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Chiapas celebra sin incidentes unas elecciones a gobernador que amenazan el dominio del PRI

Las elecciones para gobernador en el conflictivo Estado de Chiapas, en el sur de México, transcurrieron ayer en calma, con una decidida participación de los indígenas, aunque esta efervescencia cívica no guste a los simpatizantes de la guerrilla zapatista. Sólo queda saber si se cumplen los vaticinios de los sondeos: la amplia victoria del opositor Pablo Salazar sobre Sami David David, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Según los analistas, sería el tiro de gracia para el otrora todopoderoso partido, que gobernó México durante 71 años.

Las nubes de tormenta, que se habían añadido hace días a las ocupaciones de tierras y al desalojo de campesinos indígenas, tanto oficialistas como simpatizantes de los rebeldes zapatistas, se disiparon al inicio de una jornada que transcurrió en calma. Esta asusencia de incidentes significativos no puede, sin embargo, ocultar la tensión reinante en este Estado. Aunque había paz, el fantasma de la guerra entre priístas de bandos distintos, que dejó hace una semana un saldo de 14 muertos y al menos 200 detenidos, se mantiene en el ambiente. Si en suelo chiapaneco las divisiones son muy profundas, también lo son en el zapatismo e incluso en grupos afines a la Iglesia católica.

Muchos indígenas demostraron un gran fervor democrático en sus caminatas hacia las urnas situadas en las zonas urbanas. El líder indígena tzotzil Agustín Vázquez acompañó a votar a unos 500 miembros de la sociedad cívica Las Abejas, cercana a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, tras andar seis horas por los intrincados caminos de Los Altos de Chiapas. Vázquez recordó que algunos de estos indígenas son supervivientes de la matanza de Acteal, el poblado donde en diciembre de 1997 un grupo de paramilitares priístas asesinó a 45 personas.

Refugiados en la comunidad de Xoyep, estos indígenas son simpatizantes de Salazar, quien, según Antonio Gutiérrez, otro de los dirigentes indígenas, "puede ayudar a resolver el problema, a crear las condiciones que permitan a los desplazados volver a sus comunidades y cultivar sus tierras".

Estos miembros de la etnia tzotzil comparten las demandas políticas y sociales del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pero rechazan el recurso a la violencia. "Somos pacíficos, queremos la paz, sabemos que los hermanos zapatistas tienen su lucha, pero nosotros queremos vivir en paz", dijo Gutiérrez.

Las bases de apoyo zapatista, localizadas en un amplio territorio chiapaneco, optaron por no acudir a las urnas. En lugares como Polhó y otros municipios autónomos ni siquiera se permitió la instalación de las urnas. Ayer aún se desconocía el comportamiento de los indígenas simpatizantes del PRI y asentados en zonas del Norte, donde, según organismos defensores de los derechos humanos, operan grupos paramilitares.

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Según los informes oficiales, no se instalaron 11 mesas en zonas de influencia rebelde.

El subcomandante Marcos, líder zapatista, no aclaró en público su opinión sobre las elecciones, lo que fue interpretado en las comunidades indígenas afines como una orden de no votar. De acuerdo con activistas políticos, el jefe guerrillero sostiene que el conflicto guerrillero de Chiapas es un asunto nacional, por lo que debe ser tratado con las autoridades federales; de ahí que no dé importancia a los comicios locales aunque Salazar ha ganado popularidad entre los indígenas marginados. Si se confirman los sondeos previos, Salazar, al frente de una vasta coalición, sustituirá al actual gobernador, el priísta Roberto Albores.

En la simbólica y colonial ciudad de San Cristóbal de las Casas, las mesas electorales no registraron una enorme afluencia, mientras que en la capital del Estado, Tuxtla Gutiérrez, la asistencia fue constante. En los caminos de Chiapas han desaparecido, de momento, los retenes militares. Los habitantes de las perdidas comunidades de la selva, Altos y Norte pueden desplazarse libremente. Los militares permanecen acuartelados desde hace 48 horas, para facilitar el acceso a los centros de voto. Antes de los comicios, organismos defensores de los derechos humanos consideraron que la fuerte presencia de las tropas constituía una intimidación electoral.

Más de dos millones de chiapanecos (alrededor de un tercio de este número es indígena) estaban convocados a las urnas. El abstencionismo tradicionalmente supera el 50%, pero el Consejo Estatal Electoral considera que en estos comicios puede quebrarse la tendencia y alcanzar una afluencia del 70%.

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