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"Tornarem a llaurar"

Hace unos quince días -el 19 de agosto- un grupo de agricultores representantes de la COAG se concentraron ante la sede del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación en Valencia, para protestar por "las abusivas subidas en los precios de los carburantes agrícolas y fertilizantes". El secretario de COAG-País Valencià, señor Monteagudo, declaró que "el incremento en los precios del gasóleo B y de los abonos, y el del impuesto sobre los hidrocarburos supone ya unas pérdidas de 50.000 millones para la Comunidad". Esta protesta de los agricultores valencianos coincidía con las llevadas a cabo en otras comunidades. Me llamó la atención una pancarta en la que, dirigida seguramente al presidente del Gobierno -no al de aquí sino al de Madrid- se le advertía de que, si no se remediaba el problema, "tornarem a llaurar". Todo se andaría si no fuese porque ya no se puede volver a los procedimientos tradicionales del cultivo de la tierra. No, no "tornarem a llaurar". Ni tampoco, por lo que al cultivo de arroz, que es el que mejor conozco, tendremos que volver a echar mano de las caballerías para xarugar amb la xaruga de rodes, ni para fanguejar, ni pasar l'entauladora ni abandonar las cosechadoras para volver a segar i desbarbar a mano. La mecanización del cultivo -de la mayoría de los cultivos agrícolas- es irreversible. No se puede volver atrás. La energía que proporcionaba el esfuerzo humano se ha sustituído por la que proporciona el gasoil. Y el precio de este carburante se ha subido a las nubes. Y los costes que esto supone para el agricultor no puede ser repercutido en el precio del producto que está tasado por los acuerdos de la PAC comunitaria. Los agricultores -y también los transportistas- solicitan la rebaja de los precios del carburante. ¿Cómo? Rebajando los impuestos que el Estado cobra por litro de gasoil. Es lo que le piden al Gobierno. Los agricultores franceses, que también sufren este problema del aumento del precio de los carburantes, han conseguido que su gobierno atienda sus demandas.Sucede, sin embargo, que el presidente del Ejecutivo, señor Aznar, en su patética y lamentable comparecencia del pasado viernes ante los medios de comunicación, dejó bien claro que de rebajar los impuetos sobre el combustible nada de nada. Los impuestos españoles sobre los gasóleos son los más bajos de Europa. ¡Toma! Y el precio de un café con leche, y el de una coca-cola, y el de un polo de menta. Pero, ¿qué viene a decirnos este señor? ¿Acaso que acaba de descubrirnos el Mediterráneo? Por estos pagos valencianos hace ya mucho tiempo que lo descubrimos. ¿Cuántos veranos necesita venir el señor Aznar a pasar sus vacaciones en Les Platgetes de Oropesa para enterarse? Claro que, como luego se va hacia el interior a comer con los monjes de Silos y a jugar al dominó con los vecinos de Quintanilla de Onésimo -"terra endins ampla és Castella"- se olvida de las brisas mediterráneas. Está claro que al presidente Aznar no le afectan ni le hacen mella, ni el llebeig, ni el llevant ni el garbí ni el vent de fora. Es un castellano viejo: de carácter recio y talante austero. Es decir, un castellano viejo de la España profunda. De la del Cid y la de don Marcelino. Tiene todo su derecho a serlo. Sólo que nosotros, los de la orilla del Mediteráneo, "no som d'aquest món". Del mundo del señor Aznar, claro. Nosotros siempre hemos estado más dentro de Europa. ¡Qué le vamos a hacer!

fburguera@inves.es

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