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Generación nómada

ARENA EN LAS MANOS

La construcción de castillos de arena es una actividad humanísima. Hasta tal punto, que forma parte, junto a las risas y las lágrimas, de la frontera más nítida entre el hombre y las bestezuelas. Una tipología rápida y sumaria establecería dos tipos de temperamentos: el de quien los levanta hasta la última guirnalda y se va y se olvida, y el de quien pasa la vida anotando hasta los detalles más minúsculos de las caídas.Hay, además, una pequeña minoría afortunada a la que le pagan los viajes para que los levante. He aquí la joven Núria Vallverdú, de 29 años y nacida en Barcelona. En 1993, aburrida y desengañada, es decir muy afectada por la primavera, dio en fijarse en un cartel colgado en la Escuela de Arquitectura: ¿Quieres construir castillos de arena?

Cabeceó y en pocos días estaba en Scheveningen, la playa de La Haya. Credenciales concretas sólo presentó un carácter paciente y una vaga memoria, muy extendida, de arena, playa e infancia. Le dijeron que a las ocho tenía que estar en la playa y que solían abandonarla hacia las seis. Le dijeron también que se trataba, sólo, de arena y agua, y que cualquier otra estructura sólida -alambre o pluma de pájaro- estaba prohibida por la tradición y por el código. Le pusieron en las manos algo parecido a unas raquetas de pintor. Le sonrieron con hospitalidad. Ella era la única española, pero hablaba bien el inglés.

-¿Qué hago?, pensé.

-Debe de ser un momento difícil, ciertamente

-Pero lo resolvieron rápido: me dijeron que construyera algunas cosas de la tierra.

Es decir de Sant Climent de Taüll a Montserrat, pasando por la Giralda. Pero empezó por una carabela, la Pinta o la Niña o, perhaps, la Santa María, y al caer la tarde sólo faltaba en las velas el airecillo del crepúsculo.

A la mañana siguiente fue a verla. De la carabela apenas había restos y la arena utilizada había regresado a su gregaria naturaleza de montón.

-¿El viento?

-¡No!, el instructor.

-La novatada.

-No, es que creyó que aquello desmerecía del conjunto. Estábamos trabajando en una ciudad imaginaria, en una inmensa ciudad imaginaria, y mi barquito estaba atracado en un puerto. Pedí explicaciones y me dijeron que el barquito no acababa... El que me lo dijo me hablaba mientras se ocupaba de otra cosa. Volví al trabajo. Por suerte, o por desgracia, había hecho fotos y cada año que pasa comprendo mejor al instructor.

De la experiencia narrada por la joven Vallverdú se deduce que la arena tiene algún componente adictivo. A la adicción, por supuesto, se llega despacio, después de la correspondiente ascesis. Pero un atardecer, con granos de arena en cada orificio -y cada poro es un orificio-, alimentado de arena y sin otro horizonte, el constructor deduce que aquella zanja es el límite de su mundo. Bien: ellos lo llaman ir muy guarro. La ducha los devuelve a la realidad, pero es verdad que meses después, cuando ya se aproxima el momento de decidir si este año volverán allí, oyen un ronroneo en el estómago, la modesta llamada de la selva. Vallverdú lleva ya siete años de adicción.

-He conocido gente que vive de esto. Tuve un amigo canario que se hacía toda la costa, viviendo exclusivamente de la arena. Lo contrataban como atracción turística y no le iba mal. En América, hay quien recorre el mundo.

Camiseta, impermeable -en las playas del Norte-, gorra y zapatos robustos. Esto por lo que respecta a los seres humanos. En cuanto a la arena ha de estar prensada y la mejor que ha conocido la joven Vallverdú es la que se extrae de las riberas del río Mosa, en Holanda. Los trabajos suelen ajustarse a un guión previamente establecido: ciudades, conjuntos de edificios, paisajes naturales, y a la gran mayoría de los participantes no les cuesta demasiado entender que son un grano en un vasto conjunto de amenidad y buenas vibraciones.

-¿Qué hay en la arena?

-Más arena.

-¿Y en el modo metafórico?

-Fragilidad relativa. Cualquier cosa que hagas se puede destruir fácilmente. Pero es difícil destruir el grano. Y a partir del grano, todo se puede volver a construir.

-Veo que hablan mucho en la playa.

-No, apenas hay tiempo. Vamos muy cansados. Pero por la noche es estupendo salir a cenar. Ah: he aprendido a ser flexible y paciente.

-Mejor que la Universidad.

-Por supuesto. Y otra cosa: en la arena no hay nada hasta que no pones las manos.

¿QUIERES CONSTRUIR CASTILLOS DE ARENA REALES?

Inaxi Holland

Bazarstraat 41

NL 2518 AH La Haye

Tf 31 80)703024000

Vip@inaxi.nl

http://www.inaxi.nl

Consuelo Bautista

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