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SEMANA GRANDE

Guardianes de la tranquilidad festiva

Un extranjero aparca su coche en el carril central de una vía urbana y lo abandona hasta que considera que ya ha disfrutado lo suficiente de las fiestas. No es la escena de una película. Ocurrió el martes en la calle Miracruz de San Sebastián, poco antes de que estallaran los fuegos artificiales sobre la bahía de la Concha. Tampoco es un suceso insólito aislado. La Guardia Municipal donostiarra se enfrenta a situaciones que rozan el absurdo, sobre todo, en Semana Grande.Xabier Soto, oficial del cuerpo, repasa el anecdotario más recurrente de las fiestas donostiarras. "¿Dónde está mi ama?", llora un niño a un agente. Se ha perdido entre los chispazos de los toros de fuego y la muchedumbre en los alrededores del hotel Londres. El agente le lleva al Ayuntamiento junto a otros infantes que juegan en la casa consistorial, convertida en una singular guardería.

La Guardia Municipal redobla esfuerzos estos días y establece un fuerte dispositivo para evitar, o en su caso paliar, cualquier posible incidencia. En total, más de 300 agentes -cerca de 90 contratados sólo para los meses de verano- velan por la seguridad en las calles, aunque el rendimiento no es exactamente el mismo que en años anteriores. Parte de los agentes han aprovechado las fiestas para reclamar un aumento salarial. Se estrenaron con una movilización en la Clásica ciclista; luego en los toros, en los fuegos artificiales, en la Copa de Oro del hipódromo,... Un portavoz del cuerpo reconoce que ello "no contribuye al buen desarrollo de los servicios", pero elude dar más detalles.

Sea como fuere la Guardia Municipal puso en marcha su dispositivo de Semana Grande la víspera de las fiestas: 105 policías se encargaron el sábado de que la tradicional carrera ciclista no alterara en exceso la vida ciudadana. Desde entonces, ha tenido que lidiar en diferentes frentes: organizar el tráfico que se genera por las corridas de toros en Illumbe o en el hipódromo de Lasarte; frustrar la picaresca de los vendedores ambulantes en la Parte Vieja; vigilar las playas; velar por la seguridad física de los ciudadanos durante los fuegos o sofocar las actuaciones de los delincuentes comunes. Sólo el 15 de agosto tramitó 15 denuncias, 11 de ellas por robo de bolsos o carteras. En todo caso, esta media no es habitual. Soto matiza que ocurre lo que en todas las fiestas. "Los amigos de lo ajeno se aprovechan de las aglomeraciones y arramplan con lo que pueden".

No existe un termómetro fiable para medir el incremento de incidentes que se produce durante las fiestas. Pero Soto señala que "de forma importante", para destacar de inmediato: "San Sebastián es una de las ciudades más seguras en asuntos de delincuencia común". Durante estos días no se ha registrado ninguna agresión sexual. Sí se han producido, en cambio, peleas entre cuadrillas que habían bebido más de la cuenta o maltratos familiares. El 14 de agosto, la policía detuvo a un argelino de 26 años que pegó a su compañera en dos ocasiones a plena luz del día.

En todo caso, este cuerpo ha volcado sus mayores esfuerzos en el dispositivo de los fuegos: el acotado de Alderdi Eder y la zona perimetral, dice Soto. Todo por evitar accidentes como el del 14 de agosto de 1985. Ese día, una persona murió y casi un centenar sufrió heridas leves mientras asistían al espectáculo pirotécnico.

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