LA CONSERVACIÓN DEL MEDIO AMBIENTE La biosfera y el hombre JESÚS JAVIER MARCOTEGUI ROS
El autor explica el porqué del aparente divorcio entre la creciente convicción de la necesidad de respetar el medio ambiente y la conducta y hábitos de consumo.
Está de moda la defensa de la biosfera, la conservación del medio natural, la defensa de los paisajes, de los seres vivios animales y vegetales, al menos en el orden formal. Tengo dudas de que esta sensibilidad trascienda al orden material, de que las personas físicas y las personas jurídicas (instituciones privadas y públicas) estén dispuestas a adoptar cuantas disposiciones sean racionales para hacer realidad tales sentimientos.Tengo dudas de que el ciudadano encuentre argumentos suficintes para ahorrar en el consumo de la energia, para disponer de menos recursos naturales escasos como el agua, para generar cantidades menores de residuos supérfluos, para hacer, enfin, un esfuerzo que haga compatible su desarrollo y bienestar personal con la persistencia organizada y equilibrada tanto del medio físico como del biológico.
Tengo dudas de que en un futuro inmediato acabemos creyendo realmente que es oportuno encontrar alternativas a los procesos de producción más imaginativas y respetuosas con el medio (que disipan materia y energía de la naturaleza), que merece la pena dejar ribazos y ezpuendas en las concentraciones parcelarias, que conviene considerar los cauces naturales que dirigen las escorrentías, que interesa aplicar mejores prácticas agrícolas menos exigentes de abonos, de herbicidas y fitosanitarios, que es beneficioso respetar el dominio público hidráulico y los sotos que acogen, que es rentable diseñar las obras públicas respetando en mayor grado posible la superficie natural, y tantos y tantos ejemplos que el lector podría referir.
¿Cuál puede ser, por tanto, la causa de este aparente divorcio entre la creciente convicción de la necesidad de respetar el medio ambiente y la conducta y hábitos reales de consumo? En primer lugar, la falta de información suficiente. Después, con más frecuencia de la debida, que quienes nos ocupamos del medio natural sepamos explicar con claridad por qué es preciso defender los biotopos, las poblaciones de especies en peligro de extención, las comunidades de especies, los hábitats y los ecosistemas. A veces puede dar la impresión de que se trata de un capricho romántico, de científicos medioambientalistas, de una contraposición irracional entre los intereses de las especies, esteparias por poner un ejemplo, y los de la agricultura, la ganadería, la industria, las obras públicas, el canal de Navarra, la superficie de regadío, los intereses de ayuntamientos, etcétera. Como me decía recientemente un alcalde: "Por cuatro chaparros que no valen nada por qué no me autoriza..."
Esto no es así, y para comprenderlo tenemos que distinguir muy bien entre el mundo material, ya sea físico (fisiosfera) o biológico (biosfera), y el mundo inmaterial, el del pensamiento (noosfera), donde anida la teología y la filosofía, la cultura, la ética, la estética, la ciencia, el desarrollo, la libertad, el bien, el mal,... Características todas exclusivas de la especie humana y por las que se distingue y separa de las estructuras biológicas (biosfera) y físicas (fisiosfera), de rango y complejidad inferior, más determinadas por el instinto y las leyes naturales.
Ahora bien, no se trata de mundos inconexos. Como no lo son las piezas y el puzzle del que forman parte. Entre estas dos estrusturas (piezas y puzzle) se da una estrecha relación. El puzzle es el resultado de la correcta relación espacial de las piezas que lo conforman, de tal modo que las piezas pueden existir separadas. Pero el puzzle sólo emerge si se da correctamente la relación espacial entre ellas. La totalidad de las piezas desordenadas no constituyen el puzzle y no contienen su característica esencial, la representación de la figura que lo singulariza. El puzzle, por el contrario contiene todas sus piezas y las trasciende en la medida que expresa una característica que en aquéllas no existe, la figura que representa.
De igual modo, el mundo biológico surge de la relación espacial y funcional entre las piezas que conforman el mundo físico. El mundo del pensamiento (o lo que es lo mismo, la especie humana) emerge de la relación espacial y funcional de las piezas que conforman el mundo biológico. Si por una catástrofe cósmica desapareciera el mundo físico, desaparecería el biológico y también el del pensamiento, ya que los elementos constitutivos de aquél son partes fundamentales de los últimos. Si desapareciera el mundo biológico, permanecería el físico, al que comprende y trasciende, y desaparecería el del pensamiento, porque sus elementos son sus partes constitutivas fundamentales. Por el contrario, si desapareciera el mundo del pensamiento (el hombre), permanecería la biosfera, siquiera en su organización más elemental, y también la fisioesfera.
Por esta razón es necesario mantener la calidad del agua, no por sí misma, y de las especies, no por puro romanticismo biológico, sino porque son partes constitutivas fundamentales del mundo del pensamiento (del hombre): son necesarias para cuidar y mantener su estructura y desarrollo.
En el mundo del pensamiento, derivados de la ciencia y de la cultura, se sitúan los molinos de viento que nos generan la energía eólica, las modernas infraestructuras, la economía, la agricultura, el dinero, las relaciones sociales,... el desarrollo sostenible. No envano éste es el resultado, del justo equilibrio entre los intereses económicos y sociales de la sociedad y los ecólógicos de la biosfera que subyace.
Consecuentemente, no se deben proteger la fisiosfera y la biosfera por sí mismas, sino en el medida que constituyen el sustrato material de la noosfera (del hombre). Por eso nadie puede temer que las necesidades de conservación del entorno físico o biológico puedan condicionar el desarrollo en todas sus facetas (económica, social y cultural). Es justo al revés. Este desarrollo sólo será posible en la medida que cuidemos de las partes que lo constituyen, como en el ejemplo de las piezas y el puzzle. Se deben superar viejas ideas conservacionistas, que confunden biosfera y noosfera, que reducen el mundo del pensamiento al mero plano biológico material y que han inspirado la legislación medioambiental en las últimas décadas. Es necesario sustituirlas por concepciones más modernas y elevadas que hacen del hombre el elemento principal que debe ser conservado. Las viejas normas rígidas, protectoras sólo del territorio y de la actividad biológica que encierra, tienen que ser sustituidas por normas que protejan al hombre y a su actividad. Así mismo, la actividad humana depende inevitablemente de un territorio bien estructurado y conservado, y de una función biológica adecuada. Sólo así estaremos plenamente convencidos y comprometidos para proteger elmedio natural y hacer todos los esfuerzos necesarios para mantenerlo. Nos va la vida en ello.
Jesús Javier Marcotegui Ros es consegero de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Vivienda del Gobierno navarro.
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