Pulpos, hongos, humanoides
Buceando detrás de los sepelios, leo que un médico llamado Roger Leir afirma haber realizado ocho operaciones quirúrgicas a individuos con objetos de naturaleza extraterrestre en la nuca
Llaman del periódico diciendo que no me tome al pie de la letra lo de hablar de la realidad. Me salen unas últimas páginas tan tristes que parecen la primera.-Cuando queramos que la última página sea la primera, ya nos encargaremos nosotros de darle la vuelta al periódico. Tú, a lo tuyo.
Tomo nota de la llamada de atención y voy con los ojos muy abiertos para detectar cualquier movimiento irreal. Pero está todo lleno de realidad, de cascotes. Nunca los telediarios ni los pulpos fueron tan reales. Da miedo. Por la noche, en lugar de cruzarme por el pasillo con los espíritus habituales, me cruzo con gente verdadera en camiseta de tirantes. No recuerdo un verano tan real desde aquel otro de mi juventud en el que los americanos, huyendo también de su realidad, pisaron la Luna. Vi el alunizaje en un bar, tomándome un bocadillo de calamares, y no me pareció tan increíble que llegaran a la Luna, porque yo entonces intentaba llegar a fin de mes y me hacía cargo de las dificultades.
Así que, buscando desesperadamente algo irreal, veo en la prensa un anuncio de la revista Enigmas, que dirige el doctor Jiménez del Oso, con la siguiente interrogación: "¿Visitó un humanoide las tierras extremeñas?". Dios mío, estuve casualmente hace poco en Extremadura y a mí me pasa lo que a un paciente de Freud: que padecía de reproches obsesivos, así que, cuando leía en el periódico que se había descubierto una falsificación, pensaba que estaba complicado en ella. Compro un ejemplar de Enigmas y lo primero que me llama la atención es que no es un ejemplar, sino dos. Uno de ellos, en forma de periódico, te lo regalan, lo mismo que ese frasco de champú adosado a la botella de gel. La relación entre el gel y el champú se entiende, pues cada producto lava una parte del cuerpo. Pero la relación de la revista enigmática con el periódico esotérico es redundante, pues las dos lavan la misma zona del cerebro.
En cuanto al humanoide extremeño, me apresuro a decir en mi descargo que no era yo, pues "el extraño visitante emitía un sonido que se asemejaba al de un compresor o al de una rueda al desinflarse". No hago esos ruidos. El reportero no explica qué le hicieron los extremeños al humanoide, pero, según Enigmas, el alcalde de Escurial, lugar de la aparición, "ha salido en defensa de sus vecinos respaldando hasta la saciedad la honestidad y nobleza de éstos". Hasta la saciedad. Podía haber defendido el honor de sus vecinos hasta el agotamiento, hasta la muerte, hasta Cáceres, pero lo hizo hasta la saciedad. Pienso yo, sin ánimo de hablar de la realidad, que un alcalde jamás debería hartarse de defender el honor de sus vecinos, sobre todo si ha sido puesto en cuestión por un humanoide, extremeño o no.
Apenas me había repuesto del sobresalto paranoico del humanoide que visitó las tierras extremeñas, cuando tropiezo en otra revista con la foto robot del hombre que secuestró en su furgoneta a dos turistas alemanas y que, como es habitual, se me parece. Huyo, pues, hacia mi propio periódico en busca de un poco de paz y, buceando detrás de los sepelios, leo en un reportaje sobre extraterrestres que un tal Roger Leir afirma haber realizado ocho operaciones quirúrgicas a individuos con objetos de naturaleza extraterrestre implantados en la nuca. Me toco la nuca con la yema de los dedos y, como es natural, noto un pequeño bulto pánico en la zona.
Todo ello sin dejar de leer que el 34% de los estadounidenses sospechan que ya hemos sido visitados por extraterrestres. Más aún: acaban de descubrir en Oregón (¿dónde, si no?) un hongo del tamaño de 900 campos de fútbol. El titular dice que se trata de un hongo gigante por si no nos diéramos cuenta por nuestros propios medios. Si Carl Sagan levantara la cabeza y viera el retrato robot del hombre de la furgoneta, diría que se trata de un extraterrestre, y que soy yo. O que es un hongo, y que soy yo. O un humanoide extremeño, y que soy yo. Me pongo, pues, pese al calor, una bufanda para tapar el bulto de la nuca y salgo a comprar un pulpo que llevo a todas partes de la mano, o del tentáculo, para desviar la atención de la gente hacia el animal y que no me miren a la cara. Ni a la nuca. Y que les distraiga en lo posible de la carga de realidad o de amonal de la primera página. Acompaño en el sentimiento a todo el mundo y quede claro que no soy el del retrato robot. Ni el humanoide. Ni, por supuesto, el pulpo.Carl Sagan
Si levantara la cabeza y viera el retrato robot del hombre de la furgoneta, diría que es un extraterrestre
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