Toros en El Chofre y ferias en Amara
Los fuegos artificiales han sustituido con los años como atractivo principal a las corridas del desaparecido coso de Gros
Horas antes de comenzar la fiesta, en la ciudad se respira más el aire de un lugar de veraneo que el de una localidad ante siete días de jolgorio. No siempre ha sido así: antes de la guerra civil, y también después, la Semana Grande donostiarra se vivía con la emoción de lo extraordinario, con el plato fuerte de las corridas de toros en la plaza del Chofre, en el barrio de Gros, cuando la salida del coso tras el espoectáculo se convertía en un tumulto de ciudadanos que regresaban al centro en busca de los bailes del Boulevard o del juego en el Gran Casino, que vivió sus mejores momentos hasta 1939, cuando Franco prohibió el juego y pasó a ser propiedad del Ayuntamiento.Hoy en Gros, hay una playa nueva que convoca a la juventud de la ciudad y un magno edificio homenaje a la transparencia ("quién sabe cuantas toneladas de vidrio tiene", comentaba ayer un turista maravillado ante la construcción de Moneo), pero los toros y la ruleta han sido sustituidos por la música que en todos sus géneros se presenta en el Kursaal, la gran explanada de Sagüés y la plaza Cataluña.
La historia de las fiestas de San Sebastián se encuentra en los recuerdos de sus ciudadanos y también en la exposición Atarian, que recorre la memoria de esta ciudad en el Museo San Telmo. Ahí se ven los distintos momentos festivos que se viven en la capital guipuzcoana durante todo el año, desde la Tamborrada, los carnavales o esta Semana Grande que ayer comenzó con el cañonazo que dispararon los niños saharauis de vacaciones en San Sebastián y el posterior lanzamiento al cielo de globos azules y blancos.
Pero la ciudad está más pendiente de la playa que de estos actos, porque hoy, sin duda, la fiesta grande de San Sebastián es la Tamborrada por encima de todas. En los viejos tiempos, registrados por la sorprendente memoria de Jesús Carballo, un marino gallego afincado en San Sebastián desde hace casi 70 años, también había veraneo, pero todos, donostiarras y forasteros, esperaban con anhelo el día de la Virgen de Agosto para acudir a las ferias, donde hoy se encuentra el barrio de Amara, en las que destacaba el famoso vendedor León Salvador, "que te ofrecía unos zapatos diciéndote que te iban a durar una semana y tú los comprabas de lo convincente que era", recuerda Carballo.
Otras citas imprescindibles eran las regatas de traineras y los bailes en el kiosko del Boulevard, animados por afamadas orquestas. Los fuegos artificiales llegaron mucho más tarde y con ellos comenzó la transformación de la fiesta más orientada a la contemplación de los actos que a la participación en los mismos.
Aunque en San Sebastián siempre se habían celebrado las grandes fiestas con montajes pirotécnicos (como aquel que se ofreció a la reina Isabel II el 11 de julio de 1848), fue hace 37 años cuando surgió el concurso internacional, organizado por el Centro de Atracción y Turismo.
En todo este tiempo, esta cita veraniega se ha convertido, además de en un certamen de prestigio mundial, en un centro de intercambio y casi de espionaje industrial entre las distintas fábricas de fuegos artificiales de Europa y Asia.
Este año, el concurso se presenta reñido. Ayer le tocó el turno a Festi-Fêtes de Francia; hoy, a Nanna, de Italia, y a lo largo de la semana se podrá ver a los valencianos Turis, los británicos Happy Dragon, Pirotécnica Pablo desde Asturias, Marutamaya (Japón), los Hermanos Toste de Tenerife e Ip-innovate de Alemania. Todo un abanico de artificio para elmayor atractivo de la Semana Grande, tan alejada de aquellas que vivió Jesús Carballo con toros y ferias en Amara.
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