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José Bové

Miguel Ángel Villena

Dentro de poco tiempo pedir tapas en un bar se convertirá en un acto revolucionario, en un auténtico desafío a la globalización. De hecho, un tribunal de Millau, en el sur de Francia, acaba de condenar a José Bové a tres meses de cárcel por causar desperfectos en un restaurante McDonald's. El líder campesino francés señaló el pasado miércoles, tras conocer la sentencia, que "los jueces de Millau no han comprendido nada de lo que ocurre a su alrededor, en Francia y en el mundo". En paralelo con el proceso a Bové, un informe de la Unión Europea subraya que los países meridionales están abandonando la siempre elogiada dieta mediterránea y se han pasado, armados de tenedor y de cuchillo, a ese tipo de inclasificable hamburguesa que chorrea química por los bordes del pan. Por ello, las protestas de Bové apuntan al corazón, o mejor dicho, al estómago del sistema. En realidad, este símbolo de la lucha contra la Organización Mundial del Comercio apela al espíritu de aquella simpática consigna que cantaba Coca-cola asesina, carajillo al poder.Paso a paso, día a día, el verdadero pulso de la política se libra en la vida cotidiana. Gustos musicales, aficiones cinematográficas, dietas alimenticias, ropas de moda y hábitos de consumo dibujan un panorama donde la diversidad pugna en una desigual batalla contra la uniformidad. Con el estandarte de su chauvinismo los franceses intentan sobrevivir a una avalancha cultural que amenaza con eliminar las disidencias. Esta actitud explica que el país vecino defienda con uñas y dientes su cine, sus canciones, sus frutas o sus vinos. Que Bové reivindique en sus incendiarios discursos el queso de Roquefort puede sonar a opereta, pero coloca en la picota toda una organización del mundo. No es casual que Un trago de cerveza y otros pequeños placeres, un delicioso ensayo publicado por Tusquets, haya sido escrito por otro francés de nombre Philippe Delerm. Los economistas de Wall Street o los ejecutivos de Hollywood no suelen incluir esos libro entre sus lecturas ni acostumbran a tomar Roquefort.

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