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Tribuna:Viaje al futuro
Tribuna
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¿TENDREMOS INTIMIDAD EN EL AÑO 2025?

Intimidad y moral

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El impacto de la tecnología Pedro de Alzaga

Cuando toda nuestra vida sea transformada en datos, los espías tendrán acceso a nuestro pasado, nuestro presente e incluso nuestro futuro. Pero no será para tanto.Nuestras pesadillas sobre la casa encantada llamada Intimidad, hacia 2025 es probable que se centren en esas cámaras espías orbitales que todo lo ven y que están siempre mirándonos. Ya existen, y son capaces de ver a kilómetros de distancia por encima de nosotros que el césped precisa ser cortado y que su perro necesita un lavado. Hacia 2025 serán realmente buenas. La tecnología de espionaje auditivo también ha avanzado con rapidez. Pero la mayor amenaza para la intimidad todavía no existe. Hacia 2025 estará en todo su esplendor.

Hoy estamos inundados por las ondas transportadoras de señales de las emisoras de radio y la televisión. Cuando llegue 2025, estaremos inundados por una ciberesfera en la que miles de millones de estructuras de información circularán -invisibles pero reales, como las ondas radiofónicas- transportando las palabras, los sonidos y las imágenes de las que dependen nuestras vidas. Ello se deberá a que el mundo electrónico habrá alcanzado cierta coherencia hacia 2025. En lugar de redes telefónicas, informáticas y televisivas separadas, una única red lo hará todo. Los televisores, los teléfonos y los ordenadores serán variaciones de un mismo tema. Su función será ajustar estas estructuras de información del mismo modo que un aparato de radio sintoniza cualquier emisora.

Estas ciberestructuras aparecerán en varias formas y tamaños, pero un tipo, la cibercorriente, es probable que sea más importante que cualquier otra. Una cibercorriente es una crónica electrónica de nuestra vida cotidiana, cuyos datos están engarzados como perlas barrocas en una cuerda infinita: cada llamada y mensaje de correo electrónico recibido, cada billete y extracto bancario, cada dirección favorita de Internet, fotografía de cumpleaños, ficha de archivo giratorio y anotación en el calendario.

Una comodidad irresistible: toda su vida en un único lugar. Conectada en cualquier parte, utilizando cualquier ordenador, teléfono o televisor. Tan sólo coloque su tarjeta en la ranura, pase una prueba de seguridad -proporcione su clave y algo parecido a una huella dactilar- y ya está dentro. Ve su vida electrónica en la pantalla o escucha una descripción a través del teléfono, empezando con las últimas noticias.

Al alimentar toda esta información dentro del procesador de análisis estadístico, sus fieles sirvientes informáticos serán capaces de ofrecerle sugerencias suaves, cremosas y sorprendentemente certeras sobre sus planes para el futuro inmediato. Encontrarán patrones en su vida que ni siquiera usted sabía que existieran. Responderán correctamente a breves órdenes dichas con la voz ("Llama a Juliet", "Compra comida", "Imprime las noticias") porque sabrán con exactitud quién es Juliet, qué comida necesita y qué noticias quiere leer.

Estamos en el año 2025, y la vida es fácil. Usted se desliza sobre una alfombra mágica tejida de datos detallados y análisis estadísticos. Pero si alguien consigue acceder a su vida electrónica, la invasión de la intimidad tendrá un significado totalmente nuevo. El ladrón no sólo habrá robado su pasado y su presente, sino también una guía para conocer su futuro.

Estas estructuras de información están empezando a aparecer ahora. Es probable que sean mucho más seguras y privadas que cualquier cosa que hayamos escrito sobre un papel. No obstante, hacia 2025, una gran proporción de la información privada de valor en el mundo estará almacenada en ordenadores que estarán conectados a una red mundial, y si un ladrón puede conectar su ordenador a esa misma red mundial, en principio dispondrá de una ruta electrónica desde su máquina hasta la nuestra.

