Lonjas silenciadas
El puerto pesquero de Algeciras ofrecía la pasada semana la misma imagen de los últimos nueve meses: muelles semivacíos y un centenar de barcos aparcados en doble y triple fila. Unos metros más allá, las grúas del puerto comercial, el más importante de España, resaltan con su incesante actividad la parálisis de la lonja vecina; la de Algeciras, junto a la de Barbate, es la que más ha acusado el golpe de casi un año sin que entre pescado del caladero marroquí: sus ventas han bajado en más de un 60%.Es difícil encontrar a alguien ocupado en el puerto pesquero a media tarde. Manolo Bono, que roza los 60 años, y un compañero estiran unas redes, arreglan los desperfectos y las doblan con esmero. Un ritual "que no puede hacer cualquiera, para esto hay que tener mucho oficio". Los encargados de hacer estos trabajos en tierra suelen ser veteranos. Bono, 20 años en un marino mercante de Bilbao, recuerda cuándo del puerto algecireño salían "camiones y camiones a reventar" de pescado.
"Algeciras ya no es lo que era", admite Bono en un descanso de su faena y asegura que el último parón por la falta de acuerdo con Marruecos se está notando "en todo, hasta en los bares y en los cafés". En la lonja, afirma el marinero, casi no hay movimiento desde hace meses, apenas "unos kilos de sardinas y boquerones". Bono cree que lo peor es "para los jóvenes que tengan familia", a pesar de las ayudas públicas -150.000 pesetas al mes- y ve "normal" que se busquen la vida "haciendo chapucillas". Él aún tiene que "pasar algo cada fin de mes" a sus tres hijos, aunque el menor ya tiene 25 años.
"Aquí nos han buscado la ruina", sentencia Francisco Jiménez, quien tiene a gala pertenecer a la tercera generación de una familia dedicada desde hace más de medio siglo al transporte y exportación de pescado. La empresa de Jiménez pertenece a lo que oficialmente se ha dado en denominar "sector no extractivo", un cajón de sastre en el que caben fábricas de hielo, conserveras, transportistas, fábricas de embalaje o comercios, y que constituyen un termómetro fiable de la temperatura económica del sector pesquero.
Lo que une ahora a estas 250 firmas de los diez puertos andaluces afectados por la conclusión del acuerdo con Marruecos -130 en Algeciras- es que, a diferencia de pescadores y armadores, no reciben ayudas públicas y deben recurrir a créditos e hipotecas para hacer frente a la descomunal merma de ingresos en los últimos diez meses. Según un informe de la Consejería de Agricultura, en el primer semestre de 2000 ingresaron 4.000 millones menos que en 1999 y sus plantillas (unos 1.500 trabajadores) se han visto reducidas en un tercio vía expedientes de regulación.
Jiménez recuerda los buenos tiempos, no tan lejanos: "Aquí he conocido yo ya cuatro lonjas distintas, mi empresa llegó a facturar más de 1.300 millones al año al final de los ochenta. Conmigo trabajaban 12 personas más", explica el transportista. Su firma la dirigían cuatro hermanos pero tras la segunda negociación con Marruecos, en 1992, tan sólo quedaron dos. "Aquello fue el primer aviso; en 1995 vino otro más duro, mi empresa llegó a desaparecer, pero con esfuerzos nos recuperamos. De ésta no salimos, seguro". Ahora, Transportes Jiménez apenas mueve "unas cuantas toneladas a porte" y él se ha visto forzado a "hacer de chófer" con un pequeño camión y a hacer viajes para pagar los créditos. "¡Pero si aquí está embargada hasta la asociación de exportadores!", asegura.
El transportista, de 51 años, se considera "aún joven" para sacar dinero "de donde sea" y pagar las deudas que se acumulan. Pero tiene muy claro que la empresa familiar no pasará de la tercera generación. "Mis hijos no pueden venir aquí por nada del mundo, no hay seguridad para nadie". En 1988 faenaban 900 barcos españoles en caladero marroquí. En el último acuerdo sólo se permitía la pesca a 400 buques (138 andaluces, con unos 1.500 marineros) y, según todos los indicios, esa cifra ira a la baja si Marruecos transige en firmar un nuevo documento. La mayoría pertenece a la flota artesanal, que por su tamaño, no tiene alternativa: el resto de caladeros están demasiado lejos.
En el San Agustín, anclado desde hace diez meses, José Rodríguez prueba el motor del barco. "En realidad, no hace falta, lo hago para entretenerme" . Para llegar a caldero marroquí, el San Agustín necesita 10.000 lítros de gasóleo. "En un mes tiene que haber acuerdo, yo soy soltero, pero la gente joven con familia no puede tirar con 150.000 pesetas al mes", dice el motorista, quien precisa: "Ahora daría igual, porque como está el petróleo no se puede salir a la mar".
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