cabezas de limpias y buidas astas para seguir. Casta para acabar de merecer. Con lo cual hubo lidias argumentadas y actuaciones meritorias.
Muy desvaída resultó la de Fernández Pineda, que pareció aún verde, y se llevó un volteretón del novillo sobrero que, por cierto, lucía una importante envergadura. Y muy esperanzadora la de Luis Vilches, porque templó y ligó el natural en algunos pasajes de sus faenas e interpretó con torería no exenta de sabor cañí los muletazos de recurso y de adorno. Y eso con novillos boyantones, aunque sin llegar a la excepcionalidad del toro de vacas. No tuvo esa suerte Luis Vilches. O sí la tuvo. Recuérdese aquella sentencia del maestro cuando un principiante le dijo que estaba rezando para que le saliera un toro bravo: "¡Ay, hijo! Como te salga un toro bravo, vas dao".
Babelia
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