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Entrevista:

Joaquín José Martínez: "Quiero devolver a España lo que ha hecho por mí"

El preso español reitera que no aceptará ningún acuerdo con la fiscalía sobre su inocencia

,Ahora que la justicia de Estados Unidos le ha dado una nueva oportunidad para probar su inocencia en el doble asesinato que le costó cuatro años de pesadillas en el corredor de la muerte, Joaquín José Martínez, de 38 años,dice respirar en paz y esperanzado. Ayer, durante una entrevista telefónica con EL PAÍS desde la cárcel de Orient Road, en Tampa (Florida), relataba cómo pasa los días meditando, preparándose para el segundo asalto de la pelea y con la mirada puesta en un futuro sin rejas, junto a sus padres y sus dos hijas. "Cuando salga, porque Dios me va a salvar, mi plan es intentar ayudar a todos los presos inocentes que pueda del mundo. No tanto pensar en mí mismo sino en otros. Y, sobre todo, devolverle a España lo que ha hecho por mí". Volviendo la vista atrás y haciendo balance de errores, se arrepiente de haber sido mujeriego, convencido de que los celos fueron el verdadero verdugo que estuvo apunto de ajusticiarle en la silla eléctrica. "Mi defecto era andar con una y otra mujer y hacerme un poco el loco. Los celos de mi ex mujer y mi ex novia tuvieron mucho que ver". Su ex esposa, Sloane Millian, testificó en su contra mientras la pareja estaba en proceso de divorcio y él vivía con otra, a fines de 1995. Millian fue la que llamó a la policía para decirle que sospechaba de su marido y luego se prestó a que grabaran un vídeo de ambos en el que ella le trató de inducir a que se incriminara en los asesinatos de su ex socio, Douglas R. Lawson, y la novia de éste, Sherrie McCoy-Ward. Como en la escena del crimen no se encontró arma homicida ni hubo testigos directos, la cinta de vídeo y el posterior testimonio de Sloane fueron la prueba principal en la que el jurado basó su condena en abril de 1997.

Martínez, que ya estaba en prisión preventiva, fue recluido desde entonces en el corredor de la muerte de Starke, Florida. Posteriormente lo trasladaron a otra prisión de máxima seguridad a pocos kilómetros, en Raiford, de la que salió hace seis días tras la anulación de la sentencia por el Tribunal Supremo de Florida.

El tiempo ha cambiado muchas cosas. Le ha cambiado a él, que ahora aprecia lo que antes le pasaba inadvertido o daba por hecho, como la naturaleza ("hace días he llorado al ver y tocar la primera flor en cuatro años, que me la mandó una amiga de Madrid"), o su familia ("Todo se lo debo a mis padres". "Llevaba un año sin ver a mis niñas y el sábado, cuando las vi, les dije que ya faltaba poco para estar otra vez con ellas y se pusieron muy contentas"). Pero también ha hecho pensar a su ex mujer, dice. "Ella también ha cometido errores y me ha dicho que quiere rectificar, que quiere lo mejor para mí".

Eso, traducido al testimonio que pudiera prestar en el nuevo juicio, podría significar una retractación, aunque ella no se ha decidido todavía, señalaba ayer a EL PAÍS el abogado de Martínez, Peter Raben, quien se entrevistó con Millian hace sólo tres días. La mujer sí ha expresado su temor a ser enjuiciada por perjurio a los padres de Martínez. E incluso el propio juez Rogers Padgett afirmó en la vista preliminar del martes que Millian "no parece estar muy dispuesta a cooperar ".

Su caso le ha llenado de escepticismo sobre la justicia de EE UU. "Hay veces que confío y otras no. Le falta mucho por hacer a este sistema legal". Hay un elemento que le mantiene optimista: el indicio que ha dado el magistrado de que el vídeo quizá se excluya como prueba esta vez.

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El 23 de octubre determinará el tribunal la fecha del nuevo juicio. Hasta que llegue ese momento, Martínez seguirá levantándose a las 5.30 de la mañana, hará deporte, irá al recreo, leerá y estudiará ciencias políticas por la UNED en su celda de tres por cinco metros, y preparará sus proyectos para montar una ONG en ayuda de los inocentes acusados. Y sobre todo, dice, rezará. Aunque nunca le había dado la espalda a sus creencias católicas, Martínez se ha reencontrado en la cárcel con su fe y la ha convertido en el eje de su vida. Hasta el punto de que en sueños se le ha aparecido tres veces lo que él describe como un ser santo que le guía y le advierte de lo que le va a pasar. "Cuatro días antes de que me concedieran un nuevo juicio se me apareció la imagen y me preguntó: ¿Estás preparado para tu viaje? Sé que Dios me va a salvar. Antes de que se resolviera la apelación lo sentí, supe que se iba a a ganar y también que se va a ganar este juicio. Es difícil de explicar o de creer, pero así lo he sentido".

Lo que no entra en sus planes, por muchos arreglos que le proponga la fiscalía, es declararse culpable. "Nunca. Prefiero luchar hasta el final y que se pruebe que soy inocente".

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