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Tribuna:LAS MANIFESTACIONES SAN SEBASTIÁN
Tribuna
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La verdad menos uno

Replica el autor las razones dadas por el consejero de Interior sobre la actuación de la Ertzaintza el pasado viernes en San Sebastián.

En una charla que dio hace muchos años el gran filósofo y poeta Giuseppe Lanza del Vasto, tenaz luchador no violento contra toda forma de injusticia y tiranía, le oí una definición de la mentira formulada en la frase que da título a estas líneas: "No hay peor mentira, más sibilina y elaborada, que la verdad menos uno. Tiene tanta proporción de verdad, está tan cargada de razón, que, por lo general, cuela. Y a partir de ahí, la pequeña dosis de mentira, el menos uno que contiene, comienza su labor de zapa para contaminar y pervertir al resto de verdades que la acompañan". Me ha venido a la memoria al leer el artículo titulado La razón moral y la razón legal, publicado el domingo en varios medios por Javier Balza, en el que el consejero de Interior del Gobierno vasco trata de sacudirse las críticas que le han llovido por la increíble y censurable actuación de las fuerzas del orden público a sus órdenes en los incidentes de la tarde-noche del pasado viernes, día 15, en la calle San Martín de San Sebastián.El consejero, para dejar claro que es sensible a lo ocurrido, comienza por echar una dosis de jabón a los pacifistas que protestábamos por el intento de asesinato de José Ramón Recalde, declarando que nos asistía la "razón moral", evanescente criterio que entraba en pugna con la "razón legal" que al parecer tenían los contramanifestantes con los que nos topamos, en claro intento, como tantas otras veces, de cortarnos nuestro recorrido y restregarnos por las narices que ellos son dueños de la calle y pueden apoyar y celebrar cuantos crímenes les de la gana. Javier Balza esgrime una serie de argumentos para explicarnos cómo su corazón partío se debatía entre dos pulsiones: la simpatía que le inspirábamos los pacifistas a los que nos repugnan todas las muertes, pero que no teníamos permiso para estar allí, y la severidad con la que juzga a los patriotas que desearían vernos a todos muertos pero que sí tenían la pertinente autorización.

Bien, pues en esa sarta de razones es donde advierto la presencia de esas "verdades menos uno", vaselina con la que se nos quiere administrar un supositorio aparentemente medicinal pero cargado en su alma con grandes dosis de veneno. Primera afirmación de Javier Balza: "La otra manifestación poseía la razón legal. Era una marcha comunicada conforme a la ley, que transcurría sin ningún tipo de incidente por su recorrido hasta que se produjo el enfrentamiento". Verdad menos uno. Deja entrever que los incidentes los empezamos nosotros, por estar allí donde no debíamos, y que somos los pacifistas los que vamos provocando. Pero como la cosa le parece demasiado fuerte, el siguiente párrafo lo dedica a ensalzar el coraje del ciudadano anónimo que decide manifestarse contra el terror.

Luego, Balza trata de responder a las duras críticas (según él injustas) que se han proferido contra la Ertzaintza y su departamento, ejerciendo su derecho, que nadie le va a negar, a criticar a su vez tales manifestaciones. La batería de verdades menos uno que ahí se perciben es impactante. Para empezar, el consejero dice: "Critico a los líderes de esa manifestación", que al parecer conocen las leyes y que no las han cumplido, impidiendo que el Departamento de Interior organice los recorridos y evite los incidentes de orden público que se producen. (...) Pero, ¿qué es eso de "líderes de esa manifestación"? La concentración de la Plaza de Guipúzcoa, a las ocho de la tarde del día 15, sí fue convocada por algunas organizaciones, pero no así la manifestación que se puso en marcha de manera espontánea (estamos más que hartos de tanto silencio, de esa supuesta mansedumbre que algunos otorgan como principal y errónea virtud al pacifismo) hacia la Casa del Pueblo, que está en línea recta desde donde nos encontrábamos, sin más trazado de recorrido que el lógico de ir desde un punto a otro. No había "líderes" de ningún tipo, como no los hubo en las manifestaciones por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, producto aquéllas, como ahora ésta, de la indignación y el hastío de tener que convivir con la repugnante barbarie que jalea el crimen, se ríe en los funerales y lanza escupitajos de vileza inconcebible sobre el dolor de sus víctimas.

