La súbita ascensión del hijo de Gaddafi
"Que seamos de nuevo ciudadanos libres es debido a los esfuerzos y a la generosidad de la Fundación Gaddafi, del coronel Gaddafi y de su hijo Saif al Islam (...)". Con la voz cansada por el largo viaje y el cautiverio, Werner Wallert, el alemán recientemente liberado, agradecía con estas palabras, en nombre de todos los rehenes, la labor de mediación del régimen libio para lograr su puesta en libertad.En los barracones de Bab el Azizia, bombardeados por la aviación de EE UU en 1986 en represalia por un atentado perpetrado en Berlín por agentes libios, Wallert pronunció un nombre, el de Saif el Islam, constantemente susurrado durante la negociación. Ésta concluyó, a finales de agosto, con la entrega a Libia por los separatistas musulmanes filipinos de seis rehenes. Otros cuatro fueron liberados ayer.
Gaddafi y su hijo no acudieron a acoger a los cautivos, pero Trípoli y otras ciudades libias estaban engalanadas con carteles y banderolas atribuyéndoles el mérito de haber puesto fin a su cautiverio.
Aunque aceptan de buen grado los agradecimientos, las autoridades libias repiten, sin embargo, hasta la saciedad que no han mediado con los rebeldes musulmanes. Fue la Fundación Gaddafi Internacional de Caridad la que desarrolló la labor de buenos oficios que tuvo un feliz final. Y el presidente de la fundación es Saif el Islam, que, traducido al español, significa Espada del Islam.
En Manila se indica que Rajab Azzaruk, el embajador libio que medió en nombre de la fundación, pagó a la guerrilla filipina entre uno y cuatro millones de dólares (entre 190 y 760 millones de pesetas) por rehén puesto en libertad. En Trípoli se asegura que la organización caritativa sólo se comprometió a poner en marcha proyectos de desarrollo en la zona en la que actúan los musulmanes separatistas.
Haya habido o no rescate, lo cierto es que el coronel que se hizo con el poder en Libia hace ahora 31 años catapultó a su hijo Saif al Islam, de 29 años, al primer plano de la actualidad. ¿Por qué? ¿Proyecta Gaddafi seguir la pauta del difunto presidente sirio, Hafez el Asad, que logró que su hijo Bachar heredase en julio el cargo, o del iraquí Sadam Husein y del egipcio Hosni Mubarak, que tienen, aparentemente, intenciones similares?
La hipótesis cobra fuerza porque a Gaddafi, de 58 años, le ha dado últimamente por insistir en sus discursos en que Libia necesita un jefe de Estado. El país carece de Constitución, y el protoloco describe al coronel como "guía de la revolución", sin atribuirle ningún cargo.
Saif, el primogénito del segundo matrimonio del coronel, causó hace años a Gaddafi algunos quebraderos de cabeza cuando aparecía fotografiado en revistas del corazón en alguna playa italiana rodeado de muchachas en biquini. En una fábula redactada por el propio Gaddafi y publicada en 1993, aludía a los desmanes de su hijo y le incitaba a regresar a casa.
"Los padres presionan a sus hijos para que se queden en sus cáscaras", escribía el líder de la revolución libia. "Adónde vais, niños? ¿Sabéis que los accidentes de carretera matan a muchos niños? No juguéis en la calzada, porque está repleta de malignas basuras. ¡Escapad, escapad y volved a la tierra!".
Saif volvió a la universidad. En la de Al Fateh, en Trípoli, acabó en 1993 la carrera de ingeniería industrial y empezó después a ocupar sus primeros cargos honoríficos. Fue designado presidente de la asociación de lucha contra la toxicomanía, de los boy scouts, de la revista Aníbal. Su nombramiento al frente de la fundación, creada para él y cuyas oficinas están aún medio vacías, tardó un poco más.
Su sed de conocimiento no había quedado colmada en Trípoli. A mediados de la década quiso hacer un máster de empresariales en EE UU, en Canadá o en Suiza, pero sus autoridades le denegaron sucesivamente el permiso de residencia. Acusada de haber instigado, a finales de los ochenta, los mortíferos atentados contra aviones de la Pan Am y de UTA, en los que murieron cientos de pasajeros, Libia estaba sometida a fuertes sanciones.
Al final se matriculó, en 1997, en la International Business School de Viena, la sucursal en Austria de una universidad de California, pero el Gobierno austriaco también rechazó su solicitud de residencia. Su entrada en el país, acompañado de cuatro guardaespaldas y de dos tigres de Bengala -adora a los animales-, no había sido de lo más discreta.
El coronel reaccionó a la afrenta hecha a su hijo impidiendo a los austriacos entrar en Libia. La medida perjudicaba a las numerosas empresas austriacas allí instaladas.Presionaron a Viena y ésta alcanzó un compromiso con Trípoli: el estudiante se quedaba, pero los tigres serían confiados al zoológico de Schönbrunn.
A las amistades femeninas que solía hacerse en cada capital, Saif añadió otra en Viena. Confraternizó con el Jörg Haider, el líder del ultraderechista Partido Liberal, al que le organizó al menos un viaje a Trípoli para reunirse con su padre en una jaima en mayo pasado. En Viena se rumorea que han montado algunos negocios juntos.
Saif al Islam no disimula su aprecio por Haider, al que quiere ayudar a ser canciller. "En las próximas elecciones", afirmaba en mayo en una de sus escasas declaraciones a la prensa, "tiene muchas posibilidades de ser canciller, y haré todo lo posible para apoyarle". Aunque ahora ya se ha reinstalado en Trípoli, asegura que no dudará en hacer "campaña por Haider".
Las gestiones del régimen libio en Filipinas y la entrega a la justicia escocesa de dos agentes libios supuestamente involucrados en la voladura del avión de Pan Am han devuelto a Trípoli algo de decoro, que redunda, en parte, en el presidente de la fundación caritativa. Para que éste acabe de ganarse la respetabilidad necesaria y ser un digno heredero, necesita, no obstante, separarse de las amistades peligrosas que fraguó durante sus estudios.
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