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El gigante con pies de barro

La avería eléctrica que, el pasado fin de semana, obligó a detener el funcionamiento de una de las instalaciones atómicas más importantes de Rusia no tuvo consecuencias importantes, de ser cierta la información que ayer se facilitó con cuentagotas desde fuentes oficiales rusas. Pero llovía sobre mojado, como remate a un verano en el que se ha puesto de manifiesto lo que, por otra parte, es un secreto a voces: que Rusia es un gigante con pies de barro.En apenas un mes se ha venido abajo el mito de que, incluso en plena crisis, las Fuerzas Armadas rusas están en condiciones de mantener el estatuto de superpotencia, levantado a costa de grandes sacrificios en tiempos soviéticos para plantar cara a Estados Unidos.

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Las circunstancias que rodearon el naufragio del submarino nuclear Kursk y las fracasadas operaciones de rescate de su tripulación mostraron que la flota de sumergibles atómicos no es ya fiable, ni siquiera en sus modelos de última generación, como el que se fue al fondo del mar de Barents.

Por si no era suficiente desgracia, se incendió luego la torre de la televisión en Moscú, precisamente cuando se estudiaba ampliar su altura para que volviese a ser la más alta del mundo, una primacía que le había robado la de Toronto (Canadá). La dura realidad no estaba para reconstruir el orgullo nacional a base de metros. El presidente Vladímir Putin, cuya falta de protagonismo resultó pasmosa en la crisis del Kursk, no pudo hacer otra cosa tras el incendio de Ostánkino que admitir que las infraestructuras del país se encuentran en un estado lamentable y prometer que hará todo lo posible para mejorarlas. El alto precio del petróleo en el mercado internacional hace medianamente posible lo que dos años antes habría sido una utopía.

Lo ocurrido ahora en los Urales no hace sino aumentar la inquietud por lo que pueda pasar con las centrales y el arsenal atómico, ya sea por acciones terroristas o por simples accidentes. Este verano maldito ha hecho que las afirmaciones de que no hay motivo de alarma no sirvan para tranquilizar a nadie.

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