SEIS AÑOS
- La teoría nominal como chollo. Hola. Morella, comarca de Els Ports, comomwealth del Maestrazgo, Castelló, País Valencià, Regne de València o Comunitat Valenciana, nombre con el que se llamó a la cosa para no llamarla por su nombre. Por el camino desde Benidorm, me he cruzado con la tira de carteles escritos en dos lenguas y en tres normativas ortográficas. Castellano, catalán y valenciano, esa norma ortográfica que se inventó hace cuatro días para que el valenciano no se pareciera en nada al catalán. Si eso se hubiera hecho con el soriano para no llamarlo castellano, hubieran rodado cabezas. Aquí, quizá, ha supuesto la mayoría absoluta del PP. Los bucles melancólicos son la mejor inversión política que uno puede realizar en la Península. Se empieza a extender la idea de que esos bucles son invención y patrimonio de los nacionalismos periféricos. De hecho, son patrimonio de todos los nacionalismos, incluido el español, un nacionalismo más en esta sala, con sus variantes yuyus, como cualquiera. El hecho de que por aquí abajo nada se llame como lo que parece obliga a ser muy astuto. Otras sociedades sólo optan por esa fórmula de relación con la realidad de cintura para abajo -verbigracia: la alocución cariño-tengo-jaqueca, que significa tengo-de-todo-menos-jaqueca-pollo-, mientras que por aquí es full time. Esta marcada tradición peninsular consistente en no llamar a las cosas por su nombre indica que si un día las cosas se llamaran por su nombre, la Península explotaría. Pum. He venido a Morella por sus croquetas -son las croquetas definitivas, extrañas y encerradas en sí mismas con una oblea- y por la fiesta de Sexenni. El Sexenni es una fiesta con que los morellanos se descuelgan cada seis años y con acopio de medios, por lo que a Morella -dos mil y pico ciudadanos- llegan 200.000 visitantes. - El Sexenni como una de las bellas artes. La cosa del Sexenni nació con motivo de unos sucesos acaecidos en 1673. Morella y los pueblos circundantes estaban asolados por la peste. En eso, el Ayuntamiento hizo traer de una ermita próxima la imagen de la Mare de Déu de Vallivana. Como todo el mundo sabe, la imagen fue encontrada por unos pastorcillos en un barranco. La había escondido algún cristiano antes de la invasión musulmana. También, como todo el mundo sabe, fue construida por el Apóstol Santiago, un tiempo antes de construir con sus manos también la Virgen del Pilar. Bueno. Conforme la imagen avanzaba por la ciudad, los enfermos iban sanando. Por voto municipal se decidió homenajear a la virgen cada seis años. De manera que esta mañana, a primera hora, y hasta el día 28, quien se acerque a Morella verá una formidable y extraña fiesta barroca que ha perdurado durante más de 300 años. Gracias a varias condiciones tremendamente humanas. La peste y el terror a la muerte, dos cosas genuinamente humanas, y otra, más impactante y que jamás había valorado como posibilidad: el número 6. La fiesta es tal vez la metáfora de un periodo extraño: seis años. El seis, por lo visto, es la medida del hombre y de la señora o señorita. No se vayan.
- El periodo presidencial de seis años. Estoy en un balcón de Morella, viendo la procesión. El día en que la veo tiene el aliciente añadido de ver desfilar con cirio king size a Eduardo Zaplana, el primer presidente autónomo de color -bronce- en la Península. Ha venido en helicóptero desde una distancia de 200 kilómetros. Más que un presi autonómico, parecía un presi de Harrelson. Bueno. La procesión -bellísima, rara; se la explico mañana a esta hora y en este sitio- avanzaba por las calles de Morella, ante el silencio de los morellanos. Los balcones estaban llenos de familias. De vez en cuando, a un miembro de la familia y del balcón le entraba llorera. Se metía dentro de casa y luego salía más contento que un chinche. La razón, posiblemente, es que pensaba en sí mismo. Y en sí mismo hace seis años. De seis años en seis años, las personas son, progresivamente, bebés, niños, niños con hormonas, hormonas con niños, señores y señoras con novia, con esposo/a, con niños, con niños con hormonas, sin padre, sin madre. Y, finalmente, no son. Una persona y su entorno tiene poco que ver con esa persona y con su entorno hace seis años. La vida es rara. Y cada seis años lo demuestra. Bueno.En un momento dado pasa el epicentro de la fiesta delante de mi balcón. Es la Mare de Déu de Vallivana. Una virgen tan pequeña de tamaño que casi no es. Lo que indica que los morellanos, cuando celebran el Sexenni dedicado a su virgen, igual celebran algo aún más raro. Lo que pasa es que, posiblemente, como en la Península casi todo tiene otro nombre, tendrá un nombre raro. Nos vemos mañana, fecha hasta la cual estaré entregado en cuerpo y alma a los 2.000 kilos de croquetas morellanas que he encargado. Ñam-ñam.
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