Putin abandona Japón sin fijar un calendario para el acuerdo de paz
Que Japón y Rusia sigan técnicamente en guerra es una de las mayores anomalías que se dan hoy en el planeta, pero el líder del Kremlin, Vladímir Putin, ha concluido sin resolverla su visita al país del sol naciente. Junto al primer ministro nipón, Yoshiro Mori, ha llegado, sin embargo, a una declaración de buenas intenciones: seguir trabajando hasta alcanzar un compromiso sobre la soberanía de las islas Kuriles, la gran barrera que impide desde hace más de medio siglo firmar un acuerdo de paz. Esta vez, sin calendario fijo.
Está claro que el plazo fijado entre Borís Yeltsin y el entonces jefe del Gobierno japonés, Riutaro Hashimoto, en noviembre de 1997, para resolver la disputa vencerá sin resultados concretos; está demasiado cercano, el próximo 31 de diciembre, y la fruta aún no está madura. Tardará en estarlo. Lo último que puede permitirse Putin, que ha hecho del nacionalismo su principal bandera, es que los sectores radicales le acusen de alta traición por devolver las islas."Hemos acordado seguir negociando para resolver el problema de las cuatro islas y concluir el tratado de paz", declaró Mori en la conferencia de prensa conjunta. "Mi punto de vista es que lo que importa no es el plazo, sino la voluntad de ambas partes de resolver este problema tan difícil. Y ambos, Japón y Rusia, tienen esa voluntad", señaló Putin.
La Unión Soviética aprovechó los estertores de la II Guerra Mundial, cuando Japón estaba ya prácticamente derrotado, para apropiarse de cuatro islas que desde Moscú se llaman las Kuriles del Sur y desde Tokio los Territorios del Norte. Los japoneses dan a entender que sus inversiones en Rusia subirían como la espuma si se resolviese el conflicto territorial, y los rusos dan la vuelta al argumento y señalan que sólo la mejora de las relaciones puede crear el clima adecuado para el acuerdo.
Yeltsin y Hashimoto, que desarrollaron una magnífica relación personal, abrieron el camino para una "asociación estratégica", y Putin y Mori, que se han reunido tres veces en dos días, pretenden seguir transitando por él. Pese a algunas manifestaciones antirrusas no muy nutridas, el clima de la visita del líder del Kremlin ha sido cálido. Putin incluso volvió a embutirse en su uniforme populista, en este caso el de yudoka, con el cinturón negro ceñido, y practicó sobre el tatami de un gimnasio el deporte tradicional de sus anfitriones dejándose voltear por una niña de 10 años (a la que luego besó) y volteando luego a un aventajado alumno japonés.
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