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VERANO 2000VERANO SOLIDARIO

Vacaciones en Calabozo

Más que de vacaciones, Álvaro Villén parece que se vaya a cumplir una condena: un mes y un día a Calabozo. El chiste es tan fácil como inevitable. Él sabe que tendrá que sufrir la broma más de una vez cuando vuelva y le explique a sus amistades dónde ha estado, pero lo acepta de buen grado: "Voy allí a desconectar del trabajo y ayudar en lo que pueda a otras personas", afirma.Calabozo no se encuentra, desde luego, en un ninguna funesta prisión. Es una ciudad de Venezuela, de unos 20.000 habitantes, situada en el centro del país. Villén va allí junto con otros 13 jóvenes voluntarios de toda España, asociados de la ONG Servicio al Tercer Mundo (Setem), para colaborar en la construcción de "un centro sociocultural de usos múltiples", formado por un colegio, una biblioteca y varios talleres de formación.

Este granadino nacido en Salar hace 28 años, vegetariano y administrativo de un club deportivo, es uno más de los cientos de jóvenes que cada verano, en lugar de hacer turismo en unas vacaciones relajadas, prefiere coger un avión y marcharse a echar una mano allí donde puedan necesitarla.

Éste no será su primer verano solidario. El pasado año ya descansó de sus libros de contabilidad junto a los ochenta habitantes de un poblado quechua de Cochabamba, en Bolivia. Villén recuerda aquel mes como una experiencia especialmente dura, pero reconfortante. Se fue solo y apenas chapurreando unas cuantas palabras de quechua para comunicarse con los nativos. Pero logró su objetivo: dio clases de matemáticas elementales a los niños del poblado en su propio idioma y, de paso, los fines de semana se convirtió en el fichaje estrella del equipo de fútbol local. "La gente vivía en condiciones muy duras. Durante unos meses se dedican a la agricultura, cultivando papas, maíz y habas. Y el resto del año se afanan en reconstruir los daños que las lluvias provocan en sus casas de adobe", recuerda.

Para poder irse sólo al poblado boliviano, Villén tuvo que demostrar una gran fortaleza de ánimo en los exámenes psicológicos y entrevistas que le realizó Setem, organización con la que colabora desde hace dos años. La organización necesitaba a alguien que no se derrumbara y aguantara un mes en unas condiciones de vida muy diferentes a las que se disfruta en España.

En Cochabamba, además de muchos mosquitos, a Álvaro le picó el gusanillo por seguir ayudando a los que menos tienen y decidió que este verano se marcharía a Venezuela. Aunque tiene muy claro que al primero que ayuda es a sí mismo. "Es muy gratificante para mí. Hay quien cree que vas a echar una mano a los pobres, pero en realidad son ellos los que te ayudan a ti. Te sensibilizan, conoces su cultura y te conviertes en una ventana del tercer mundo para mostrar sus problemas y carencias", asegura el granadino.

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