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LA OFENSIVA TERRORISTA

El más sangriento de los últimos siete veranos

ETA ha perpetrado ya seis asesinatos desde el 21 de junio. En el periodo estival de 1994 la banda también mató a seis personas, dos menos que en el de 1993

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Desde que ETA selló con sangre el fin de la tregua, el 21 de enero de este año, son ya 11 las personas que han perdido la vida en los 20 atentados perpetrados por la banda terrorista. Y más de 25 las personas que han resultado heridas. Seis de estas muertes, contando las dos víctimas de ayer, se han producido en julio y agosto. La banda ha puesto en marcha la campaña estival más cruenta de los últimos siete años. Ocho personas fallecieron como consecuencia de atentados de ETA en 1993; al año siguiente, fueron seis las víctimas; nadie murió en el verano de 1995 por la violencia de la banda; en 1996 una persona perdió la vida; dos vidas más fueron segadas entre el 21 de junio y el 21 de septiembre de 1997. Y el 25 de junio de 1998, el concejal del PP Manuel Zamarreño moría asesinado. Fue la última víctima de ETA antes de que declarara el alto el fuego. Son cifras lejanas a los 24 asesinatos que ETA cometió en el periodo estival de 1979, según la Asociación Víctimas del Terrorismo. O los 20 del verano de 1980, año en el que los terroristas mataron a 96 personas.Sólo entre los días 8 y 9 del mes en curso, en poco más de 24 horas, la banda terrorista perpetró tres atentados. Uno de ellos en Madrid y dos más, de mortales consecuencias, en el País Vasco y Navarra.

El presidente de la patronal guipuzcoana, José María Korta, de 52 años, era asesinado por ETA el pasado día 8 a las 12.20, al estallar un coche bomba cuando salía de su empresa en Zumaia (Guipúzcoa). Un sistema que pocos días antes había sido reclamado -"contra represión, coches bomba solución"- por los simpatizanres de ETA en una contramanifestación organizada en los jardines de Alderdi Eder San Sebastián frente a la plataforma ¡Basta Ya! Los terroristas habían acechado durante una hora al empresario antes de hacer estallar un coche bomba cuando Korta se disponía a subir a su vehículo.

Seis horas después de cometer este atentado, la banda terrorista hizo explotar otro coche bomba, a las 18.30. En esta ocasión, el escenario de la violencia se trasladó a la calle de Platerías, en Madrid. Hubo 11 heridos, entre ellos dos niños y un guardia jurado que resultó gravemente herido. La explosión no ocasionó una matanza porque la policía pudo desalojar la calle a tiempo tras recibir una llamada anónima que anunció el inminente estallido del explosivo. Nada más terminar de despejar la calle se produjo la detonación, que no evitó, sin embargo, los efectos de la onda expansiva.

Al día siguiente, el 9 de agosto,los terroristas daban otra vuelta de tuerca en su escalada violenta. En la localidad navarra de Berriozar ETA mataba de cuatro tiros a bocajarro al subteniente del Ejército de Tierra Francisco Casanova Vicente cuando se disponía a estacionar su coche en el garaje de su casa. Los terroristas conocían bien las costumbres del militar, que nunca vestía de uniforme. A las 15.15, cuando Casanova se disponía a salir de su vehículo, un terrorista, que lo había seguido hasta su domicilio, le disparó por detrás en la cabeza. Inmediatamente después de escuchar las detonaciones, su esposa y sus hijos, un niño de 11 años y una niña de 7, bajaron al garaje y se encontraron el cuerpo sin vida del militar.

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Estos tres atentados se produjeron tras la muerte, en la noche del 7 de este mes, de cuatro terroristas, entre ellos el ex jeje del comando Vizcaya Patxi Rementeria, al estallar en Bilbao el vehículo cargado de exposivos en el que viajaban.

Julio y agosto han sido los meses de de los coche bomba y las bombas lapa. Aunque el primer aviso de un verano bañado en sangre se produjo el 25 de junio. Una potente explosión sacudió el barrio de Neguri (Getxo, Vizcaya), lugar de residencia de importantes empresarios vascos.

Ya en julio, el día 7, activistas de la banda colocaron una bomba lapa en los bajos de la furgoneta que conducía la hija del hostelero de Ordizia (Guipúzcoa) Juan Bautista Rubio Beloki. El kilo de explosivo procedía del robo de Plevín en Bretaña (Francia).

El día 12 dos terroristas abandonaron un coche cargado con 20 kilos de explosivos en la plaza de Callao, en el centro de Madrid. Tras una llamada de los terroristas, el vehículo explotó a las 6.30 y provocó heridas a nueve personas, además de cuantiosos daños materiales. El reguero de coches bomba y de bombas lapas casi no cesó en las jornadas siguientes. El 16 de julio, un coche bomba hirió a una mujer en Ágreda (Soria). El vehículo estalló frente a un cuartel de la Guardia Civil. Tres días después, una bomba lapa fue adherida por los terroristas a los bajos del coche de José Asenjo, vicesecretario general del PSOE de Andalucía y actual miembro de la Ejecutiva Federal socialista. No estalló.

