Zapateado revolucionario
Vicente Escudero (Valladolid, 1885-Barcelona, 1980). Delgado y elegante, este artista -cuya trayectoria recuerda una exposición que se abre hoy en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona- revolucionó la historia de la danza española de este siglo. El rigor y sobriedad de su baile han marcado a toda una generación de bailarines. Sobre todo a Antonio Gades, su delfín.Escudero se crió entre gitanos en su ciudad natal. Bailarín por encima y antes que todo, fue también pintor, actor de cine, trotamundos, charlista y escritor. Inquieto y provocador, que encaja a la perfección en aquella generación de artistas que vivió apasionadamente los años veinte en París. Sus compañeros de juerga fueron, entre otros, André Breton, Luis Buñuel y Joan Miró, a quien ayudaba lavándole los pinceles. Intimó también con Pablo Picasso y Juan Gris. El cubismo y el surrealismo trenzaron su baile y la libertad su camino.
Su convivencia en 1900 con los gitanos del Sacromonte de Granada le había llevado a la convicción de que en el flamenco no hay misterio ni duendes. Únicamente hay técnica. Hay que estar enterao, solía decir. Su arte empezó a prodigarse entre los cafés cantantes de España en 1907 y posteriormente en actuaciones en el Barrio Latino de París a partir de 1910. En esta ciudad se presentó oficialmente en 1922, en un recital en la sala Gaveau. En 1925, estrenó en el Trianon Lyrique de la capital francesa el montaje de El amor brujo de Manuel de Falla, junto a Antonia Mercé, La Argentina. En 1939 lo bailó en Barcelona con María de Ávila. Los teatros de Nueva York, París y otras capitales europeas y americanas se convirtieron en su hogar. Un hogar que compartió desde 1922 con la bailarina catalana Carmita García, a la que conoció en París y que se convirtió en su pareja de baile y de vida hasta la muerte de ella, en 1964. Fallecida Carmita, otra bailarina catalana se convirtió en su musa: María Márquez, a la que Escudero en sus espectáculos presentaba como "la mejor bailaora del mundo", y quien le acompañó hasta sus últimos días, en un piso de la plaza Reial de Barcelona.
Vicente Escudero vivió con pasión. La pasión que moldeaba su zapateado revolucionario. Cuando las fuerzas debilitaron sus pies, utilizó la palabra y el cante. Su última actuación fue cantando, en 1969, en Madrid. Tenía 81 años.
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