La indignidad JOSÉ M. PORTILLO VALDÉS
Afirma el autor, que día tras día el fascismo vasco señala objetivos, mientras algunos miran hacía otro lado.
Cuando el fascismo vasco ha atacado violentamente, con tregua o sin ella, a personas que han querido usar de su libertad para oponerse a la dictadura abertzale en este país, ha habido quien ha preferido silbar y mirar para otro lado, como si nada serio estuviera pasando. Bastaba con decir que, claro, como eran unos "inmovilistas" pues pasaban estas cosas. Atacaron una y otra vez la librería Lagun, de María Teresa Castells, esposa de José Ramón Recalde, lo mismo que la vivienda de José Luis López de La Calle. A José Luis lo asesinaron luego los fascistas y lo mismo han intentado hacer con José Ramón. Entonces, todos los que miraron con disimulo hacia otro lado, el que dijo creyendo que hacía una gracia que aquéllos ataques no eran sino "chiquilladas", lo sienten mucho y aparecen muy compungidos. No dudaré de la sinceridad de su dolor ante la barbarie mayúscula, pero tampoco me olvidaré, creo que nadie olvidará, la indignidad previa.Los que disimularon, los que hicieron sus gracias, han caído en la indignidad más tremenda: han mantenido, y comparten aún, pactos políticos con los fascistas. Horas antes de que ETA intentara asesinar a Recalde, todavía se permitía Javier Arzalluz una de sus gracias diciendo que parece más difícil encontrar droga en un barco que detener a personas de "la izquierda abertzale". Puede este dirigente meterse sus gracias por donde le quepan (si es que hay hueco capaz de albergar tanta indignidad), porque lo cierto es que ETA ha respondido a esas detenciones cual si, en efecto, fuera un golpe dirigido a ella misma. Ya está bien y basta ya en Euskadi de tanta indignidad acumulada, de tanto soportar pactos con fascistas por el bien de la patria y de tanto darnos la murga con el "conflicto", el "contencioso", su antigüedad de no sé cuántos años y su íntima relación con el terrorismo fascista. Basta ya, porque el fascismo vasco está liquidando físicamente a quienes le estorban, mientras el nacionalismo vasco, PNV, EA y ELA, siguen estando, "congelados" o de otra manera, en tratos políticos con los fascistas. Repito que no dudo de la sinceridad del dolor que expresa el lehendakari Ibarretxe cada vez que los ataques previos se convierten en asesinatos, pero ¿cuándo va a anunciar que él no va a seguir siendo lehendakari en nombre de unos partidos que continúan estando en la comisión permanente de un pacto firmado con el fascismo vasco?
Si desde el nacionalismo vasco se sigue insistiendo en la doctrina de que terrorismo y "conflicto" caminan al mismo paso, se continuará profundizando en la enorme sima de su indignidad y continuará el fascismo vasco campando a sus anchas. Recuerdo que en un encuentro celebrado en Sabin Etxea, un filósofo de la Universidad de Madrid, con tanta presunción que aseguraba no leer periódicos para no contaminarse, defendía con ahínco la existencia del maldito "conflicto vasco" como causa del terrorismo. Alguien del público preguntó en qué consistía tal "conflicto" y, tras intentar pasar la pregunta a otros ardientes defensores de esta misma doctrina, nadie fue capaz de decir una sola frase para contestar. Pues bien, es esta insistencia, tan repetida por el nacionalismo y empezando por el propio lehendakari, en que tras el terrorismo hay un conflicto, lo que está alimentando al fascismo vasco. Que le explique el nacionalismo a Teresa Castells que a su marido le han intentado asesinar por el "conflicto". Esa y no otra es la doctrina del pacto de Estella: que la anexión de Navarra y parte de Francia, que la revisión de nuestro ordenamiento político según el gusto de la ideología nacionalista, debe entenderse como "el conflicto". Llevamos dos años conviviendo con esta mentira, instalada en nuestras instituciones a través del pacto con el fascismo vasco, y oyendo día tras día que así se es como se conseguía civilizar a HB y dejar inactiva a ETA. Ni lo uno, ni lo otro, y día tras día el fascismo señalando objetivos, mientras algunos silbaban y miraban hacia otro lado o hacían sus gracias, y luego ETA empezaba a liquidarlos.
¿Qué es lo que ha conseguido con esta indignidad el nacionalismo y qué país va a dejar tras su paso por la Lehendakaritza Juan José Ibarretxe? El Parlamento paralizado, la Universidad, la enseñanza media, la judicatura y la prensa bajo amenaza permanente; la política local atenazada por el miedo a ser representante de un partido no abertzale ("estatalista" "dirían los graciosos); los empresarios ante la alternativa de dejarse robar o pagarlo con la vida; una parte importante de nuestra sociedad dispuesta a irse a vivir (es literal: a poder vivir), fuera del país, aunque también ante esto Anasagasti se permitía ser un graciosillo. Pero, sobre todo, un país donde ante el fascismo algunos siguen mirando hacia otro lado y manteniendo sus pactos con los fascistas mientras el terrorismo sigue asesinando, o intentando hacerlo. Es una indignidad.
José María Portillo es profesor de Historia Contemporánea de la UPV-EHU.
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