Viena expone cien retratos de mujeres del pintor Gustav Klimt
La Galería Austriaca defiende la propiedad de cinco obras expoliadas
El pintor Gustav Klimt (1862-1918) era el retratista preferido de las damas de la adinerada burguesía vienesa. A las mujeres en los albores de la emancipación femenina y a la visión que el artista tenía de ellas, la Galería Austriaca, situada en el barroco palacio de Belvedere, dedica una exposión con un centenar de pinturas y bocetos del artista. La muestra, abierta desde ayer y hasta el 7 de enero, incluye también, a modo de orientación, retratos de mujeres de algunos de sus contemporáneos, como Manet, Schiele, Kokoschka y Munch, además de un retrato de Velázquez.
Litigio
Klimt, líder y fundador del grupo Secession, colectivo de artistas modernistas, fue un pintor de vida opulenta. Cuando el Imperio Austro-Húngaro estaba agonizando, cuando Freud descifraba el sueño, Schönberg revolucionaba la métrica musical y el arquitecto Adolf Loos publicaba su manifesto Ornamento y delito, Klimt era idolatrado tanto por los vanguardistas menos convencionales como por la poderosa oligarquía.Pero sobre todo lo adoraban las mujeres de carácter independiente, que fueron sus musas, modelos, mecenas y amantes. Él las deseaba, a veces las amaba, las pintaba orgullosas, elegantes y eróticas, con sus ojos grandes y piel pálida, en entornos planos de ricas texturas, en decorados de oro inspirados en los mosaicos de Ravenna, casi convertidas en iconos.
La exposición abierta ayer presenta también otros retratos de mujeres de artistas contemporáneos, como Manet, Schiele, Kokoschka y Munch. En el montaje llama la atención la presencia de La infanta María Teresa, pintada por Velázquez. El visitante se pregunta cómo se coló aquí un cuadro de 1653. La respuesta es inmediata: a su lado cuelga el retrato de Fritza Riedler, de Klimt, que no esconde su inpiración en la figura de la infanta. El pintor austriaco solía comentar con ironía que "no existen más que dos pintores: Velázquez y yo", tal era la afinidad que sentía por el maestro español y por sí mismo.
Klimt no era dado a la escritura, por eso, aparte de sus cuadros, quedan pocos testimonios de las opiniones de aquel hijo de un modesto artesano inmigrado de Bohemia, que con sus desenfadados modales, su mirada penetrante y su descomunal carisma resultaba exótico en los ambientes de élite. "Parece un fauno divertido", escribió Arthur Schnitzler, que frecuentaba los mismos círculos. Para Alma Mahler (1879-1964), Klimt fue su primera aventura erótica, un amor que no llegó a mayores por la diferencia de edad entre ambos.
Una sombra pesa sobre esta exposición, que como primera retrospectiva de Klimt en Austria desde 1962, es orgullo de la Galería Austriaca, propietaria de la mayor parte de sus obras.El problema es el litigio en torno a cinco lienzos que fueron confiscados por los nazis a sus antiguos propietarios. Casualmente defiende la causa el abogado Randolf Schönberg. Desde Estados Unidos, el nieto del compositor vienés demanda al Estado austriaco por no devolver las obras o restituir su valor, calculado en 24.000 millones de pesetas, a la heredera Maria Altmann. En 1912 Adele Bloch Bauer, esposa de un rico industrial textil judío, se hizo retratar por Gustav Klimt. Ella falleció en 1925. Su marido, que también había comprado cuatro paisajes al pintor, murió exiliado en Suiza en 1945, después de ser perseguido y desposeído de todos sus bienes por los nazis. Su sobrina Maria Altmann, residente en Estados Unidos, no comprende ahora que Austria no le restituya las obras robadas. Pero la Galería Austriaca se considera legitimada a retener los lienzos, de acuerdo a un testamento escrito en 1923 por Adele Bloch Bauer, en el que ella pide a su marido que, al morir él, disponga que los cuadros pasen a ser propiedad de la Galería Austriaca. Alrededor de este testamento gira la discordia.
La procedencia de varias obras de Klimt es incierta. Muchas de sus modelos y mecenas fueron mujeres emancipadas de la alta burguesía liberal, judías que tuvieron que huir o perecieron en el genocidio. De varios retratos han desaparecido los nombres propios. Entre los nazis se cotizaban mucho los cuadros monumentales y ornamentales de Klimt.
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