Ética y estética del motorista
A lo largo de los 20 años (desde que tuve edad de obtener el carné) que llevo practicando como usuario de motocicletas -que no es exactamente lo mismo que ser motero- he tenido la oportunidad de ser testigo cercano del peculiar mundo de imágenes, actitudes, hábitos e incluso valores que rodea a la moto y a sus conductores.No resulta difícil reconocer en la estética motera (cuero, casco, botas, máquina más o menos personalizada y la carretera por delante) relaciones con una mitología variada. Desde Lancelot y demás caballeros del rey Arturo, con su montura predilecta, el yelmo, armadura, etc.; hasta los cowboys solitarios de John Ford o Zane Grey que surcan indolentemente a lomos de su cabalgadura las inmensas llanuras del Oeste americano o los tortuosos y agrestes senderos de las Montañas Rocosas.
Tiene, no obstante, este imaginario particular una cierta tendencia marginal a la derivación macarra, un potencial de deslizamiento hacia los Ángeles del Infierno o, más comúnmente, hacia el niñato de escape libre y conducción temeraria, sin casco o abusando del alcohol (si es peligroso conducir un coche embriagado, una moto resulta imposible y la caída es casi segura), no siendo infrecuente encontrar en cualquier concentración, en ruta o sin salir de nuestras ciudades, ejemplos de la épica motociclista entremezclados confusamente con horteras del más puro estilo. Y lo peor es que a menudo las fronteras entre ambos son demasiado tenues.
Respecto al comportamiento del conductor de motos, tenemos, al menos desde el estreno de la película Easy Rider, con Jack Nicholson, Peter Fonda y Dennis Hopper cabalgando sus harleys al mejor modo On the road, de Kerouak, un claro referente acuñado de personalidad motera.
Se trataría de un ser dominado por el afán de aventura, románticamente aficionado al riesgo solitario, ferozmente independiente e individualista y menospreciador de convenciones y normas sociales, pero en posesión de un sentido ético que le obliga a ser fiel con los compañeros y solidario con los más débiles, en consonancia con ser él mismo el elemento más vulnerable del contexto automovilístico. No deja de ser curioso cómo los motociclistas son los únicos que se saludan al cruzarse en carretera o los primeros en detenerse cuando hay otra moto con problemas en el arcén.
Hay que insistir de todas formas en esa tendencia a la degeneración del modelo original, que se caracteriza por una conducta ostentosamente machista y agresiva tanto fuera como encima de la moto. Gamberros sobre dos ruedas que, descargando su frustración a 200 por hora, confirman la ambigüedad o las contradicciones del universo de la motocicleta.
En todo caso, y para terminar, debo decir que viajar en moto es algo más que una opción por un tipo de vehículo y supone elegir el camino frente al destino, las carreteras secundarias frente a las autopistas y sumergirte en el viento y la naturaleza antes que ser un mero espectador. En fin, ponerle un poco de poesía a la carretera.
Luís Pizarro es portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Sevilla.
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