El Papa aboga ante dos millones de jóvenes por la pureza del noviazgo y la defensa de la vida
El calor, pesadilla de una concentración que la Iglesia saluda como el fin de la contestación
Dos millones de jóvenes recibieron ayer tarde al papa Juan Pablo II coreando su nombre y gritando "vivas" en la explanada del campus universitario de Tor Vergata (Roma), donde se celebró uno de los momentos culminantes de la XV Jornada Mundial de la Juventud. El Papa defenció la pureza de los novios antes del matrimonio y les animó a impulsar la paz y la vida, incluso a costa de la propia en el nuevo siglo. Durante la espera al Pontífice, la multitud aguantó un calor sofocante (38º y el 80% de humedad) gracias a la distribución masiva de agua embotellada y a las "duchas"improvisadas
Ocho mil voluntarios
Wojtyla llegó en helicóptero procedente de la vecina Castelgandolfo, donde pasa el mes de agosto, al filo de las 19'30 horas. Desde el aire, el Papa pudo contemplar la inmensa masa de cabezas, el mar de brazos que se agitaban saludándole, pocas veces tan numerosos, dicen los expertos, como en esta ocasión, si se exceptúa el encuentro celebrado en Manila en 1991 al que acudieron cuatro millones de personas.Una vez en tierra, el Pontífice entró a pie en el gigantesco escenario, situado en un recinto de 300 hectáreas donde se congregaban los jóvenes, para subirse inmediatamente en el "papamóvil", a bordo del cual recorrió entre el delirio de los presentes el perímetro de Tor Vergata.
Redescubrir la confesión
El Pontífice dijo a los jóvenes que creer hoy día en Jesús es "como un nuevo martirio" y agregó que pensaba en los matrimonios jóvenes y en las pruebas a las que se expone el compromiso de la fidelidad, en las relaciones entre amigos y en la tentación de deslealtad que puede darse entre ellos.
Recordó que a lo largo del siglo XX, jóvenes como los presentes habían sido educados a odiar y enviados a combatir los unos contra los otros. Insinuó que sistemas totalitarios, como el comunismo y que "los diferentes mesianismos secularizados han intentado sustituir la esperanza cristiana para revelarse después como verdaderos infiernos". El Papa animó a los congregados a que no se conformen con un mundo en el que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos o carecen de trabajo.
Un enorme crucifijo de bronce dominaba la entrada del recinto. Al fondo, un estrado de 150 metros de largo, confeccionado en madera de pino -sobre el que se erguía una cruz de 36 metros de altura-, desde el que el Papa presidió la ceremonia.Un concierto, que alternó la música folklórica con la comprometida -hasta se escuchó Gracias a la vida, de Violeta Parra-, entretuvo la velada a los jóvenes que acamparon en Tor Vergata con sacos de dormir, dispuestos a vivir un verdadero "happening" católico hasta mañana, cuando el Papa clausure las jornadas con una misa. El encuentro rompió, efectivamente, casi todos los récords, por número de asistentes, bocadillos o botellas de agua mineral (más de seis millones), consumidas. El ayuntamiento de la capital tuvo que doblar el número de puestos de restauración y reforzar la dotación sanitaria integrada por 300 enfermeras, 38 equipos de socorro, y un hospital de campaña con dos salas de parto.
Los servicios de seguridad y atención a los peregrinos fueron ampliados hasta alcanzar la cifra de 30.000 personas además de 8.000 voluntarios de la organización de las jornadas. A última hora surgió una sombra de inquietud entre los organizadores religiosos, ¿sería suficiente el millón y medio de hostias, ya almacenadas para la ocasión en 38 depósitos bendecidos? Ante la duda, los 10.000 sacerdotes, entre cardenales, obispos y diáconos que impartirán hoy la comunión han recibido órdenes de dividirlas en varios pedazos.
Pero si la concentración ha sido la pesadilla de los responsables de la seguridad de Roma desde que el pasado día 15 el Papa inauguró la Jornada Mundial de la Juventud, la Santa Sede ha manifestado su enorme satisfacción por el éxito del encuentro.El cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité organizador, confesaba su felicidad por la abrumadora asistencia de jóvenes. También el cardenal de Milán, Carlo María Martini decía que esta concentración empuja a revisar su juicio sobre las nuevas generaciones", mientras pronosticaba, al hilo de este encuentro, que "ha terminado el trauma de la contestación".
Martini afirmaba satisfecho que "la Iglesia ya no le tiene miedo a los jóvenes", y atribuía al Papa, uno de los principales inspiradores de las jornadas de la juventud surgidas en 1985, parte del mérito de esta nueva situación. "Esto no es sólo una fiesta. Personalmente siempre he desconfiado de los grandes encuentros por el ruido que producen y su rápido desvanecimiento, pero cuando se reflexiona y se reza nos encontramos con algo que puede durar más, "no es sólo una evasión".También el cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela compartía el entusiasmo, sobre todo por lo que la jerarquía vaticana considera uno de los mayores éxitos de la XV edición de las jornadas juveniles, "el redescubrimiento de la confesión". Rouco ha participado en esta concentración al frente de una representación española integrada por cien mil jóvenes, la segunda delegación por número de participantes después de Italia, el país anfitrión.
El encuentro de jóvenes le ha servido a la Iglesia para sacarse la espina del World Gay Pride (el festival homosexual celebrado en Roma la primera semana de julio). Un evento que, al contrario que la Jornada Mundial de la Juventud, no obtuvo el patrocinio de las autoridades, y quedó confinado en un rincón de la capital.
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