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Desaparecen 120 niños acogidos por familias en Venezuela

Los menores, víctimas de las inundaciones, esperaban a ser reclamados por sus padres

Desde hace más de ocho meses, las familias de miles de desaparecidos por las inundaciones de diciembre pasado viven un auténtico calvario para encontrar a sus deudos ante la indiferencia de las autoridades venezolanas. Es el caso de los padres de 120 niños que fueron recogidos en un centro de acogida habilitado en el mismo palacio presidencial por la mujer de Hugo Chávez. Ahora nadie sabe dónde están. Voluntarios en la búsqueda han constituido la Asociación de Familiares de Personas Extraviadas.

La corriente de lodo y piedras arrastró sin piedad a Luzmila Moy, embarazada de siete meses, por espacio de dos kilómetros aquella madrugada del 16 de diciembre del año pasado. La furia de las inundaciones se ensañó contra el litoral de Caracas, recién estrenado con el nombre de Estado Vargas. Moy encalló en la playa, herida y sangrando, con medio cuerpo enterrado en el barro. Miró a todos lados y llamó con toda su fuerza a su esposo, Aníbal García, de 35 años, a sus hijas Aniluz, de cinco años, y Luisani, de seis, y a su cuñada. "Nadie me respondió", dice con lágrimas en los ojos. La tragedia causó 30.000 muertos, según cifras oficiales, aunque los pilotos que rescataron a los supervivientes dan la cifra de 90.000, además de 250.000 damnificados y 160.000 viviendas destruidas.

Moy, maestra de 35 años, afirma que da por muertos a su marido y a una de sus hijas, "pero no así a la pequeña Aniluz, pues a los dos días de la tragedia unos vecinos llamaron a mis padres para decirles que la vieron viva en La Casona con los refugiados".

En la residencia presidencial La Casona, la mujer del presidente, Marisabel Rodríguez de Chávez, habilitó un centro de acogida de niños que habían quedado sin padres por la catástrofe para distribuirlos provisionalmente al cuidado de familias hasta que pasara la emergencia y aparecieran sus progenitores u otros familiares. La distribución se hizo previa inscripción en un registro del nombre de los niños y las familias a las que fueron destinados. Pero han transcurrido ya ocho meses y nadie los ha devuelto.

Nadie sabe cuál ha podido ser su destino porque el registro ha desaparecido. Se perdió sin ninguna explicación y no hay responsable alguno ni pistas de seguimiento. Luzmila Moy al menos ha descubierto que su hija fue a parar a manos de una pareja norteamericana.

Para organizar la búsqueda de los desaparecidos, grupos de voluntarios han constituido la Asociación de Familiares de Personas Extraviadas, una ONG que dispone de una lista de 273 supervivientes, de ellos 120 niños en paradero desconocido. La responsable de la asociación, Deyanira Ortega, dice que no han recibido ayuda de las autoridades porque la policía y la fiscalía alegan que no tienen recursos para realizar una búsqueda exhaustiva, como vehículos y gastos de movilización. "No entendemos lo que está pasando, cuando sabemos que Venezuela recibió mucho dinero en donaciones extranjeras". Ortega señala que la mujer del presidente "sólo nos ha ofrecido un programa de computación para ver la evolución del desarrollo físico de un niño, porque hemos informado del extravío de un bebé de tres meses que ahora debe tener unos ocho meses".

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No quiere imaginar que los 120 niños desaparecidos estén siendo explotados, como es el caso de José Decaries, de 10 años, que lo vieron vendiendo chucherías en los terminales de autobuses, sino que los padres provisionales se hayan encariñado con ellos y por eso no los quieran devolver.

Dondequiera que se encuentren, los familiares reclaman que los devuelvan. Es el caso de Flor González, de 59 años, cuya nieta, Yordelis Figueroa Perdomo, de 13 años, es lo único que le queda de familia de su arrasado poblado Carmen de Urea. "Agradezco que me la hayan cuidado, pero que me la regresen porque es mi aliento de vida", dice.

Luzmila Moy tampoco pierde la esperanza de encontrar algún día a su pequeña Aniluz. "Incluso contraté a un detective privado, y cuando llegamos a Aragua, cerca de Caracas, la pareja de norteamericanos que había pagado por ella había huido. Creo que mi niña está en el extranjero y me duele pensar que pueda estar sufriendo porque es muy alérgica", exclama secándose las lágrimas.

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