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La rumba de Peret calienta el último día del festival de música BAM

El público barcelonés se entregó al artista

Los barceloneses se echaron el pasado fin de semana a la calle para festejar la Mercè, y el festival de música BAM fue una de las iniciativas que mayor número de fieles congregaron. Si el viernes por la noche el BAM fue indie y juvenil, con las actuaciones de Cinnamon, Baxendale y Jimi Tenor, entre otras, el sábado se hizo popular, al menos en el escenario de la plaza de la Catedral, donde el público entronizó a Peret gracias a que unos músicos que podrían ser sus nietos han decidido rescatar su memoria y sus canciones. Fue una noche caliente y mediterránea.Él no faltó a la cita. Compareció con una camisa estampada y esa proverbial labia del vendedor de ilusiones que sabe que tiene al comprador en el bote. No importó que problemas técnicos y de organización retrasasen más de una hora el inicio de su concierto, pues estaba escrito que la noche iba a ser suya. Y si la técnica no le hizo sombra, menos aún los artistas que le precedieron en el escenario. Tonino Carotone abrió plaza con su canción italianizante y su aire esperpéntico y callejero. Luego unos espléndidos Dusminguet apretaron el acelerador de la fiesta con su música mestiza y pachanguera, estupendo aperitivo para lo que después vendría: la banda cantó con Peret los primeros temas del recital de éste último. Canciones como Mig amic y Sonajero resultaron idóneas para calentar un BAM que no quiso fiar su pegada sólo al pop afligido que había sonado en la plaza del Rei gracias a dos formaciones británicas (Piano Magic y Montgolfierd Brothers), cuya música se explica con los índices de pluviometría de su país en la mano. No, en la plaza de la Catedral no llovió, allí lució el sol aunque era de noche.

Lo hizo con un Peret convertido en patriarca al que todos rindieron pleitesía, desde Mastretta a Macaco, de Tonino a Malú, de Amparo a Dusminguet. Algunas versiones del rumbero resultaron chocantes, sin ir más lejos los aires de swing aplicados a Saboreando, pero la memoria popular rescató los estribillos de rumbitas clásicas como Borriquito, Una lágrima, Amor a todo gas y El gitano Antón.

Luego la noche siguió en la estación de Francia, completamente abarrotada de un público que acudió a ella una vez concluida la música en los demás escenarios. Y con el cuerpo aún caliente tras la actuación de Peret, el house sensualote de los franceses Superfunk se encargó de rematar al personal. Le Hammond Inferno cerraron el cartel y ya sólo quedó hacer colas en el metro para volver a casa.

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