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Miembros de la UE y candidatos a la adhesión discrepan sobre el calendario

El diálogo entre los candidatos al ingreso en la Unión Europea y los 15 miembros de la misma parece hoy día dominado por unos malentendidos que además nadie desea realmente despejar. Como en otros foros similares y en el discurso comunitario en general de los últimos meses, esta impresión se impuso también en el seminario sobre La ampliación de la UE: sus retos y desafíos, que, organizado por la Representación de la Comisión Europea en España y por la Fundación Universidad Complutense, se clausuró ayer en El Escorial.

Unos y otros insisten en que las negociaciones técnicas avanzan con normalidad, pero cuando se habla de perspectivas concretas queda en evidencia que cada cual entiende en términos generales lo que más le conviene entender. El comisario europeo para Asuntos Económicos y Monetarios, Pedro Solbes, que inauguró el curso el lunes, habló por ejemplo de resolver la cuestión pendiente de la ampliación "en esta década" y el vicepresidente del Parlamento Europeo, Joan Colom, dejó claro en la clausura que no ve perspectivas realistas de ingreso de candidatos antes del año 2007. Ante estas cifras manejadas por representantes del país anfitrión de la conferencia, se antojaban perfectamente ilusorias las fechas de 2002 para terminar toda la negociación con el consiguiente ingreso tan solo un año más tarde que barajaba Andris Kesteris, jefe del grupo negociador con la UE de Letonia, uno de los candidatos que ni siquiera está incluido en la primera tanda. Los grandes avances objetivos en los terrenos político, económico y legislativo de Letonia pero también de otros países pequeños no justifican en absoluto este optimismo.

En general, todos los participantes mostraron su interés, cuando no obsesión, por conseguir que la Conferencia Intergubernamental no acabe como un escuálido compromiso de mínimos. Pero las soluciones para las grandes cuestiones que se afrontarán en Niza: estructura de la comisión tras la ampliación, unanimidad o mayorías en cuáles y qué asuntos, así como la correlación de fuerzas y competencias entre Consejo y Comisión parecen seguir tan lejanas como el día en que se planteó la ampliación como decisión política.

Los candidatos piden insistentemente plazos, conscientes muchos de ellos que el humor social europeísta en sus sociedades se ha debilitado en los últimos años. Muchos ven en la crisis política polaca un primer indicio de lo que podría sucederles a sus Gobiernos con sus electorados si no son capaces de defender las reformas necesarias con un calendario acordado.

"Necesitamos información sobre la fecha de adhesión, sobre el tiempo que tenemos", decía el secretario de Estado para la Integración en la Unión Europea de Rumania, uno de los países más lejanos al ingreso de todos los candidatos.

También el embajador checo ante la UE, Libor Secka, insistió en la "necesidad de fechas indicativas" y se quejaba de que "las pedimos y no nos las dan".

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Pero, como viene sucediendo desde hace tiempo, cuando oyen fechas como las expresadas por Pedro Solbes o por Colom, ningún representante de los candidatos se las quiere tomar en serio.

En todo caso, en El Escorial quedó de nuevo meridianamente claro que la Unión Europea no está dispuesta a acelerar el proceso de adhesión por razones políticas, y que no permitirá por ello un acceso a la carta como piden algunos candidatos.

Los Gobiernos candidatos no sólo habrán de imponer las reformas y el acervo comunitario a poblaciones cada vez más reticentes y desencantadas, sino que habrán de tener paciencia, en algunos casos extrema.

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