Lamas, montañas y droga
El Estado de Himachal Pradesh, al norte de India, es punto de peregrinación de aficionados al trekking y también de buscadores de contacto con la espiritualidad budista. La oferta en ambos campos es de primera calidad: paisajes que están entre los más impresionantes del mundo, y la atmósfera importada por el exilio tibetano, a la sombra del Dalai Lama en Dharamsala y McLeod' s Ganj.Himachal Pradesh es uno de los Estados más pobres de India, y para colmo, es vecino de Cachemira y Yammu, donde se libra una larga guerra entre el Ejército indio y las guerrillas islamistas que preconizan la unión a Pakistán, una guerra que ha atravesado por fases de enfrentamiento directo entre las fuerzas armadas de ambos países y que no ha ahorrado su cuota de víctimas entre los montañeros o turistas extranjeros. Esta semana Bal Thackeray, líder del ultraderechista Shiv Sena, ha pedido en Delhi la ley marcial en la zona.
El panorama social de Himachal Pradesh se complica con el cada vez más patente auge del bandidaje ligado a las rutas de la droga. Al este de Dharamsala la situación se vuelve preocupante en ese sentido: zonas como los valles de Manali o de Kullu -donde han sido asesinados los dos españoles- se han convertido ya en paso de grupos de traficantes y asaltantes. Los derrumbes por lluvias y torrentes taponan a menudo unas carreteras de por sí realmente duras, y valles enteros pueden quedar aislados durante semanas: en época de monzón, tal situación pasa a ser endémica.
Con todo, mientras no se demuestre que en el Estado operan guerrillas de carácter político, no será fácil que oficialmente se desaconseje el turismo montañero o religioso. La situación en Himachal Pradesh no es por ahora la de Cachemira, ni siquiera la de Assam o Nagaland, en el extremo noreste de la India, en donde los incidentes armados no tienen tanta publicidad.
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