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Estampas y postales

La pista de la Posición Yuste

Miquel Alberola

Los vecinos de la pedanía de El Hondón, en Monóvar, constataron que había una guerra civil en España un día del mes de mayo en que los soldados republicanos llegaron con la orden de construir un aeródromo en la vaguada en la que ellos cultivaban trigo y vid. Lo primero que hicieron fue incautarse de la sombra del pino, que era la única que había en varios kilómetros a la redonda, y anexionarle la casa que había a su lado para hacer de ella un cuartel.Luego construyeron un refugio, un polvorín, una torre vigía y varios nidos de ametralladoras. Acto seguido se pusieron a hacer mediciones y procedieron a la decomisión de los campos para transformarlos en una pista de aterrizaje, los apisonaron y plantaron dos filas de postes con bombillas en lo alto a modo de balizas. Aunque no sin segar el trigo medio verde que había sembrado el padre de Paquita Marhuenda antes de ser movilizado.

El objetivo no era otro que dejar una puerta aérea abierta para una evacuación del Gobierno de la República y las personalidades que componían su séquito, ante el color de los acontecimientos. Poco tiempo después, el presidente de la República, Manuel Azaña, dimitiría y el del Gobierno, Juan Negrín, se instalaría en una finca de Petrer denominada tácticamente Posición Yuste, acordonada por guerrilleros comunistas, para representar una comedia que apenas duró una semana, del 25 de febrero al 6 de marzo de 1939.

En este lapso de tiempo, el doctor Negrín nombró Jefe del Estado Mayor al coronel Casado, aunque le quitó el mando efectivo de la poca tropa que quedaba para pasárselo a Enrique Líster, lo que provocó la sublevación de los mandos del Ejército para concertar de una vez la paz con el enemigo. Como consecuencia de esta situación se activó el plan de evacuación desde la Posición Yuste, en el que jugaban un papel decisivo el taxista de Monóvar Isidro Colomer y sus dos coches Ford T.

En la madrugada del 5 de marzo, Isidro Colomer transportó al doctor Negrín, Dolores Ibarruri, Rafael Alberti, María Teresa León, Enrique Líster y algunos otros colaboradores hasta el aeródromo de El Hondón, donde les esperaban un par de bimotores Douglas de la LAPE para volar hasta Orán. Los aviones cruzaron la pista y se aceleraron hasta despegar, aunque uno de ellos tuvo que intentarlo de nuevo tras dejar parte del equipaje en el suelo por exceso de peso. Cuando los bimotores alcanzaron la altura de crucero, la República había quedado reducida a unos bultos y dos soldados apostados en su custodia. Unas horas después, los vecinos habían medido la pista, le habían puesto hitos y la habían roturado para volver al trigo y a la viña de monastrell.

Y el taxista empezó a prosperar, a la vez que se extendía el rumor de que en el coche había quedado una maleta llena de oro. Aunque él siempre lo negó, claro.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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