SALZBURGO APLAUDE UNA NUEVA ÓPERA DE TONO INTIMISTA
Catorce minutos de aplausos con el público puesto en pie jalonaron L'amour de loin, primera ópera de la compositora Kaija Saariahao, con libreto del escritor libanés Amin Maalouf. Ver para creer. No hubo esta vez ni una sola protesta y sí algún grito favorable al controvertido director artístico del festival. La reacción de los espectadores -los mismos que simultanean durante estos días Tristán e Isolda con Così fan tutte; no los de los guetos de la música contemporánea- hizo saltar en mil pedazos las pretendidas teorías de la incomunicación de la música actual, o la separación entre ésta y el público tradicional de ópera. Y ello ante una música sin ningún tipo de concesiones a la galería: compleja, contemplativa, misteriosa y profundamente espiritual.Pero la conmoción causada en el estreno no se debe únicamente a la compositora. Se partía de un libreto bellísimo de Amin Maalouf, se contó con la dirección musical de un sutil y meticuloso Kent Nagano y con una dirección escénica llena de eficacia y sentido de las proporciones de Peter Sellars. El espectáculo es, probablemente, y por muchas razones, la estrella del Festival de Salzburgo de este verano y uno de los hitos de la ópera en el año 2000.
Hay, al menos, dos momentos anteriores durante esta década del propio Festival de Salzburgo que, de alguna manera, van definiendo la gestación de El amor de lejos. El primero de ellos es el impacto emocional que causó en la compositora finesa afincada en París la visión de la ópera San Francisco de Asís, de Messiaen. El segundo fue el estreno mundial de su obra Château de l'âme, en 1996, un ciclo de canciones para soprano y coro femenino inspirado en Teresa de Ávila. Las inquietudes de Saariahao estaban claras; la fidelidad a unos intérpretes, también.
El amor de lejos es una nueva reflexión desde lo musical sobre el amor y la muerte (el día del estreno se representaba a la misma hora, en la sala vecina, Tristán e Isolda, otra variación sobre el mismo tema). El escritor libanés Amin Maalouf ha elaborado el libreto a partir de una obra de Jaufré Rudel, uno de los más grandes trovadores del siglo XII. La acción se desarrolla en ese siglo entre Aquitania, Trípoli y el mar, y trata sobre la pasión idealizada del propio trovador por una mujer oriental de la que únicamente ha oído hablar a un peregrino en términos como "bella sin la arrogancia de la belleza, noble sin la arrogancia de la nobleza, piadosa sin la arrogancia de la piedad".
El trovador muere al terminar el largo viaje por mar a Trípoli, atormentado por los conflictos entre el amor físico y el amor idealizado. Y la condesa de Trípoli declara, y a la vez reprocha, en un emocionante final al Creador y al Amante-Poeta su pasión frustrada, en una ambigüedad intencional muy bien comprendida por la escritora Simone Weil cuando ha analizado lo que significa la espera, el consentimiento, el agradecimiento y la gracia en el amor cortés medieval. "Un amor tal en su plenitud es amor de Dios a través del ser amado. El amor humano fue uno de los puentes entre el hombre y Dios", ha escrito.
Peter Sellars y el escenógrafo George Tsypin plantean escénicamente esta tensión interior con dos minaretes de cristal, o faros futuristas transparentes, separados por una inmensa piscina por la que en un momento navegará en góndola el trovador con el peregrino para llegar a la ciudadela de su amor de lejos, y en cuyas aguas se tumbará desolada al final la Condesa. La sensación de estatismo la resuelve Sellars con un ascensor en uno de los cilindros y con una escalera giratoria en el otro. El movimiento continuo crea un clima de mínima acción exterior sin distraer del viaje al fondo de los sentimientos de los diferentes personajes.
La música orquestal sabia y melódica de Kaija Saariahao atrapa, y lo mismo el tratamiento dado a un coro que a veces se integra en la acción con elementos narrativos, y otras la comenta desde fuera como en la tragedia griega. El canto es declamado y busca sobre todo la comprensión del texto, aunque no aporta nada lingüísticamente a lo ya conocido. Está espléndido Dwayne Croft y no desmerecen Dawn Upshaw y Dagmar Peckova. El espectáculo irá a París y EE UU.
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