La ruta estará vigilada electrónicamente y será casi inviolable, salvo si la tarjeta destinada a ese fin ha dado una información que él no debería tener, como hace la gente. Y, por desgracia, el robo electrónico y la invasión de la intimidad son tentaciones que están en aumento. Son los crímenes ideales para los maleantes descarados, cobardes y listos. No necesitan arriesgar su vida o su salud; tan sólo deslizarse de puntillas sobre cables y a través de ojos de cerradura.

Bueno, ¿y qué tiene esto de nuevo? La tecnología siempre amenaza la intimidad. Esas amenazas habitualmente quedan en agua de borrajas. Han sido derrotadas con anterioridad y lo serán en el futuro por una fuerza que es mucho más poderosa que la tecnología: no el Parlamento, la ley o la prensa, ni los burócratas o los jueces, sino la moralidad.

Después de todo, usted puede coger un par de prismáticos de largo alcance y empezar a espiar a su vecino mañana mismo. Pero no lo hará. No porque no pueda, ni porque sea ilegal, tampoco porque no esté interesado; ser humano es ser entrometido. No lo hará porque es algo indigno. Porque sabe que no está bien y se avergonzaría si lo hiciera.

Las leyes son malas armas para la lucha por proteger la intimidad. Una vez que invocamos la ley, el mal ya ha sido hecho por lo general y la sociedad ha perdido. Intentar limitar el progreso tecnológico es otra estrategia equivocada: es un juego de tontos y no funcionará.

El mejor método para proteger la intimidad en 2025 es el mismo que siempre hemos utilizado: enseñar a nuestros hijos a discernir entre el bien y el mal, dejarles claro que contamos con ellos para hacer lo adecuado.

¿Un consejo escandalosamente ingenuo para el futuro de alta tecnología? Vuelva a pensar en ello. Ha sido probado sobre el terreno y funciona. En todo el país, la gente deja valiosos documentos privados en buzones sin cerrar por la calle. ¡Sorprendente! El correo en las zonas residenciales es un indicio muchísimo más claro que cualquier otra cosa que vaya a existir en el ciberespacio.Pero nuestros buzones son en gran medida seguros porque somos en gran medida honestos. Algunos sabios de la tecnología se han alarmado por la buena voluntad de la gente al confiar su número de tarjeta de crédito a los sitios de Internet. Pero durante años hemos recitado esos números a través del teléfono. Y tenemos todo tipo de otras viejas costumbres -pagar nuestros impuestos, por ejemplo- que reflejan nuestra confianza en la honradez de nuestros conciudadanos.

A medida que nos adentramos aún más en las profundas aguas de la tecnología, aumentan las tentaciones. Cuando hablamos de la resistencia a la tentación, hay que admitir que a principios de 2000 no vivimos nuestro mejor momento. Ésta es una era de confusión moral. Nos encanta hablar de leyes, pero odiamos hablar de moralidad.

Pero saldremos de esa sima, como hemos salido de otras con anterioridad. Entre nuestras obsesiones características en Estados Unidos, dos han destacado desde 1776: nuestra inventiva tecnológica y nuestro deseo inquebrantable de saber y hacer lo adecuado.

Y en 2025, esta cuestión será formulada de forma diferente. Estamos obsesionados con la intimidad porque temporalmente hemos olvidado una palabra aún más importante: dignidad. Hablamos de nuestro Derecho a la intimidad, pero no creemos en ello realmente. Esta idea agotada y destartalada queda hecha pedazos en el momento en que la soplas.

¿Intimidad para cometer un asesinato? ¿Para maltratar a una mujer o a un niño? ¿Para pegar a un animal? ¿Para falsificar dinero? ¿Para estar trastornado, rechazar tratamiento y no parar de sufrir?

La intimidad no es un derecho absoluto; es un pequeño y hermoso lujo cuando podemos lograrlo. La dignidad es algo por lo que es necesario luchar. Y llegará el año 2025, la vida será mejor: no debido a la revolución tecnológica, sino a causa de un renacimiento moral que es también inevitable y mucho más importante que todo lo anterior.

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