Sí explotó el siguiente coche bomba, colocado de nuevo en Neguri, frente a la casa de Pilar Aresti, senadora del PP. Las ventanas destrozadas, marcos desvencijados, persianas retorcidas y tejados maltrechos volvieron a verse en la próspera zona residencial. Era el 24 de julio. El 26, el atentado se dirigió contra una persona concreta: Agustín Ramos, concejal del PP de Abadiño (Vizcaya). Su escolta se dio cuenta de que el vehículo de su protegido tenía una bomba lapa. Ramos sólo se quedó sin coche. Pero antes de esta macabra sucesión de bombazos, los etarras lograron su objetivo con el sistema que casi nunca falla. El concejal del PP en Málaga José María Martín Carpena fue abatido a tiros el 15 de julio. Su esposa y su hija fueron testigos del asesinato.

Y tampoco erró el activista que se enteró de que Juan María Jáuregui -ex gobernador civil de Guipúzcoa durante los últimos Gobiernos socialistas y una de las personas que comprometió con sus declaraciones al general de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo- y que se mostró abierto a tender puentes con los partidos nacionalistashabía regresado de Chile, donde trabajaba, para pasar unos días en su pueblo. Era de Legorreta (Guipúzcoa). Cuando, muy cerca, en Tolosa, el pasado 29 de julio, Jáuregui acudió a un céntrico bar a una cita con un periodista de la televisión pública vasca dos terroristas le estaban esperando, desde media hora antes, en la barra del bar. Le pegaron dos tiros y tranquilos se marcharon.Ante esta oleada de violencia, pocos se acuerdan ya del alivio que supuso la declaración de tregua por parte de ETA el 16 de septiembre de 1998, cuatro días después de que partidos, sindicatos y organizaciones nacionalistas firmaran en Estella (Navarra) el Pacto de Lizarra. La única reunión que se produjo entre dirigentes de ETA y los delegados del Gobierno para el diálogo con la banda, el 19 de mayo en Zürich (Suiza), se saldó con una constatación de que las posturas eran irreconciliables.

Una tregua que, a juicio del ministro del Interior, Jaime Mayor, era una trampa, como después admitiría ETA en un comunicado. Un plazo de tiempo en el que, según varios dirigentes nacionalistas, debería "haberse suspendido la justicia penal" y no perseguir a los activistas.

Ya a finales de 1999, sólo 17 días después de dar por concluida la tregua, ETA intentó cometer un atentado de consecuencias imprevisibles. La Guardia Civil interceptó el 20 de diciembre en las cercanías de Calatayud (Zaragoza) una furgoneta, rumbo a Madrid, con 900 kilogramos de cloratita y 50 de dinamita. Dos días después, otra vez la Guardia Civil detectó una furgoneta en Alhama de Aragón (Zaragoza) con una cantidad algo inferior de explosivos.

Pero aunque los terroristas no pudieron hacer llegar los dos coches hasta su destino final, sólo tardarían un mes en alcanzar uno de sus objetivos. El 21 de enero de este año, tras 17 meses sin muertos, un coche bomba cargado con 20 kilos de explosivos estalló en Madrid. El teniente coronel Pedro Antonio Blanco García murió destrozado cuando esperaba su vehículo oficial.

Un mes y un día después, el 22 de febrero, una explosión con coche bamba despedazó el cuerpo del portavoz de los socialistas vascos en el Parlamento de Vitoria, Fernando Buesa, y el de su escolta, el ertzaina Jorge Díez Elorza.

El siguiente objetivo fue la Guardia Civil. Al paso de un vehículo blindado de este cuerpo de seguridad por el barrio de Intxaurrondo, en San Sebastián, el estallido de un coche bomba dejó siete heridos, dos de ellos civiles. Corría el 6 de marzo. Más suerte tuvo el periodista radiofónico Carlos Herrera el pasado 27 de marzo. El escáner de la sede de Radio Nacional en Sevilla detecta el explosivo envuelto en una caja de puros que la banda le había enviado a modo de regalo.

El 7 de mayo José Luis López de Lacalle salió de su casa de Andoain (Guipúzcoa) para comprar los periódicos. Era columnista habitual del diario El Mundo. No los leyó nunca. Un pistolero le disparó cuatro tiros a bocajarro. López de Lacalle había sido uno de los fundadores del Foro Ermua y un militante antifranquista del Partido Comunista de España. La siguiente víctima mortal de los terroristas sería Jesús María Pedrosa, concejal del PP en el Ayuntamiento de Durango (Vizcaya). Recibió un tiro el 4 de junio cuando se dirigía a tomar unos potes. Solía acudir al batzoki, sede social del PNV.

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