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Tribuna:ÁREA LIBRE
Tribuna
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Eugenia en Egipto

De las reinonas cantadas en coplas de abril y mayo, siempre preferí a Eugenia, esa que hizo llorar a los guapos de Granada porque dejaba las aguas del Darro por las del Sena. Antes de convertirse en Loretta de Montijo, como recordé anteayer, la Eugenia armó muchas tremolinas, pero ello no evitó que, de tanto añorar Granada, se sintiese presa en los Versalles. ¿Cómo se sentiría en los Egiptos? Marimandona. Puso en un serio apuro al egiptólogo Auguste Mariette cuando le sugirió que le regalase el ajuar funerario de la reina Hetepheres, madre que fue del faraón Keops. Mariette, grandioso personaje, arriesgó su puesto como director del Departamento de Antigüedades por decirle a la emperatriz que encargase sus gargantillas en el Faubourg Saint Honoré, que las joyas de la realeza menfita no salían de su museo egipcio, sito entonces en el barrio del Bulaq. A pesar de este desplante, Eugènie se empolvó el escote y se dedicó a deslumbrar a la buena sociedad cairota, ávida de europeísmo. Diré que el gobernante Ismail Pachá la encontró apetitosa.Estuvo ella en El Cairo para la inauguración del canal de Suez, eso es sabido, y muchos todavía escriben que para el estreno de Aida con motivo de la inauguración de la Ópera Jedival de El Cairo. Es una información falsa. Verdi no terminó a tiempo su obra para la inauguración del teatro y la apertura del Canal, de manera que recurrieron a Il Trovatore. Complacería a la emperatriz el personaje de Azucena, esa zíngara liante que acaso se pareciera a la gitana que en otros tiempos, siendo ella pollita, le vio una corona en la palma de la mano y exclamó, admirada: "Tú serás reina". Esa sibila, además de gitana, vendía violetas y como era una Carmen Sevilla bella de morir provocó que Luis Mariano entonase aquellas divinas estrofas que tiñeron de rosa nuestra infancia: "Era un día de primavera, cuando me dijo la violetera...".

Mariano era el primo de Eugenia de Montijo, y al ser tan pizpireto y mariposón, es difícil que hubiese entre ellos los amores callados que se le atribuían con el otro pariente, Fernando de Lesseps. De todos modos, fue una dama muy requerida. Y hasta dicen que al construir la carretera de las pirámides, Ismail Pasha ideó una pequeña curva que obligase al cochero a hacer una maniobra brusca para que ella le cayese elegantemente en los brazos. Se non e vero... Sí lo fue, sin embargo, esa carretera construida para que los miembros de las realezas europeas invitados a la inauguración del Canal descubriesen las pirámides desde lo lejos. Todavía las conocí de este modo y lloré de emoción. En la actualidad, las pobres pirámides agonizan tras un cordón de edificios infames: hoteles, night clubs, chiringuitos y tiendas de chucherías turisticoides. Un espanto.

La corona que Carmen Sevilla vio en la mano de Eugenia navega entre los fantasmas del Hotel Marriot, que, en estado original, fue un palacio de Ismail Pachá y residencia de la emperatriz durante su viaje. Se anuncia con gran pompa el llamado Eugenie's Lounge, pero el visitante siente desazón porque cada vez que intenta visitarlo está ocupado por bodas, convenciones, festivales y otros saraos de la nueva burguesía egipcia. Sigue sonando la voz de Luis Mariano. ¡Caray! Todo es muerte sobre la muerte. Canciones perdidas de mi infancia recuperadas frente a monumentos degradados por el turismo. Me voy al American Bar para drymartinearme y da la casualidad de que está instalado en lo que fueron las estancias de las damas de honor de Eugenie. En estas se me acerca un joven sarraceno ataviado a lo Di Caprio y me susurra: "Te la chupo por cien dólares". Parbleau! A este precio tendría que descubrirme una corona en la punta del capullo. Y asegurarme, además, que yo también seré reina.

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