La suerte adversa de una comarca

Los vecinos del Campo de Gibraltar comprobarán cómo esta semana se inician los trabajos para la construcción de la autopista Guadiaro-Estepona, quedando así, en el futuro, enlazada esta comarca con la Costa del Sol. Lo que inicialmente debe entenderse como una buena noticia para todos, por lo que supone de mejora de las infraestructuras, no deja de ser un hecho más que viene a confirmar el destino que parece determinado para esa zona: los usuarios de esta vía tendrán que pagar para disfrutar de un fácil acceso.De esta forma, la provincia de Cádiz quedará conectada a Sevilla y Málaga por sendas autopistas de pago. No está nada mal para un enclave que registra las mayores tasas de paro de todo el país y que comprueba con escepticismo cómo se anuncian ambiciosos planes de inversión que aún están por ver.

Es, sin duda, un agravio más que unir a una larga lista de adversidades que se suceden, sin exageración de ningún tipo y que sitúan al Campo de Gibraltar en uno de los núcleos más desfavorecidos a pesar de sus potencialidades y realidades como son, por ejemplo, el superpuerto de Algeciras o la industria.

De modo que lo de la autopista habrá que agregarlo a lo que ya han sufrido recientemente sus vecinos con los vertidos contaminantes, la colisión de buques, naufragios de pateras, colas kilométricas de vehículos en sus ya saturadas carreteras, la droga, y ahora, por si faltara algo, el submarino nuclear Tireless.

Todo hace indicar que deberemos aceptar con resignación, y apenas información, que se repare aquí mismo, en el considerado "vientre de Europa". Los gibraltareños dirán sí a la operación este martes, por lo que habrá de tragarse sin rechistar ese insólito argumento de la imposibilidad técnica de su remolque a Reino Unido, cuando los gaditanos están hartos de ver cómo se trasladan desde su litoral hasta las procelosas aguas del mar del Norte, gigantescas torres petrolíferas e incluso tramos enteros de puentes, como el que une Suecia con Dinamarca, y sin temor, a que se rompa el cable, tal y como advierten ingenuamente las autoridades españolas en relación a los riesgos que conllevaría una actuación similar con el submarino averiado.

El Gobierno de la nación tiene con este asunto una situación realmente difícil que solventar. Su papel, desde luego, no va a salir muy favorecido en un momento en el que los populares comienzan a notar los efectos de la subida de los carburantes o las hipotecas, así como las quejas por las previsiones inversoras del Plan Hidrológico.

Así que, para salir del atolladero, que mejor que la manida Ley de Cajas de Ahorros. Al PP le vino muy bien en el inicio de esta legislatura. Logró enredar a los socialistas lo suficiente como para dar la sensación el Gobierno andaluz de no tener más problemas ante sí que éste.

Ahora vuelven a la carga con la propuesta que plantearán en el primer pleno del Parlamento andaluz tras las vacaciones. Mientras tanto, los presidentes de las cajas sevillanas, José Manuel López Benjumea e Isidoro Beneroso, ya tienen la excusa de oro con esa falta de acuerdo político previo entre PSOE y PP, para advertir del incierto y arriesgado resultado que pueden tener las nuevas asambleas aún por convocar para adaptar sus respectivos estatutos. Qué trabajo cuesta, a veces, cumplir la ley, vendrá a decir Manuel Chaves quien perfila los últimos detalles del anunciado paquete de medidas con las que incentivar a su Gobierno.

También esta semana es la escogida por nuestros ediles para realizar costosos desplazamientos a la otra punta del mundo, como es Australia. Así ocurre con el alcalde de Sevilla, Sánchez-Monteseirín, o el teniente de alcalde de Granada, Jesús Valenzuela. El primero, para insistir en las opciones de la capital andaluza para ser sede olímpica, aunque la vertiente regional que quiere darle queda ya cojeando tras el desmarque de Málaga. Y Valenzuela, a la espera de conocer los resultados de esta nueva expedición, viene a potenciar su ganada fama de ser el "Marco Polo" de la política municipal andaluza.