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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El interlocutor

José Luis Rodríguez Zapatero, nuevo secretario general del PSOE, estrenó ayer con aplomo un nuevo papel: el de interlocutor, como líder del primer partido de la oposición, del presidente de un Gobierno conservador que cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento. Esta capacidad de interlocución en el PSOE es algo que Aznar reclamó durante la pasada legislatura. Ahora, de forma nítida, ya la tiene. Tras unas dudas iniciales, Aznar optó por no aplazar a septiembre este primer contacto en La Moncloa, lo que demuestra que algo ha cambiado en la capacidad de diálogo, aunque estén por demostrarse sus efectos. Afortunadamente, Zapatero no hereda, al menos por ahora, la antipatía mutua que se profesaban Aznar y Felipe González o Joaquín Almunia y que dificultaba la interlocución. Con el nuevo estilo de Zapatero, suelto, constructivo, y marcando su terreno, el Gobierno y la oposición deben ser capaces de dialogar a partir de ahora con normalidad. La estabilidad de la democracia española lo requiere.

Zapatero fue a La Moncloa a conocer, a escuchar, pero también a exponer sus posiciones en algunas cuestiones estratégicas, de largo plazo, como la política de inmigración, para la que los socialistas querrían un gran acuerdo nacional, "político y moral", con el objeto de alejar esta crucial cuestión de la lucha política y evitar que produzca desgarros y demagogias, lo cual es razonable a la vista del crecimiento de movimientos políticos xenófobos en otros países cercanos. Zapatero expuso su posición de que en la política inmigratoria deben participar no sólo el Gobierno y el Parlamento, sino las comunidades autónomas, los ayuntamientos, los sindicatos y las empresas.

La cuestión que se abordó con carácter más urgente fue la lucha antiterrorista, en la que Zapatero ofreció "lealtad" y "discreción". Es comprensible. Pero que el terrorismo merezca un pacto de Estado no equivale a hurtar a la ciudadanía un debate todo lo abierto posible acerca de cómo salir de esta situación. En el congreso del PSOE en el que triunfó, Zapatero pidió al Ejecutivo explicaciones sobre la actual ola de atentados de ETA (que desde entonces ha tenido otros dos ejemplos), criticó que el ministro del Interior actúe a la vez de candidato a lehendakari y pidió un nuevo pacto entre demócratas, sólo posible cuando el PNV se separe del Pacto de Estella. Estas explicaciones siguen vigentes y el Gobierno se las debe a toda la ciudadanía, no sólo al nuevo líder de la oposición. Hasta ahora han sido demasiado parcas.

Los pactos de Estado o grandes acuerdos nacionales en materia antiterrorista, de inmigración, de política europea, estructuración del Estado u otras no deben hurtar el debate político, por lo que deben limitarse a lo estrictamente necesario. Ayer quedó patente que hay una nueva forma de hacer oposición: menos estridente, menos negativa cuando no hay razones para ello, y que comprende que, incluso en una coyuntura de mayoría absoluta, la oposición tiene mucho que hacer y que influir. Falta que cobre más contenido, para lo que hay que darle tiempo.

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