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Lo peor son los asesinos

Agosto es un mes baldío. No siempre lo fue. Hubo un tiempo en que las comunidades lo empleaban para cosechar. Tras la siega de julio, agosto se empleaba para agavillar, trillar, aventar y todas esas labores que en un tiempo se hacían a mano y en grupo. El día comenzaba con un fuerte desayuno de sopas o sartén. A las nueve, embutido y vino fresco o agua. Y al mediodía, la cazuela. A las tres, un segundo almuerzo, cuando ya había pasado lo peor. Y hacia las seis o siete, a casa, donde se ofrecía lo mejor de cada cocina. Luego, a finales de agosto o en septiembre, se celebraba la fiesta de la trilla. Hacían su agosto -si lo hacían, que casi nunca les tocaba a ellos; más bien se decía y les tocaba a los tunantes-, y empezaba otro año. La vida -dura, áspera, pero vida al fin y a la postre- seguía su curso.Luego, agosto se hizo un mes baldío, estéril, yermo. Y aún lo es. Las gentes, llevadas por un impulso gregario, suspendían sus vidas (consumidas, por lo demás, en jornadas agotadoras) a cambio de un mes de desarreglos varios (Forges lo ha sabido pintar con maestría en sus viñetas de escenas "agostís"). Pero ya vamos aprendiendo. Ya vamos sabiendo organizar nuestro ocio. Y de nuevo agosto tiene sentido. Ahora un sentido más grato que el de nuestros abuelos (aunque ellos lo recuerden con nostalgia). Sin duda, aún exagerado y un punto triunfal en el relato posvacacional, pero desde luego, placentero. La vida vuelve a discurrir en agosto de modo natural sin aquella suspensión un tanto sincopada con la que se producía en los 70 y 80.

Y en ese escenario, 1999 fue un año extraordinario. No voy a cansarle describiendo cómo fue el agosto pasado, usted lo vivió. Había una vitalidad especial en el ambiente del país. Pudo alguien pensar que era por otra cosa ("la ilusión soberanista de Lizarra", se decía por entonces), pero era simplemente que ETA había dejado de matar. Y ahí no había partes. Galgos y podencos coincidíamos radicalmente.

Este año, para nuestro pesar y desgracia, han vuelto a aparecer los hombres huecos (por seguir con Eliot), figuras sin forma, sombras sin color, fuerza paralizada y paralizante. Han matado y han querido matar aún más.

Visto así (la vida de todos frente a la muerte y la ruina), creo que la cosa es clara. Uno no entiende en ocasiones la mezquina miopía de algunos políticos. Ni tampoco que aún se diga que la solución (en términos de norte y objetivo) es complicada o no se ve clara; incluso, que no hay solución. Naturalmente, si no hay voluntad, no hay solución. La solución siempre viene precedida por una decisión clara. Los meandros, la complejidad, se produce en su aplicación. La historia de todos los tiempos está llena de decisiones claras con evoluciones complejas (abolicionismo, derechos civiles, democracia, también existen ejemplos de decisiones perversas). En fin, lo primero aquí es la apuesta clara por la vida en todo su sentido: por la inmediata de quien queda tirado en la cuneta y por la vitalidad que anida en la gente. Convivencia en paz, instituciones que garanticen la convivencia y órganos de debate. Una apuesta por el Estado de Derecho y de libertad que tenemos. Cabrá mejorarlo (ahí cada cual tiene sus ideas), pero nunca a tortas. Y eso es todo. No se le busquen cinco pies a este gato (que es el mayoritario).

Y llegados a este punto, sabiendo que se viven días decisivos, cada cual ha de aguantar su vela. Sería suicida hacer leña de un PNV desconcertado, pero ¿por qué sus dirigentes no se avienen a dar cuenta, como todos, a una sociedad preocupada?; ¿a qué vienen aún esas fanfarronadas de Egibar? La sociedad ha de percibir un cambio claro de rumbo en el PNV, una decisión, en el sentido de la vida a secas. ¿Cómo se hace eso? ¿Rompiendo Lizarra, con un relevo en la dirección, un relevo de hecho,...? Yo diría que poco importa. Además, eso les compete resolver a ellos (no creo que Mayor acierte al dictar a los otros los pasos que deben dar, o jugando simultáneamente a ser institución y candidato/opositor). Pero sí que cabe exigirles una defensa inequívoca y resuelta del marco legal y de libertad que tenemos. Aún Ardanza lo hacía en 1998. Mientras tanto, lo peor, sí, lo peor son los asesinos que interrumpen la vida (en agosto, o en cualquier otro mes del año).

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