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Reportaje:ÁRBOLES CON HISTORIA

Un dinosaurio asomado a la Bahía de Cádiz

Como un experimento genético que se hubiera desbordado, el inocente ficus doméstico que suele adornar terrazas y patinillos cobra en algunos rincones de Cádiz proporciones descomunales. Sus ramas despliegan un vasto abanico de sombras, y su corteza se asemeja a una curtida piel de elefante. Es el dinosaurio de la botánica urbana, el decano vegetal de la Bahía.De las diversas clases de ficus que prosperan en la capital gaditana, la más impresionante es, sin duda, la conocida como árbol del Mora. Su figura doble (se trata, en realidad, de dos individuos unidos en estrecha convivencia) se erige frente a la fachada de la Facultad de Ciencias Económicas, singular edificio modernista que antaño albergara el antiguo hospital de Mora.

Su tolerancia a la proximidad del mar le permite asomarse a la concurrida playa de La Caleta, lo que unido a su presencia inmemorial le convierte en un verdadero símbolo entre los vecinos del barrio de La Viña.

El ficus decora es el pariente gigante de las higueras, pero de hoja perenne, aunque sus frutos no son comestibles. Se trata de una especie muy longeva y resistente, que en muchos casos supera los 20 metros de altura.

Su ritmo de crecimiento obliga a los jardineros a podarlo con frecuencia, bajo el riesgo de ahogarse en su propio ramaje. La dimensión popular del ficus del Mora ha quedado recogida sobre todo en la literatura cantada, siendo objeto de inspiración para autores carnavalescos como Julio Pardo o Enrique Villegas, de Los Braceros de Pueblo: "Ficus, poderoso y sano, / por quererte generoso / te estás haciendo pesado".

No obstante, la fascinación que el árbol del Mora ha ejercido siempre entre los gaditanos derivó en una leyenda de tono apocalíptico y un tanto siniestro, según la cual sus raíces se extienden por todo el subsuelo de la ciudad. Y tan estrecho es el vínculo entre uno y otra que, cuando el árbol muera, todo Cádiz se hundirá con él.

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