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Generación NómadaJavier Rodríguez disfrutó de una beca en el Instituto Cubano de Radio y Televisión y realizó allí su primer reportaje

La primera vez, en Cuba IGNACIO VIDAL-FOLCH

Javier Rodríguez es un licenciado en Derecho, nacido en Sevilla hace 35 años, que ha trabajado en mercadotecnia y publicidad hasta que una ocasión inesperada le permitió volver a la Universidad y estudiar periodismo, su nueva profesión. El verano pasado disfrutó de una beca asistencial, a medio camino entre la beca y el voluntariado, en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).En Santiago de Cuba hizo el primer reportaje de su vida. El tema era las bodas en Cuba. El coche en el que se desplazaban por la isla el cámara, el técnico de sonido, el redactor, el productor, el chófer y Javier tenía 64 años de edad. Era fundamental aparcarlo en pendiente cuesta abajo para no tener que empujar al ponerlo en marcha. El locutor quería salir en pantalla fresquito, de punta en blanco, y por culpa del coche de marras acababa apareciendo sudado, sofocado, despeinado.

El reportaje era uno de los cuatro que rueda todos los meses la televisión cubana y entrega, vía satélite, al centro de la CNN en Atlanta. La cadena de televisión de Turner y la televisión castrista tienen un acuerdo comercial. Paradojas del mercado global, pensó Javier. Era asombroso que la periodista-comisaria política que durante su estancia en la televisión cubana tenía que acompañarle a sol y a sombra, se pusiera ante la cámara y dijera: "Teresita Huerta para World Report, CNN, La Habana".

Rodríguez no sólo aprendió reporterismo. Llegó a La Habana con la determinación de vivir como vive cualquier cubano y se instaló realquilado en el piso de una familia donde todos eran santeros. Del trato con ellos ha nacido una amistad profunda -llama a sus anfitriones papi y mami, les telefonea a menudo- y conocimientos en santería, además de un respetuoso cariño por los cubanos y cierta admiración por la dignidad con la que afrontan los imponderables de la dictadura, la autocensura, la nostalgia de "los años en que el oro de Moscú corría por las calles de La Habana", según el dicho de quienes aún recuerdan un periodo de vida fácil y baratísima.

Ese respeto se acentuó cuando se hizo enviar de España un vídeo con la programación matutina de las televisiones privadas, para un estudio comparativo con la programación matutina de la tele cubana.

"La llegada del videocasete fue todo un acontecimiento. Nos reunimos muchos a verlo, y resultó que era un programa de María Teresa Campos especialmente idiota. Comparado con eso, su programa matinal era mucho más correcto y decente. A mí se me caía la cara de vergüenza, pero ellos estaban fascinados por las cuestiones técnicas, las conexiones en directo, los equipos móviles...".

Para mantenerse alejado del prototipo del turista cargado de fulas (dólares), Javier procuró adaptarse a las costumbres locales: "Inmediatamente aprendí a circular por La Habana en camello, un furgón tirado por la cabina de un camión militar, que en verano se convierte en una sauna atiborrada de carne apelmazada, con los cristales velados por el vapor". Aprendió a decir, con el acento preciso, "última persona para la guagua". Se acostumbró a jugar partida tras partida de dominó. Se acostumbró a pasar las tardes de sábado en que no había ninguna fiesta organizada como muchos lugareños, paseando una y otra vez arriba y abajo por el malecón; así se fatiga uno y se asegura de que en cuanto llegue a casa cogerá el colchonazo, el sueño inmediato.

Pero no hubo forma de mimetizarse con los autóctonos. Vivía en pleno centro, cerca del famoso parque Copelia, y cada 25 metros alguien le salía al paso a ofrecerle cigarros puros, ron, mulatas. "Cuando se ponían demasiado pesados les decía: 'Compañero, que no soy turista, yo trabajo aquí'. 'Cómo que trabajas tú aquí, ¿dónde?'. 'Pues en el icereté". Y salían corriendo.

Hay una miriada de instituciones cubanas conocidas por sus siglas, y éstas, ICRT, se cuentan entre las más temidas porque en Cuba un periodista es, por definición, alguien cercano al régimen; y también son de las más amadas porque todo el mundo quiere salir por la tele.

El programa de la ICRT declara que su misión es difundir "una programación diaria de radio y televisión portadora de los valores políticos, ideológicos, sociales, éticos y estéticos de nuestra sociedad socialista", ser "garante de la cultura y la identidad nacional". Es, claro, un vehículo de adoctrinamiento, en el que las noticias de mayor difusión, de vital interés, son todas las relacionadas con el deterioro de la vida en la URSS, de manera que todo cubano tenga siempre presente lo que sucede cuando un país se apea del comunismo.

Pero a Rodríguez le parecían especialmente crueles los discursos: "La gente llega por la noche a casa cansada y con ganas de evasión. Hay poco que cenar. Enchufan la tele para ver el culebrón o el concierto, y sale un tipo diciendo: debido a la petición de muchos camaradas del colectivo tal o cual, repetimos la intervención del comandante... Y te endilgan cuatro horas de discurso de Castro. Como hay dos canales, cambias a ver si hay suerte, pero no; ahí, también soliloquio de Castro".

Asociación Cubana de Trabajadores del Audiovisual. Avenida de la Casita, 22 Habana Vieja. Internacional de la televisión y radio, E-mail: www.tvinter@moralinahabn.es

Consuelo Bautista

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