Tampoco había, por lo tanto, "algunos ciudadanos que encabezaban y dirigían esa manifestación" a los que Javier Balza critica severamente por negarse a aceptar las razonables alternativas que les ofrecían los mandos de la Ertzaintza. Otra verdad menos uno. Esas prudentes opciones, probablemente sugeridas por su jefe, a quien los mandos de la Policía comunicaban la situación por teléfono, amargándole tal vez la cena (los que estábamos allí ya habíamos renunciado a la nuestra), consistían en que los pacifistas cediéramos amablemente el paso a la manifestación "legal"; que viésemos sin decir esta boca es nuestra cómo se pavoneaban lanzándonos a la cara sus amenazas mientras les hacíamos un pasillo para que circulasen. Naturalmente, como somos unos cabezotas que no queremos dialogar, la tal solución nos pareció una burla y nos resistimos a ella, sin obedecer a ninguna "cabeza", ni "dirigente", ni "líder" que por allí no había, momento en el que comenzaron los incidentes de resistencia a la Ertainztza, cuando fuimos rellenando el hueco que pretendían vaciar con dos hileras pretorianas de escudos antidisturbios y haciendo que los efectivos sudaran un poco sus sueldos, desalojando en volandas a quienes optamos por la sentada indignada en lugar de la cívica "circulen" que pretendían en cumplimiento de las órdenes de su superior jerárquico.

Javier Balza también critica, ¡cómo no!, a los medios de comunicación que "en lugar de información objetiva, transmitían falsedades tales como que la Ertzainza 'cargaba y agredía a los pacifistas', cuando únicamente se levantó del suelo a unos pocos ciudadanos". Otra verdad menos uno. Los medios informativos hacían lo que era su deber en medio de aquél increíble rifirrafe. Decían que la Ertzaintza "cargaba" contra los pacifistas y eso es lo que hicieron ante nuestro estupor y el de todos los que oían las fieles retransmisiones. Y hubo contusionados, que tuvieron que ser atendidos por médicos que estaban entre nosotros. La actuación de la Ertzaintza es profundamente criticable, a despecho de lo que ha afirmado el secretario Institucional de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren. Aunque en honor a la verdad haya que añadir que la carga de la Policía tuvo que ser ejecutada por policías, esto es, por seres humanos y no robots, que empujaron, arrastraron por el suelo, dieron fortísimos empellones tratando de vulnerar nuestra obstinada resistencia a permitir el paso a los amigos del crimen, levantaron a gente agarrándolos por brazos y piernas (en algunos casos con pocos miramientos), pero también vimos gestos de enorme turbación por su parte, intentos de diálogo, atención a los contusionados, etc. No aporrearon, lo que hubiera sido el colmo y habría sumido en más descrédito todavía a un cuerpo de seguridad que tiene un aprecio popular bastante cuestionado por culpa de sus dirigentes.

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Hay más perlas, como cuando dice: "Espero que los habituales manipuladores no caigan en la tentación de acusarme de equidistante por estas reflexiones. Mi manifestación siempre ha sido y siempre será la que defiende la libertad y condena a ETA". Ya. Otra verdad menos otro uno. El consejero quisiera que estuviésemos sumidos en una piadosa amnesia de sus palabras cuando solicitó compensaciones para la banda por la detención de una de sus dirigentes en el tiempo en que la falsa tregua estaba en supuesto vigor, como tampoco olvidamos las famosas "chiquilladas"(Xabier Arzalluz dixit) que no cesaron en ningún momento y que tanta diversión siguen procurando a la sociedad vasca.

Continúa Javier Balza: "La Ertzaintza, ante los lemas y gritos apologéticos de la violencia proferidos desde la manifestación inicialmente legal (...) ordenó su disolución". Ahí la verdad tiene tantos menos uno colados que nadie de los que estuvimos allí podemos leer ésas líneas sin que se nos atragante semejante manipulación (esta vez sí) de los hechos. La manifestación de los patriotas tenía permiso, dice Balza. ¿También lo tenían para gritar esa infamia de "¡ETA, mátalos¡", aparte de los goras de rigor, esos legionarios vivas a la muerte (de los demás, claro). Vamos a ver; si los componentes de una manifestación autorizada se dedican a romper escaparates y al saqueo de sus contenidos, ¿la Ertzaintza no tendría que intervenir para impedirlo? Es que eso sería un delito, se argüirá. Pues amenazar de muerte también lo es, invalidando cualquier permiso que se tenga para estar allí. Un derecho no puede arropar la conculcación de otro derecho.

La manifestación pacifista llegó a la calle San Martín, aproximadamente a las 8.30 de la tarde. Los gritos apologéticos de la violencia los pudimos oír bien claros hacia esa hora, pero la Ertzaintza no actuó. Dos horas y media más tarde, sin que se dejaran de oír semejantes ladridos, la Policía cargó, sí, pero primero contra nosotros que gritábamos cosas como "sin pistolas no sois nada", o "¡Apología, apología!", señalando con el dedo a los de enfrente, para orientar a la paciente Ertzaintza, cuando oíamos las habituales y criminales lindezas (ahora que lo pienso, a lo mejor cargaron contra nosotros por acusicas). Sólo a partir de las doce de la noche, destrozados por casi cuatro horas de resistencia al desalojo, pudimos ver cómo la Policía vasca disolvió a los contramanifestantes autorizados, utilizando una argucia que a muchos nos pareció un verdadero escarnio. Ya no era el día 15. Estábamos en el 16 y para ese día la famosa "manifestación legal" ya no tenía derecho de estar allí. ¡A buenas horas, mangas verdes; o casco-gorris, por actualizar el dicho!

Por último, la afirmación de Javier Balza de que la abnegada actuación de sus efectivos tuvo "como premio graves amenazas desde una manifestación y críticas interesadas desde algunos dirigentes de la otra" contiene también esos elementos positivos y negativos dentro de una pretendida verdad que se está aireando. Efectivamente, una manifestación profirió gravísimas amenazas contra la Ertzaintza..., y contra todos los demás. En cuanto a las "críticas interesadas" de los supuestos "dirigentes" de la nuestra, habría que rogarle al consejero que se apee de una vez del carro del victimismo, tan caro a su partido. Allí nadie teníamos "interés" en criticar a nadie. Es más; estamos deseando que de una maldita vez los nacionalistas como Javier Balza nos tomen en cuenta a los que no lo somos, como miembros reales de una sociedad real, tal como muchos pensamos que nadie puede, de ninguna manera, marginar a los nacionalistas cuyas legítimas y civilizadas opiniones difieran de las nuestras; o sea, sin empujones por parte de nadie.

Raro país éste en el que se protege un criminal fanatismo que cuenta con adhesiones y comprensiones, y en el que algunos intentamos vivir al amparo de unas leyes que por estos pagos sufren unas extrañas derogaciones espurias que impiden a unos la tranquilidad de la que gozan otros, estando tantos sometidos a un estado de indefensión merced a responsables políticos como Javier Balza, cuyo interés máximo no es el que pretende en su artículo, la armonización de "la razón moral y la razón legal". Sus prioridades son harto conocidas: en lugar destacado, las directrices de su partido, el empeño empecinado en tender puentes hacia quienes no cesan de amenazar y boicotear a la sociedad en pleno. Y muy secundariamente, como función accesoria y tentada con evidente desgana, la que debería ser cometido principal, por el cual se le paga a él y a sus subordinados: la seguridad ciudadana, la protección de los que nunca volcamos contenedores, incendiamos autobuses, destrozamos sucursales bancarias, apedreamos concejales ni emborronamos paredes con dianas y pintadas. Ni siquiera con minúsculas.

Fabián Rodríguez es escritor.

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